Usted está aquí: domingo 21 de enero de 2007 Política Una cosa y otra cosa

Guillermo Almeyra

Una cosa y otra cosa

El socialismo, si se logra, será obra de la evolución en la conciencia, en la solidaridad, en la unidad, en la movilización y organización de los trabajadores, los pueblos originarios y de los que antes los franceses llamaban peuple menu ("pueblo pequeño", o sea los más pobres y desorganizados, no proletarios, los ambulantes, todo-trabajo, los campesinos) a escala no nacional sino mundial. El socialismo no lo harán los socialistas (que, cuando mucho, ayudarán a difundir su necesidad y a crear sus bases) sino los trabajadores mismos. No depende de un Líder, Jefe, Salvador o Comandante sino de los millones que en todo el mundo deben adquirir conciencia y capacidad colectiva para prescindir, precisamente, de líderes supremos, porque serán todos líderes en sus comunidades respectivas.

La independencia política de los trabajadores y su autorganización autónoma y autogestiva ­esta vez a escala nacional­ son, por consiguiente, conditio sine qua non de la lucha por el socialismo y, a la vez, de la construcción de las bases de éste como construcción, desde las bases mismas de la sociedad, es decir, desde los explotados y oprimidos, de un Estado administrador, diferente y democrático en un proceso mundial que, al elevarse la conciencia de todos, pueda conducir paulatinamente a la desaparición del Estado opresor actual.

Históricamente, anarquistas y partidarios de Marx, más muchas otras corrientes socialistas anteriores, compartían esa visión. Sin embargo, se desarrollaron el "marxismo" y después el "marxismo-leninismo", o sea versiones nacionalistas, dogmáticas y deterministas del pensamiento original marxiano, que fue traicionado y enterrado, y el anarquismo se fragmentó, sectarizó y pasó por múltiples avatares nefastos. Por consiguiente, si se quiere avanzar hacia el socialismo en nuestro siglo (no de nuestro siglo, porque nunca hubo socialismo y, por lo tanto, el aún por venir no puede diferenciarse de algo que no tiene precedente), hay que hacer un balance teórico de las corrientes, tendencias y experiencias pasadas al mismo tiempo que, desarrollando las bases para el socialismo, se está atento, también teóricamente, a las nuevas formas y relaciones que surgen al afirmarse ­dentro mismo del capitalismo­ elementos de doble poder.

Por ejemplo, los indígenas ecuatorianos dieron un bastón de mando, símbolo del poder en sus comunidades, al presidente del aparato estatal, Rafael Correa. Eso es importante, porque indica confianza y apoyo, y permite a éste luchar para tratar de transformar el aparato que preside (y del cual es prisionero). Pero podría ser peligroso si la independencia del movimiento social indígena se hipotecara, dejando las soluciones sólo en manos del gobierno estatal y no en las de las comunidades mismas en alianza con un sector del aparato estatal (que no tiene apoyo en el Parlamento ni en la mayoría de las fuerzas armadas). Sin el desarrollo en los sectores populares de gérmenes de autogobierno y de doble poder frente al poder del Estado la conciencia política y la autorganización, bases esenciales del socialismo, no progresarían.

Otro ejemplo: como sucedió con la APPO en Oaxaca, el pueblo de Cochabamba, en Bolivia, a costa de muertos y heridos rechazó al prefecto (gobernador) reaccionario y en un masivo cabildo abierto exigió su deposición. Evo Morales, contra el cual está dirigida la maniobra nacional e internacional que pretende presentarlo como un dictador para justificar una intervención extranjera, busca ahora una forma legal ­apoyada en las movilizaciones­ para echar a quien trabaja a favor de la división física del país y de la guerra civil interétnica. Convoca pues a un referéndum revocatorio que puede ser aplicado a todo mandatario incluyendo al presidente mismo. O sea, estatuye el importante derecho democrático a la revocación de los mandatos por decisión popular. La ultraizquierda, ciega como siempre, dice que eso favorece a la derecha y pretende nombrar, minoritariamente, en plaza pública y sin forma legal alguna, otro gobernador. Los movimientos sociales, sin perder su autonomía, aceptan en cambio seguir el camino legal, movilizar y concientizar a la mayoría de la población para el referéndum y, manteniendo sus acciones, construir un gobierno democrático en Cochabamba. No ceden su iniciativa ni su representación al gobierno que impusieron con sus movilizaciones y con su voto, pero junto al mismo no regalan la vía legal e institucional a la derecha oligárquica. Desarrollan el doble poder y dan esa base al aparato estatal al cual apoyan y que de ellos depende.

El desarrollo de la autorganización, de la confianza en sí mismas de las bases sociales de un gobierno que quiere cambiar socialmente el país, es el elemento fundamental para afirmar gérmenes de poder popular, el cual no es posible sin la independencia política frente al aparato estatal de la misma gente que apoya a dicho gobierno. El centralismo y el paternalismo y la sustitución de la creatividad y energía de las bases las instrumentalizan y, lejos de engendrar miles de líderes y conciencia, crean millares de oportunistas, aprovechadores y burócratas colgados de las tetas del Estado y, por razones de interés material, acríticos frente a la dirección de éste. En vez de fomentar el desarrollo de las condiciones para el socialismo, tales actitudes castran los incipientes gérmenes de doble poder cuyo desarrollo es una de las precondiciones para acabar con el capitalismo. Si agregamos que, con la caída del precio internacional del petróleo, habrá menos recursos para el sustitucionismo estatal de la energía popular, es muy urgente aprender del pasado qué problemas surgieron y, al mismo tiempo, eliminar el pragmatismo y la superficialidad en todos los proyectos y acciones en pro del socialismo.

 
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