Usted está aquí: viernes 12 de enero de 2007 Cultura La exposición Chocolates exhibe cómo la ilegalidad se vuelve normal

Participan cuatro artistas con un punto de vista nómada sobre las reglas de México

La exposición Chocolates exhibe cómo la ilegalidad se vuelve normal

La muestra se inspiró en los autos que entraron ilegalmente al país y después fueron regularizados por el Poder Ejecutivo, señala el curador José Manuel Springer

MERRY MACMASTERS

Ampliar la imagen Aspecto del montaje de Daniel Knorr, sobre la elección para extranjeros Foto: Cortesía del Museo Carrillo Gil

"Chocolate", dice el artista suizo Christoph Draeger, "parece ser un asunto muy mexicano, por lo menos en los términos que me lo explicó el curador José Manuel Springer". Tiene que ver con algún tipo de corrupción, pero también con la manera en que los mexicanos la sobrellevan".

Para Chocolates. Prácticas urbanas (pos) legales, exposición montada en el Museo de Arte Carrillo Gil, avenida Revolución 1608, San Angel, Springer invitó al brasileño Cao Guimaraes (1965), al rumano radicado en Berlín Daniel Knorr (1968), al holandés Erik van Lieshout (1968) y a Draeger (1965), que vive en Nueva York.

En un principio, explica Springer, Chocolates se planteó como una exposición sobre el tema de la legalidad y la legitimidad en México. Procedía de una serie de hechos noticiosos que habían salido a la luz pública, en específico el caso de "los automóviles que entraron al país en condición ilegal, que después fue legitimada por el Poder Ejecutivo y la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.

"Me llamó la atención cómo en México, a todos los niveles ciertas prácticas no legales, no legítimas, que rompen con lo que dice la letra escrita, son aceptadas, toleradas y además alentadas desde el poder y la sociedad", expresa el entrevistado.

Dibujar una línea sobre la legalidad

En el caso de los artistas invitados, a Springer le interesó el hecho de que trabajan desde un concepto de nomadismo, en el sentido de ir a un país desconocido y meterse en una situación, inclusive, riesgosa para su seguridad personal. Los cuatro expositores fueron convocados para sumergirse en el tema para ver si "podrían ayudarnos a dibujar una línea entre lo legal y lo ilegal, lo legítimo y lo ilegítimo".

La primera vez que Draeger vino a México en 2002 improvisó un performance en el Metro, que salía por completo de su línea de trabajo. Fue poco después del 9/11 y Draeger encontró unos libros en el Zócalo, Las profecías de Nostradamus, que compró en 10 pesos cada uno. Le pidió a su novia que le filmara mientras trataba de revenderlos en el Metro. Sin embargo, nunca hizo nada con el metraje.

Cuando Springer le invitó a participar en Chocolates, pensó que esa acción podría ser un punto de partida para un trabajo nuevo. Ahora, preparó objetos (un cidí de Rockdrigo, muerto en el terremoto de 1985; una compilación de 15 películas tipo desastre, y otro cidí con efectos sonoros de tragedias, provenientes de los archivos de la BBC) que más bien tenían que ver con la idea de la perdición o catástrofe, y se puso a venderlos por un precio razonable en el Metro y le fue bastante bien. Este trabajo se exhibe a manera de una instalación de video de seis canales, con igual número de monitores.

Daniel Knorr, por su parte, desde un principio quiso enfocarse a un aspecto estrictamente constitucional: el artículo 33, que "se utiliza constantemente como una amenaza y una forma de eliminación de ciertas personalidades incómodas para las autoridades, no que necesariamente se aplique cuando debiera sino muy convenientemente, según fue el caso de las mujeres de Atenco", señala Springer.

El artículo 33, como investigó el artista, se incluyó en la Constitución después de un periodo de invasiones extranjeras en México, como una "fórmula expedita para enfrentar este tipo de situaciones. Pero, en la actualidad, después de haber firmado varios tratados de libre comercio, de participar en una cultura y economía globalizadas, este tipo de reglamentos empiezan a parecer demasiado porosos y caducos, cuestión que le llamó la atención a Knorr", explica Springer.

Knorr quiso convocar a los extranjeros radicados en México a participar en una votación para elegir al presidente de México en las elecciones del pasado 2 de julio. Ante todo quería que el proyecto contara con la aprobación de las autoridades.

Springer relata: "Fuimos al Instituto Federal Electoral (IFE) donde nos recibió una persona con una mentalidad abierta, revisó el proyecto y emitió un dictamen por escrito diciendo que tratándose de un proyecto artístico que se realizaría en un museo, no había ninguna razón por la que el IFE pudiera oponerse, porque no rompía con ningún reglamento.

"Pero el departamento jurídico del Instituto Nacional de Bellas Artes dijo que de ninguna manera se podía armar una casilla de votación en el museo y mucho menos el día de las elecciones, porque se podían generar confusiones y que el museo, siendo territorio federal, no podía prestarse a esto. Inclusive, negó que el IFE tuviera razón a pesar de que existe el documento."

Más que un "resultado", a Knorr le interesó el proceso de su propuesta artística, porque "allí es donde se empieza a investigar qué es lo legal y dónde empieza lo ilegal. Para Knorr era muy descriptivo que una autoridad que tiene peso y jurisdicción sobre un hecho diga que sí y que la otra que tiene, digamos, menos peso, o que está defendiendo un espacio, no reconozca la otra autoridad".

Finalmente, la casilla se montó en la Galería El Trolebús en el parque Luis Cabrera, de la colonia Roma, donde votaron 85 personas.

 
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