Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 21 de enero de 2007 Num: 620


Portada
Presentación
Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
Tres poemas inéditos
de Hölderlin
La cita
CLAUDIA GUILLÉN
Los traidores
(farsa circular)

JUAN TOVAR
Los perros de Estambul
RICARDO BADA
Alta infidelidad: bovarysmo a la inversa
ADRIANA CORTÉS
entrevista con ROSA BELTRÁN

Columnas:
Mujeres Insumisas
ANGÉLICA ABELLEYRA

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

Cabezalcubo
JORGE MOCH

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

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Reseña de Jorge Alberto Gudiño Hernández sobre Un canto pletórico


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ANGELICA ABELLEYRA

LORENZA GUTIÉRREZ: DIGNIFICAR EL TRABAJO EN CASA

Creció en medio del campo, al cuidado de chivos y borregos. A los trece años emigró a la ciudad y sus motivos de atención cambiaron; los animales y naturaleza se convirtieron en duela para encerar, trastes para lavar, muchas camisas para el planchado y casi nada de vida más allá de la puerta. Ahora, después de abandonar el oficio de trabajadora doméstica que desarrolló por diez años, Lorenza Gutiérrez (Oaxaca, 1976) dignifica esa labor por medio de la capacitación y asesoría a sus compañeras en derechos laborales y de salud sexual y reproductiva entre jóvenes indígenas. Así trata de minar el hábito de maltrato y discriminación hacia las empleadas del hogar que, como ella, viven muchas veces relegadas en el cuarto más desvencijado de la casa, enfrentan a señoras que les llaman criadas, sirvientas y se confrontan consigo mismas ante una actitud de negación de su raíz indígena.

Con un padre golpeador al que retaba todo el tiempo, Lorenza dejó la casa familiar desde pequeña y creció con sus abuelos maternos mientras estudió la primaria en su pueblo oaxaqueño de Santa María Tlahuiltoltepec. Con la mira puesta en Ciudad de México para continuar con la secundaria, viajó a la capital junto a su hermano mayor. Sin embargo, la posibilidad de estudiar no se materializó por falta de dinero y la joven mixe empezó a trabajar en una casa por 80 pesos mensuales. La estancia en diferentes hogares se multiplicó, pero aún cuando a veces el trato de sus empleadores era digno, la constante fue siempre de bajos salarios, la nula oportunidad de seguir estudiando y una discriminación velada o abierta por su naturaleza mixe.

Lorenza cayó en el juego de subrayar sus diferencias respecto de quienes la rodeaban. No quería ser indígena ni usar los trajes típicos de la región, así que comenzó a vestirse de falda corta y zapatillas, maquilló en demasía su rostro y la depresión la sumió en el letargo por un año. El panorama se aclaró un poco cuando, a la par de continuar trabajando en una casa, empezó a tomar clases de cocina donde no sólo se preparaban recetas, sino también se empezaba a hablar de las ínfimas condiciones de trabajo de las empleadas en casa y la vulnerabilidad jurídica de sus derechos laborales. Ella se dio cuenta de que el abuso contra las jóvenes recién llegadas del campo era similar y frecuente, así que renunció al trabajo en casa, se fue a vivir con unos tíos y comenzó a dar pláticas y seminarios a colegas suyas sobre derechos en el trabajo, enfatizando la condición generalizada de género y origen para este colectivo: ser mujeres e indígenas.

Inició como coordinadora de un organismo llamado Expresión Cultural Mixexaam, donde generó encuentros entre jóvenes indígenas y se ofrecían clases de primaria y secundaria, talleres de cocina, planchado, nutrición, primeros auxilios y cuidado de niños. También gozó de un proyecto de coinversión con el gobierno del df para formar a empleadas del hogar en derechos laborales e indígenas, y luego fue educadora de adultos mayores adscritos a los centros de la Secretaría de Salud.

Ahora, Lorenza ya no tiene ningún empacho en hacer oír su voz. Toma un diplomado sobre jóvenes, derechos y sexualidad, además se especializa en asuntos laborales de las trabajadoras del hogar y espera participar de forma activa en la futura discusión del tema en el marco de la Ley del Trabajo, donde advierte lagunas para el colectivo. Algunas de ellas son la falta de precisión en el tema indígena, pues mayoritariamente este colectivo se integra por mujeres de ese origen, no se determinan con claridad los períodos de descanso ni el respeto a los usos y costumbres que marcan a las comunidades ancestrales, así como el respeto al uso de la lengua y vestimenta originarias.

También le gustaría subrayar la presencia de estos temas en los medios de comunicación, como la beca que obtuvo del organismo Semillas para realizar una campaña de información sobre los derechos de compañeras de oficio en cápsulas de tv, carteles y una página de internet (www.empleadasdelhogarindigenas.org.mx). Madre recién estrenada, dejó de trabajar en casas hace tres años. Espera no tener que regresar a laborar en ellas, pero dice que si fuera necesario lo haría, aunque reforzada en su idea de poder negociar con sus empleadores las condiciones de un trabajo digno y bien pagado, sin ser llamada nunca más chacha, sirvienta o india María, sino trabajadora del hogar, portadora de un oficio respetable y potenciado por su condición de mujer e indígena.