Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 31 de diciembre de 2006 Num: 617


Portada
Presentación
Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
El hombre tan puro
como Lucifer

GRAHAM GREENE
Las cinco dificultades
para decir la verdad

BERTOLT BRECHT
"La lección del águila"
GILBERTO OWEN
Tierra de dos soles
RICARDO VENEGAS
Entrevista con ANTONIO DELTORO
Don Lupe Reyes: el
oficio del destino

AGUSTÍN EECOBAR LEDESMA
Mentiras transparentes
FELIPE GARRIDO

Columnas:
A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Mujeres Insumisas
ANGÉLICA ABELLEYRA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Teatro
NOÉ MORALES MUÑOZ

Señales en el Camino
MARCO ANTONIO CAMPOS

Ensayo
Reseña de Javier Buenrostro sobre El otricidio de Occidente


Directorio
Núm. anteriores
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NMORALES MUÑOZ

DE PRINCESAS, PRÍNCIPES Y OTROS BICHOS

Sépase disculpar el autoplagio y la redundancia, pero ha de repetirse casi fidedignamente lo que alguna vez se dijo en este espacio respecto a cierta cuestión específica, un poco por obstinación personal y otro poco por convicción frente a un estado de cosas: en el teatro cabaret, si hemos de ubicarlo como una categoría del teatro nacional, se vuelve necesaria una renovación que pase por lo estructural y lo estilístico. Centrado preponderantemente en la caricaturización inmediata de una caricatura inmediata (la clase gobernante, con su mezcla de conservadurismo ranchero, estulticia crónica e hipocresía), el cabaret mexicano, tendiente desde luego y casi siempre a una óptica de izquierda, ha encontrado su cliente favorito, a un público más o menos numeroso y fiel y una certeza que comienza a tornarse peligrosa: su anquilosamiento anticipado.


Paola Izquierdo
Foto: archivo La Jornada

Sígase concediendo la apología de la repetición de argumentos pasados, y piénsese la pertinencia de remarcar que en el relevo generacional radica la única posibilidad de un giro profundo: estéticamente fijo, casi monotemático, el cabaret mexicano comienza a mostrar su rostro más predecible y conformista, predigiriendo los contenidos destinados al espectador que, consciente de los puntos débiles de quienes nos gobiernan, acude a confirmar sin riesgos lo que piensa de ellos, en un intercambio que no puede traducirse sino en complacencia mutua, aquello que el dramaturgo estadunidense David Mamet llamaba "la obra problema", la que ofrece respuestas antes que detonantes para la reflexión, la que solapa antes que poner en conflicto. Finaliza la crestomatía con la idea de que la renovación imperiosa del cabaret mexicano no puede ser únicamente temática, sino estilística: en la era de la información, cuando se ha anunciado ya incluso la muerte de la postmodernidad con todos sus efectos y consecuencias, pareciera obtuso renunciar a contaminar el lenguaje cabaretero con manifestaciones recientes aunque afines: el stand up comedy, las muchas formas de la cultura pop, la dictadura de lo mediático, la preeminencia de lo micro sobre lo macro.

De princesas, príncipes y otros bichos, espectáculo de Paola Izquierdo presentado durante la más reciente edición de la Muestra Nacional de Teatro desarrollada en la ciudad de Pachuca, se ofrece como una alternativa importante de refresco desde una trinchera fundamental: el lenguaje. Bifurcado en dos sketches que juegan con estereotipos a priori ubicables como rígidos (una princesa de cuento parodiada, un peladito de la gran ciudad empatado con El Principito), el espectáculo rehuye el lugar común merced a la elaboración con la que se complejiza desde el lenguaje una crítica severa, pero nunca panfletaria, de la violencia y el maltrato en todas sus variantes. Ella misma encargada de la dramaturgia, Paola convierte en estructura lingüística una postura personal respecto a un tema que le interesa; ha construido un relato bien hilado desde lo anecdótico, que además convierte a la verbalidad, al idiolecto que ha elegido reelaborar y parodiar, en una herramienta que critica en sí misma a la par que divierte; ni el dibujo de los personajes ni la interpretación actoral podrían entenderse sin considerar la relación que trenzan con lo que se dice en escena, con el ritmo intrínseco que esto determina en la puesta en escena y con cómo se afecta le enunciación, el manejo de la voz y de la tonalidad. Acaso ello diferencie su propuesta de otras que persiguen más o menos el mismo móvil temático.

Es el segundo monólogo, el que retrata a un niño de la calle en una lucha férrea y perpetua por no ser agandallado mientras acomete un cambio de aires, cuando Paola alcanza picos dramatúrgicos más altos (con juegos idiomáticos efectivos, muchas veces anclados en el absurdo) y un mayor lucimiento histriónico. Dúctil, con una capacidad evidente para caracterizar y matizar, Izquierdo consigue risas al por mayor sin necesidad de solazarse o complacer. Sin dudas, uno de los mejores espectáculos de una Muestra con pocos sobresaltos.