Usted está aquí: martes 9 de enero de 2007 Opinión La fiesta de las balas

José Gaxiola López*

La fiesta de las balas

En los pueblos y villas de Sinaloa, hasta mediados de los años 60, en las reuniones sociales de fin de año existía la costumbre de despedir y recibir el año a punta de balazos. Los mayores de las comisarías, sindicaturas y cabeceras municipales sacaban del cajón la pistola que usaban esa noche. La limpiaban, aceitaban y cargaban con los tiros que dispararían en medio del centro del baile a la medianoche. La fiesta del poblado generalmente se realizaba en lugares con una pista de baile al centro sin techar.

Cerca de las 12 de la noche, a una señal, los armados se reunían en el centro de la pista, formando un círculo. Quienes habían bebido unas copas mantenían la vertical para que a la cuenta de tres las pistolas dispararan al aire toda la carga. Las cargas eran de seis o 10 tiros. Era un acto de 10 a 12 segundos. Sólo se disparaban pistolas, que luego se enfundaban y no volvían a dispararse. Acto seguido, la banda tocaba una pieza musical alegre, empezaban los abrazos, los saludos y las expresiones amistosas de los buenos deseos. En la iglesia iniciaba la misa de gallo.

Ya cumplido el ritual simbólico de matar el tiempo viejo, la concurrencia gozaba el tiempo nuevo. La convivencia continuaba unas horas mas, retirándose algunos alegres y francamente borrachos. La pistola era descasquillada y guardada para otra ocasión. Por muchos años este ritual no reportó accidentes. Eran tiempos en que los mayores nos enseñaban a portar y usar armas. Cuando aconsejaban que el arma era casi como la palabra empeñada. Dar la palabra era como un disparo que no siempre da en el blanco.

Pero todo cambio. La Operación Cóndor nacionalizó un problema estatal. El negocio del narcotráfico creció. Se teme que pueda llegar a ser gobierno. La sociedad trastocó sus valores. De l5 años a la fecha en Sinaloa el festejo de fin de año es acompañado por una lluvia de balazos que cada año va in crescendo. Es una balacera descomunal en casi todos los poblados. Con armas de todo tipo de poder imaginable. Se dispara en las casas, en las calles, desde los autos, afuera de los centros de reunión... Se dispara en todos sentidos, cada vez más de manera horizontal, ocasionando estragos y desgracias muy lamentables.

Cada año las autoridades lanzan campañas en los medios de comunicación exhortando a la sociedad a que no realice estas acciones. Los funcionarios declaran que no se toleraran y que sancionarán severamente a quien sea sorprendido disparando e incluso que catearán domicilios donde se sospeche salgan balazos. Parte de la sociedad que acostumbra a sus niños a escuchar como normal el tronido de los cuetes, a los adolescentes a jugar con armas y a los jóvenes a truquear la ley responde con la larga y sonora trompetilla de 12 minutos de disparos. Los gatilleros, casi púberes, declaran que prefieren morir jóvenes y ricos, paseados y jugados, que de un trabajo miserable.

El número 12 tiene una gran importancia en los ritos de fin de año. Se comen 12 uvas, se tiran 12 monedas, se entra y sale 12 veces a la casa, se prenden 12 veladoras, según el deseo de cada cual. En Culiacán se dispara ininterrumpidamente por 12 minutos. Por falta de sincronía de los tiradores el festejo de la noche de fin de año anterior oímos 16 minutos de balazos continuos.

Unos dicen que fueron hasta 20. En la madrugada las ráfagas y disparos, ya aislados, continuaron. Entonces es normal que en los últimos dos años Sinaloa sea puntero en el número de asesinatos en la Republica: más de 600 por año.

Calculo que este fin de año en Culiacán se dispararon unas 7 mil armas. Cerca de 100 mil balas. Posiblemente el doble en todo el estado. Significa que la cantidad de armas fuera de control es mucho mayor que la declarada oficialmente o que las armas oficiales se unen a las otras en esta fiesta de las balas, y que hay un tráfico de parque descomunal. En los festejos de esa noche asesinaron a seis personas, una de ellas una niña con una bala que le encontraron en la cabeza.

El miedo que la mayoría de los pobladores de la ciudad dice tener no ha llegado aún al nivel tal para exigir a los responsables una acción más directa sobre este suceso. Sinaloa, una sociedad que vive de prestado en amplio sentido, impunemente narcotraficada, sin espacios públicos civilmente ocupados, muestra el nivel real de sus mandantes en momentos como éste.

Los medios masivos de información, que tienen como cliente principal al gobierno, no presionan coordinadamente al respecto, por lo que las familias seguirán cada fin de año en la incertidumbre, en arresto domiciliario, hasta que una de esas balas entre en la sala de su hogar, como ocurrió en mi caso ­casi no la cuento­ o hasta que el número de muertos aumente tanto que los difuntos de los panteones protesten de invasión.

*Doctor en ciencias, sociología y filosofía

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.