Usted está aquí: domingo 24 de diciembre de 2006 Opinión Cansada de besar sapos

Carlos Bonfil

Cansada de besar sapos

Ampliar la imagen La actriz Ana Serradilla, durante la presentación de la película Cansada de besar sapos, de Jorge Colón Foto: Víctor Camacho

El cine mexicano cierra el año con una extraña presencia virtual en cartelera: insiste en apropiarse tres éxitos extranjeros (Babel, El laberinto del fauno, Niños del hombre); mantiene en exhibición una cinta pretenciosa y moralista, Así del precipicio, de Teresa Suárez; margina en una pequeña sala de la Cineteca la producción nacional más interesante del año, Así, del regiomontano Jesús Mario Lozano, y promueve una comedia romántica sin pretensiones y sin mayor gracia, Cansada de besar sapos, de Jorge Colón. El panorama incluye la rápida salida de cartelera de Guadalupe, de Santiago Parra, en pleno mes de fervor mariano, y la sospecha de que para el cine mexicano el año próximo todo podría seguir igual, con las cuentas siempre felices de 50 largometrajes filmados por año, de los que sólo se exhiben unos cuantos (no los mejores), se enlatan muchos más, y la perspectiva de un apoyo oficial cada vez menor, la presencia avasalladora del cine estadunidense, y el naufragio inevitable de las mejores propuestas nacionales.

El entretenimiento que propone Jorge Colón en su primer largometraje Cansada de besar sapos es muestra elocuente de lo que puede esperarse el año próximo, cuando buena parte del cine mexicano tenga que recurrir nuevamente a fórmulas mercadotécnicas muy socorridas, forzadamente eficaces, para sobrevivir en cartelera. Una de esas fórmulas es este tipo de entretenimiento, en apariencia transgresor (con una publicidad que sugiere situaciones audaces), y que finalmente se revela muy conformista. Como el retrato de Martha (Ana Serradilla), la joven diseñadora que harta de las infidelidades de su novio Roberto (Juan Manuel Bernal) decide pagarle con la misma moneda, escuchando los consejos de su mejor amiga y vecina (Ana Layevska) y los de la gran dama del despecho cantado, Paquita, la del barrio, para procurarse un buen número de galanes (cada uno más tonto que el anterior), culminar en el arrepentimiento moral ("Soy una imbécil, haciendo lo que siempre he odiado en los hombres") y concluir que sin amor una mujer es poca cosa, antes de lanzarse a los brazos de un hombre bueno (José María de Tavira).

La cinta de Jorge Colón no pretende ser otra cosa que un vehículo humorístico para el lucimiento de sus estrellas. El guión, basado en un cuento homónimo de Joaquín Bissner, combina las ocurrencias de oficina, la moda de los contactos eróticos por chat, la comedia romántica (entre el desparpajo madrileño y la moralina hollywoodense), para describir la supuesta transformación de Martha, su tránsito de novia modelo a nueva devoradora de hombres, "hombreriega", según se le califica sin mucho esfuerzo. Lo que resalta en toda esta historia es un diseño muy pobre de los personajes secundarios y la poca o nula convicción de los estelares. Colón desperdicia la presencia de Miguel Rodarte, haciéndolo interpretar, con desgano, a un gay sin encanto ni matices, clásico confidente de oficina de la novia despechada. Imposible entender el conflicto de Martha, cuando jamás parece entusiasmada con su insoportable novio Roberto (Juan Manuel Bernal), cuya ausencia tampoco parece lamentar un instante, lo que se comprende fácilmente. Difícil sostener la trama secundaria del galán Xavier, ayudante de cafetería, actor muy novato, algo torpe y sin carisma escénico, quien, sin experiencia teatral previa, logra triunfar de buenas a primeras en Barcelona, con un estelar en La gaviota, de Anton Chéjov. Una a una se acumulan las incongruencias e improvisaciones de Cansada de besar sapos (título que es referencia a una página web de encuentros eróticos), aunque cabe señalar, en beneficio de la cinta, que el director ha evitado en lo posible insistir en las rutinas del lenguaje juvenil fresa y del humor grueso, en parte, tal vez, porque el diseño general de la propuesta es de una intachable corrección moral, con una buena pista sonora y una fotografía inspirada por publicistas y diseñadores. Una película cándida e inofensiva, con mensaje aleccionador ("¿Qué quieres realmente de tu vida?"), buenos sentimientos y mejores propósitos para una Navidad muy blanca, en una cartelera definitivamente sin sorpresas. ¿Cansada de besar sapos marcará el estilo de filmar dominante en este año y sexenio que comienza?

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