Ojarasca 117  enero 2007


 


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maniqui

 

Cuento maya

Sinsirito y el pequeño Juan

En cierta ocasión un campesino fue a su milpa a cosechar macales en compañía de su mujer. Luego que cosechó abrió una zanja y puso sus macales a cocer en ella para hacer pibimacal y cuando hubo enterrado el pib, dejando a su esposa al cuidado de él, marchó a los alrededores de la milpa a buscar miel silvestre. Cuando regresó no halló a su mujer. El sinsirito se la había robado y por esto comenzó a llorar. Un toro que por ahí pastaba oyó sus quejas y se acercó a preguntarles porqué lloraba. Le explicó la causa de su llanto y el toro al oírla le dijo que él podría rescatarla, pero quería saber qué cosa recibiría en pago. El campesino le ofreció un zacatal. Hecho el trato fuéronse ambos donde el sinsirito habitaba. Cuando llegaron penetró el toro a la casa y dijo: "Sinsirito, maldito ladrón de esposas, entrégale la suya al campesino". El sinsirito enfadado se levantó de su hamaca, tomó su escopeta y mató al toro. El pobre campesino se fue llorando de nuevo. En su camino halló a don Chacmool y al verlo lloroso le preguntó qué lloraba. Otra vez el hombre explicó que su esposa había sido secuestrada por el sinsirito. "¿Qué me darías como premio si te ayudase a recuperarla?", dijo don Chacmool. El campesino respondió: "Dos toros y dos cerdos". Aceptó el jaguar y fueron al rescate. Cuando llegaron penetró el animal a la casa del sinsirito y le dijo como el toro: "Sinsirito, maldito ladrón de esposas, devuélvele la suya al pobre campesino". El sinsirito nuevamente se levantó, tomó su escopeta y mató al jaguar. El pobre campesino llorando regresaba de nuevo a su casa cuando encontró al pequeño Juan, quien le hizo también la pregunta: "¿Qué cosa lloras, buen hombre?" Explicó una vez más éste lo que le acontecía y el conejito le dijo: "Si me dieras tu frijolar grande, iría a ayudarte a recogerla". "Pero infeliz animalito, ¿qué cosa podrás hacer tú? Otros muchos mayores no pudieron sacarla" --le respondió el hombre. "Ah, pero los que tienen grande el cuerpo no sirven para nada; quien tiene cuerpo pequeño tiene gran inteligencia" -- replicó el pequeño Juan. El labrador a su vez aceptando díjole: "Bien. Sólo deseo que no te maten. Te daré mi frijolar". El conejo entonces ordenó: "Ve a preparar un chuj de achiote desleído, uno de agua y otro más de masa de maíz, poco desleída". El campesino fue a cumplir la orden, trajo lo pedido y fuéronse en busca del sinsirito. Cuando llegaron ante la casa de éste, el pequeño Juan cavó un agujero y por él penetró llevando las tres calabazas. El sinsirito continuaba en su hamaca. El astuto conejito se le acercó y le habló en términos semejantes a sus antecesores. El sinsirito se levantó y pretendió dar un pisotón al animalito que le hablaba, pero éste ágilmente se apartó y repitió sus anteriores palabras. El sinsirito repitió a su vez sus intentos, pero, al fracasar de nuevo, corrió tras el conejo, mas el conejo fue y vino, vino y fue, cansando a su perseguidor. En un momento dado el pequeño Juan cogió la calabaza de agua y la estrelló contra la cabeza del sinsirito; dio éste un grito y exclamó: "¡Ay!, pequeño demonio, me has hecho sudar a mares, tú tan pequeñito!" "Te ha salido sudor a mares; así te saldrá la sangre" replicó el conejo corriendo de nuevo, y mofándose del sinsirito. Éste continuó en su propósito de pisotearlo sin lograrlo, cansándose cada vez más. En el momento más propicio el pequeño Juan cogió la calabaza llena de achiote desleído y también la estrelló sobre la cabeza de su enemigo, quien al sentirse bañado con un líquido rojo gritó: "Pequeño demonio, me has sacado sangre". El conejo Juan gritole a su vez: "Te ha salido sangre. Así te saldrán los sesos". Continuó la persecusión, fatigándose inútilmente el sinsirito. El animalito, aprovechando este cansancio, cogió la última calabaza, la de la masa semidesleída e hizo con ella lo mismo que con las anteriores. El malvado y ya vencido sinsirito, casi sin alientos, masculló: "¡Ay, ay, me has sacado los sesos de verdad!" y volviéndose hacia la mujer que azorada veía la lucha, continuó: "Por ti ha sido, vieja endemoniada. ¡Vete!" Diciendo esto la desligó y de un empellón la sacó. Ella regresó con su marido y el pequeño Juan fue satisfecho a disfrutar del frijolar, su premio.
 
 

 
Este relato, recogido en la tradición oral maya en la primera mitad del siglo xx, refleja un modo y un ojo para aproximarse a las culturas indígenas. Alfredo Barrera Vázquez recopiló una serie de relatos, transcritos originalmente en maya e hizo una traducción, "aunque fiel en sus partes, no literal", según confiaba en su presentación a Cuentos mayas en 1947, en el volumen 29 de la Colección Lunes, que los hermanos Pablo y Henrique González Casanova editaron por entonces para difundir relatos ejemplares de América Latina. En 2005 la Universidad Nacional Autónoma de México reeditó en facsímil todos los cuadernos de aquella colección.

Barrera Vázquez anota que el sinsirito "es posiblemente una transformación de las Tzitzimime, demonios estelares de los nahuas que bajaban a la Tierra a causar daño". En algunas partes de Yucatán este personaje se llama Sinsirito, mientras en Chiapas y Oaxaca recibe nombres "que son variantes de Tzitzimime".



El desconstruccionista y graffitero AK-47 en un barrio demolido por el gobierno. Pekín, 1999. Fotos: Mark Leong
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