Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 14 de enero de 2007 Num: 619


Portada
Presentación
Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
Muro, pobreza y discriminación
GABRIEL COCIMANO
La TV: estética y manipulación
ALEJANDRO MICHELENA
Imperio estadunidense: quiénes y por qué
ROSA MIRIAM ELIZALDE
Entrevista con GORE VIDAL
Poema
ODYSSEAS ELYTIS

Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA

Corporal
MANUEL STEPHENS

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Bemolsostenido
ALONSO ARREOLA

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Reseña de Enrique Héctor González sobre Finjamos que soy feliz


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HUGO GUTIÉRREZ VEGA

PERSPECTIVA MEXICANA DE MAX AUB (VIII DE X)

Monleón, inteligente comentarista de la obra teatral aubiana, encierra en un capítulo que titula Los transterrados, las obras que Max escribió en relación con el mundo del destierro. En A la deriva un refugiado húngaro y una prostituta francesa, que en alguna medida recuerda al personaje de Las tinieblas, de Andreiev, representan a todos los exiliados de la tierra. Tránsito es la obra más cercana al exilio español en México y la que hace más patente la ambivalencia en que vivían aquellos que todo el tiempo pensaban, con terca nostalgia, en la España perdida, mientras construían una nueva vida que, en muchos sentidos, les era propicia. Las vueltas, como su nombre lo indica, es una obra sobre el tiempo circular. En ella, lo transitorio y lo permanente se confunden en una mezcla angustiosa. ¿Será el exilio una situación transitoria o será, en realidad, lo permanente? ¿Se cumplirán los planes de retorno o serán, sólo, un espejismo, un sueño recurrente que nos hace despertar con las manos húmedas y el rostro bañado en lágrimas? ¿Y a qué país se regresará? ¿Al mismo que dejamos o a otro, totalmente distinto, habitado por seres que ya no podremos reconocer? En estas obras, los personajes luchan con el tiempo, tienen en contra el reloj. Se han quedado al margen de la historia que pasa a su lado sin que ellos puedan ser protagonistas o influir en alguna media en el desarrollo de los acontecimientos. ¿Encerrarse en la nostalgia? ¿Construir la vida en el nuevo país? ¿Regresar sin saber, a ciencia cierta, con qué objeto? Todos estos dilemas están abiertos en la vida de los transterrados y el paso del tiempo, por una parte, los agudiza y, por la otra, los acostumbra a una nueva realidad que, a pesar de la nostalgia, ya sienten tan suya como lo era la de su país de origen. La España de la Guerra civil, escindida trágicamente, y la Europa de la segunda guerra, destrozada, sangrante, desfilan en los sueños y en las horas de vigilia de las víctimas de la crueldad humana y, además y, sobre todo, están los muertos, los prisioneros, los guerrilleros sin esperanza, los que esperan el cumplimiento de su sentencia a la hora del alba, los padres, los hermanos, los amantes que no pudieron escapar y los que se pudren en esa inmensa cárcel que fue España, en ese campo alambrado que fue Europa entera. El puerto y El último piso contienen variaciones básicas sobre el tema y establecen una nueva angustia, la de volver. Con razón, el recuerdo de la frase de Cesare Pavese está presente en el ensayo de Monleón: "Lo malo del transtierro es la vuelta."

El teatro de Max Aub fue bien representado en México. En 1944, Celestino Gorostiza dirigió la puesta en escena de La vida conyugal. A la deriva fue representada bajo la dirección de Luz Alba, en el penal de las Islas Marías. El grupo teatral, El Tinglado, llevó a la escena Los guerrilleros, en el Teatro de Electricistas en 1948 y La cárcel obtuvo el premio del Festival de Teatro de México, en 1963, representada por un grupo de la ciudad de Oaxaca. Debo recordar que La vuelta, 1947, se estrenó en el teatro del Sindicato de Telefonistas y que en su puesta en escena actuaban las tres hijas de Max: María Luisa, Elena y Carmen. Otras obras de Max fueron llevadas a escena tanto en teatro como en adaptaciones para la televisión. Su figura de hombre de teatro, sus consejos, su tarea de cronista y de crítico constituyen una influencia muy importante para todos los que, de alguna manera, hemos estado ligados al fenómeno teatral mexicano.

No quisiera terminar esta perspectiva mexicana de la persona y la obra de Max sin referirme a su poesía y a su trabajo crítico sobre la poesía mexicana. Dice Prats Rivelles que, cuando le dijo que deseaba hablar de su obra poética, Max le contestó: "Le advierto que tengo muy mala opinión de mí, desgraciadamente, como poeta." La opinión de Max es respetable, pero yo no la comparto, por lo menos en lo que se refiere a un estremecedor y originalísimo libro de poemas: Diario de Djelfa. De esta poesía se aferraba Max para sobrevivir en medio de los horrores del campo de concentración africano. Poesía de nostalgia, pero también de afirmación de una voluntad de vida en medio de la desolación y de la presencia cercana de la muerte. Estos poemas mantuvieron unidos a los soldados del ejército español que, al lado de Max, vivían los horrores del campo de concentración. Su elemento principal es el recuerdo, la nostalgia acuciante:

Cuando ya no me saludes
–quizá esté desenterrado–
Tu jugarás con los árboles
y yo con el verde Tajo.

(Continuará)

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