Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 17 de diciembre de 2006 Num: 615


Portada
Presentación
Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
El tiempo real
LUIS TOVAR
Un maestro constructor
RICARDO BADA
La Mara de Ramírez Heredia
GERARDO BUSTAMANTE
A la memoria de Rafael Ramírez Heredia
ÓSCAR OLIVA
Versiones de Horacio
RUBÉN BONIFAZ NUÑO
Los chinicuiles, escamoles y lagartijas de Santiago de Anaya
Extranjeros en su Tierra
AGUSTÍN ESCOBAR LEDESMA
A manera de réquiem
JORGE ALBERTO GUDIÑO HERNÁNDEZ
Lo que el viento a Juárez
Mentiras transparentes
FELIPE GARRIDO

Columnas:
A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Mujeres Insumisas
ANGÉLICA ABELLEYRA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Teatro
NOÉ MORALES MUÑOZ

Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

POESÍA
Reseña de Juan Gelman sobre El resplandor de una escritura


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El tiempo real

Luis Tovar

(FRAGMENTO)

10:10 DEL SÁBADO 12


Foto: Lisa Jans-Ladner, Habana, Cuba, 1992

Ya estoy en La Habana. Todas las historias son ciertas. Esto es una paradoja impresionante. La Habana, claro está, es una ciudad hermosa, pero los cubanos ya no la ven. Andan en ella con los pies aligerados por las ganas de irse. ¿Cómo sería sin bloqueo? Algo como Acapulco ...o como la misma Cuba antes de la revolución. Por ahora es una isla grande con muchas, muchísimas islas pequeñas dentro.

Me divierte eso de que todos se me vengan encima a ver qué obtienen de mí. Es decir, me da una mezcla de ternura, angustia y curiosidad. No me hace gracia; es interesante. Ahora sé que no me van a dejar en paz ni un rato siquiera.

Hasta las menos bellas son muy bellas aquí. Pero me rehuso a contribuir a la prostitución de todo un pueblo, aunque suene panfletario decirlo así. No se vale que niñas de catorce o quince anden haciendo la calle. Lo que haré será dedicarme a mirarlas y ya. Nunca he sido bueno para abordar a nadie, y aquí eso sería indispensable.

Sigo pensando en la soledad. Todo mundo en México supone que me la voy a pasar aquí divirtiéndome, y coge y coge. No me conocen.

Será un lugar común, pero me estoy dando el gusto de escribir, ahora, justo en el malecón, en la entrada misma al puerto, frente al faro del Castillo del Morro. Parece que aquí sí podré estar solo un rato, sin que nadie venga a preguntarme de dónde soy.

Para mí las horas muertas son casi todas. El mar es como haber tomado una droga. "Cuba, qué linda es Cuba..." No se dan cuenta, pero su situación no es muy diferente de la nuestra. Están demasiado ansiosos y demasiado encandilados. Uno les habla y no escuchan, sólo se oyen a sí mismos.

Desde la calle 23 hasta la punta del Malecón se hace poco más de media hora caminando, de modo que iré preferentemente a pie adonde tenga que ir.

Ya se me pasó el leve coraje que me dio el timo que me hicieron. Total, sólo era dinero. A ver si así pongo la cabeza en cosas verdaderamente importantes. Eso sí, no se me va a olvidar nunca todo el numerito y lo buenos que fueron ese par de cabrones para fingir. Que si daba lo mismo el peso cubano que el dólar; sí, claro, pero no el que me dieron ellos, sino el que llaman chavito. Actores natos y, por añadidura, con el riesgo de que se los llevara la chingada, porque si los hubieran llegado a descubrir timándome... ¡Cómo deben haberse reído de mí! Jesús tiene razón: el lumpenizamiento saca lo peor de las personas. Aquí lo ven a uno pensando todo el tiempo en lo que le puedan sacar. No es fácil culparlos. Ayer hablaba con un cubano de que en México de algún modo se vive algo igual e incluso peor, y no supo responder nada. Según él –yo se lo pregunté--, de once millones de cubanos, sólo dos la libran, sólo esos dos viven bien. Los otros nueve están jodidos, según él. Eso es casi el veinte por ciento de la población. En México algo así como tres cuartas partes de la gente vive en la pobreza, y de ellos tres cuartas partes en la extrema pobreza o casi. Esos cincuenta o más millones están peor que los nueve millones de cubanos jodidos. De los más o menos veinte que no morimos de hambre, yo diría que acaso dos millones podemos, por ejemplo, venir a Cuba. Y no en plan de potentados, por supuesto, sino con bastante austeridad, en algún paquetito de agencia.

Se lo expliqué al cubano, pero como si oyera llover. Por todos lados se dice, con sorna, que el socialismo cubano ha fracasado en ese sentido. Yo digo que si es así, no están mejor ni peor que cualquier país no desarrollado. También dicen que el gobierno magnifica los efectos del bloqueo, pero eso sólo lo saben a ciencia cierta los propios cubanos. Afuera es una incógnita. La gente de a pie no habla de política, sólo de dinero. No les importa si Cuba revienta; sólo piensan en sí mismos, en irse lo antes posible. Aunque sólo he hablado con chavos menores de veinte años, y no creo que sea igual con la gente mayor.

El pasado está regresando a Cuba y sus jóvenes no se dan cuenta o no les importa. Puedo entender su hartazgo de comer a diario frijoles con arroz, como me dijo uno, pero las ansias de tener cosas materiales los está volviendo amnésicos y en muchos casos hasta obsesos. Yo mismo no puedo abandonar el tema; es algo que está flotando todo el tiempo en el aire. Piensan igual que cualquier clasemediero mexicano: sálvese el que pueda, de preferencia yo. Llevan mínimo –y máximo-- unos veinte años con el cinturón muy apretado, y no saben que en México llevamos eso y más. Y si lo saben les importa muy poco. Lo que quieren es irse a otro lado a vivir materialmente mejor, pero les tiene sin cuidado si en otro lugar hay, como aquí, una gran mayoría harta o tronándose diariamente los dedos.

21:26 DEL MISMO SÁBADO

Preferí comer solo, pudiendo haber invitado a alguna cubana para que me hiciera compañía. La simple idea de abordar a alguien y armar una plática inane me desalienta. Tener que hacerse el simpático y hablar yo no sé de qué... pero son tan hermosas que no será fácil resistirse. Cuando he intentado abordar a alguien –no aquí; aquí no lo he hecho--, que han sido contadas veces, no he dejado de sentirme muy ridículo. Se supone que aquí sería distinto, por el carácter de las cubanas, pero eso "distinto" y ese "carácter" implican prostitución, y me niego.

Estoy sentado en un restaurante en la esquina de la 23 y O, junto al ventanal, y varias de las personas que pasaron mientras yo comía me miraban con una envidia inocultable. O más bien dicho, miraban el plato frente a mí. No sé, pero me sentí peor cuando era una mujer la que se detenía junto a la vidriera y miraba el plato como si se tratara de un paraíso.

No me refiero a estas miradas, pero creo que mucha gente aquí lo que tiene más estropeado es eso: el modo de mirar.

No conozco muchos lugares como éste, donde lo más notorio, lo más importante, son las personas mismas. Son preeminentes. Qué diferencia, sobre todo con Real de Catorce, donde parecía que ni gente había.

Este es un establecimiento más para cubanos que otra cosa, no para visitantes. Creo que soy el único extranjero aquí dentro. Esto es lo que quiero, no la idiotez del turista ni correr a ver todo lo que se supondría tengo que conocer. Nunca he ido en ese plan a ningún sitio, y esta no será la primera vez.

Curioso que yo, que tanto he pensado en sexo en los últimos años, ahora me sienta refractario al mismo. No pasa ni un minuto sin que vea a una mujer hermosa, pero no me imagino ni me deseo con ninguna de ellas. No tiene, no debe ser así, no para mí. Quizá siempre sea partidario de los amores difíciles, Leticia y todo eso.

En realidad podría irme de Cuba ya mismo, sin que me importara. Ya vi lo que quería ver. Mejor dicho, ya sentí, ya respiré, ya vibré cómo es aquí la cosa.

Este trabajo es parte del proyecto para el SNCA 2004-2007