Usted está aquí: lunes 15 de enero de 2007 Deportes Ausente en la México, El Pana se robó ayer la tarde

Ausente en la México, El Pana se robó ayer la tarde

LUMBRERA CHICO

Una semana después de la conmoción provocada por la fuerza de Rodolfo Rodríguez El Pana, la Plaza México volvió a registrar media entrada ayer toda vez que la gente regresó hechizada por los ecos del domingo anterior. En los comederos aledaños, quienes no habían asistido al milagro en persona relataban lo que había repetido la televisión, pero quienes fueron testigos presenciales volvían a abrir el compás y a bajar la mano derecha para recrear, platicando, los inmortales trincherazos del maestro de Apizaco.

Muchos recitaban, porque lo habían aprendido de memoria, el brindis que El Pana pronunció ante los micrófonos de los medios antes de iniciar la faena del que sería, según pensaba, el último astado de su carrera en el embudo de Mixcoac: "Quiero brindar la muerte de este toro a las hetairas, a las prostitutas, a las mujeres que venden su cuerpo para ganarse la vida; para que me entiendan, a las putas, que me entregaron sus pechos y sus muslos para mitigar mi hambre y mi sed".

Y después de pronunciar tales palabras, arrastrando los pies al caminar como los toreros clásicos del siglo XIX, se dirigió al sitio donde se hallaba el manso pero noble Conquistador, de Garfias, para cuajarle un trasteo lleno de arte, sentimiento y verdad que representa, con mucho, lo más importante que se ha hecho en la fiesta brava mexicana durante el joven siglo XXI.

Por eso la gente regresó ayer a la México, deseosa de aplaudir y aclamar las actuaciones del mexicano Ignacio Garibay y el español José Mari Manzanares junior ante un encierro de Xajay, que tenía en los chiqueros tres ejemplares bien presentados, alegres y fijos, aunque carentes de transmisión, y tres más muy venidos a menos en cuanto a presencia y bravura.

En ese ambiente de benevolencia de parte de un público ávido de gozar nuevamente la emoción que produce el toreo auténtico, como hoy por hoy sólo sabe realizarlo El Pana, comenzó la undécima corrida de la temporada 2006-2007, en la que Garibay, recién dado de alta tras una aparatosa lesión que otro toro le ocasionó en un glúteo en el mismo coso en diciembre, echó la capa a los belfos de Tecolote, de 513, para embarcarlo en sentidas verónicas, antes de llevarlo a la muleta y extraviarse en la codicia de un animal al que terminó desperdiciando y matando de discreto bajonazo.

Igual de empeñoso se vio ante Fero, de 484, que también embestía reclamando un diestro más artista y poderoso que él, pero a fuerza de correrle la mano sin gracia ni chiste y de asestarle otro espadazo en el pulmón de efecto fulminante, logró que el público sacara los pañuelos y el juez Miguel Angel Cardona, a regañadientes, le otorgara una oreja.

Manzanares, por su parte, pasó inédito ante el manso Josecho, de 500 kilos, y el descompuesto Ajenjo, de 486, para sacar la casta y estirar el cuerpo en plásticos lances ante Pacharán, de 553, al que por la mismas razones que su alternante le cortó también una oreja. Pero nada de lo que sucedió ayer tuvo la menor relevancia ante la inolvidable hazaña de El Pana, a quien la gente quiero verlo de nuevo y lo aguarda con ansiedad.

 
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