Usted está aquí: lunes 18 de diciembre de 2006 Política Policías mexicanos, más rateros que los mismos hampones: indocumentados

"Hasta los zapatos nos quitan; los ladrones siquiera nos dejan para el camión"

Policías mexicanos, más rateros que los mismos hampones: indocumentados

Aseguran que agentes de EU los tratan mejor; "nos dan comida y no nos golpean", dicen

VICTOR BALLINAS ENVIADO

Ampliar la imagen En la ciudad de Tijuana, Baja California, integrantes de organizaciones que apoyan a los migrantes celebraron la "posada sin fronteras", frente a la valla metálica que divide a México y Estados Unidos Foto: Notimex/Eduardo Jaramillo

Tijuana, BC. Con el miedo dibujado en el rostro, producto de desgarradoras experiencias que padecieron horas o días antes, los indocumentados mexicanos que han sido deportados de Estados Unidos por esta zona fronteriza prefieren permanecer encerrados en el albergue Casa del Migrante que salir a la calle. Son de Puebla, Nayarit, Jalisco, Michoacán y Zacatecas, y trabajaron fuera del país varios años.

Denuncian: "Ahí afuera, los policías nos están esperando para quitarnos todo lo que traemos. Son peores que los ladrones. Quieren todo, hasta los zapatos. Los ladrones siquiera nos dejan para el camión".

En este albergue, de los Scalabrini, diariamente pernoctan entre 120 y 140 indocumentados que han sido deportados de Estados Unidos. Aquí se refugian, se sienten protegidos, aunque sea temporalmente. Afuera, en la calle de enfrente, el peligro los acecha. "Sólo porque nos ven sucios o con un poco de ropa nos detienen, roban y encarcelan. Ahí (afuera) están los policías. Nos están cazando, saben que tenemos que salir", acusan.

Este día, que el presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), José Luis Soberanes Fernández, los fue a ver, acompañado por el quinto visitador general, Mauricio Farah Gebara ­cuya visitaduría se encarga de los migrantes­, permanecen en el albergue una decena de migrantes mexicanos que fueron deportados horas antes. Confiesan al ombudsman nacional: "Tenemos miedo de salir a la calle. Ni siquiera queremos ir enfrente, a la tiendita, porque ahí están los policías, esperándonos".

Tensos, con rostros tristes, temerosos y con ansiedad, dudan en contar sus historias lastimosas e injustas. Primero guardan silencio y luego habla uno. Escuetamente relata que hace unas horas fue deportado de Estados Unidos y tenía trabajando y viviendo en esa nación 16 años.

El visitador de la CNDH les dice: "No somos del gobierno. Nosotros queremos conocer sus casos para defenderlos. Nadie, ninguna autoridad mexicana, los puede detener y encarcelar sólo por ser migrantes. ¿Quieren decirnos qué les pasó? ¿Quieren denunciar a quienes los robaron? Aquí estamos, ayúdennos para que otros migrantes no pasen lo que ustedes han vivido".

Entonces se animan. "Nos quedamos aquí, en lugar de salir a la calle, porque tenemos miedo a la policía. Aquí ­en Tijuana­ son los peores hijos de puta. Los de aquí son los peores policías de México", denuncian. Relatan: "Ayer en la madrugada nos deportaron. Veníamos en un camión, y cuando nos dejaron del lado mexicano la migra de Estados Unidos nos dijo: 'cuídense, no caminen solos. Salgan en pequeños grupos para poder defenderse'".

"Y al pasar la línea ya estaban ahí los policías. De un camión lleno de deportados sólo pudimos escaparnos dos. A los demás se los llevaron. Los agarraron y los subieron a las patrullas. Nosotros corrimos y nos metimos a una tienda. Ahí, una señora nos dijo: 'Estense tranquilos, aquí no entra la policía'. Fueron horas y horas, hasta que pudimos salir."

El ombudsman nacional mueve la cabeza. Su semblante refleja indignación, y en voz alta se dirige al encargado de la CNDH en Tijuana: "¿Dónde están los visitadores?" "Están trabajando", responde el encargado de la oficina en esta ciudad. "¡Aquí los necesitan, hombre, aquí se requieren!", revira Soberanes en tono molesto. "Hay que tomar las denuncias, dar seguimiento a esos casos. Necesitan ponerlos en contacto con los consulados, que vean qué está pasando."

Otro joven, éste en silla de ruedas, quien apenas puede hablar, hilvana su historia: "Yo estuve trabajando en la migra. Movía transportes pesados, pero me operaron de cáncer. El doctor me dijo que era hereditario, que venía de familia. Me quitaron el trabajo. Decían que yo ya no servía para el trabajo pesado. Iba a poner una demanda en Illinois, me estuve reportando cada mes al trabajo, hasta que me deportaron.

"Tengo miedo de salir. Los compañeros que llegan aquí nos cuentan que los policías les quitaron su dinero, ropa. A unos les pegan, a otros se los llevan a la cárcel. Tengo miedo de que me lleven."

Marcelino Buendía toma la palabra. Expone: "Ya tenía en Denver 20 años trabajando. Me deportaron porque tenían orden, por un delito que cometí, y la policía fue por mí a mi casa. Manejé sin licencia un camión, pero es que no me la quieren dar. Entonces, manejo sin ella. Aquí me voy a quedar unos días, voy a hablarle a mi hermano para que me mande unos dólares, porque voy a volver a cruzar. Allá está mi vida. Allá dejé todo".

­¿A qué hora lo deportaron? ­pregunta el visitador general de la CNDH.

­Me detuvieron en mi casa a las cinco de la mañana, y en la madrugada del día siguiente me deportaron ­respondió.

Otro denuncia: "Mire, allá en el condado de Los Angeles, agarraron a un amigo, y como no hablaba inglés lo mandaron con los locos. Lo tenían en el siquiátrico y le daban medicina para tenerlo dormido.

"Me decía que todos los que estaban ahí estaban locos, y que a él lo querían volver loco. Sólo por no hablar inglés lo tenían ahí. Dice que dejó de tomar varios días las pastillas, hasta que pudo decirles que él no hablaba inglés, que por eso lo tenían encerrado. Luego de semanas lo deportaron."

Ya con más confianza, todos platicaron sus historias. Coincidieron: "Aquí le tenemos miedo a la policía. Mire, nos agarran y lo primero que hacen es bolsearnos y sacarnos la cartera. Quieren el dinero, y si uno no trae se lo llevan a la cárcel. Nos quitan todo, dinero, reloj, ropa y hasta los zapatos. A unos les pegan, a otros los amenazan. Por eso mejor nos quedamos en el albergue".

Otro denuncia: "Estuve llamando al consulado mexicano en Los Angeles, pero nadie contesta. No pude comunicarme con nadie para que me ayudaran. Yo quiero decir que el de Migración que habla inglés y español es el que más nos maltrata".

Aunque dicen que en Estados Unidos la migra los trata mejor que los policías de México, también denuncian: "El sheriff en Lancaster me quitó 4 mil 500 dólares, mi reloj y mi celular. Sí, la policía estadunidense nos da mejor trato, nos da comida, y no nos golpean, pero desde que entramos a México tenemos temor a los policías".

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.