Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 21 de enero de 2007 Num: 620


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HUGO GUTIÉRREZ VEGA
Tres poemas inéditos
de Hölderlin
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Los traidores
(farsa circular)

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Tres poemas inéditos de Hölderlin

Hölderlin es considerado el poeta de la poesía, el poeta de los poetas (Heidegger). No obstante esto, el gremio de los poetas mexicanos no parece tener nada que decir de importante al respecto. Casi todo lo que rodea a Hölderlin es admiración, pero admiración muda, que no dice prácticamente nada, o muy poco. Lo que sabemos de él casi siempre proviene de España, a través de traducciones, casi siempre defectuosas, descuidadas, apresuradas o chambonas –con excepción de las de Jenaro Talens, pero eso nadie, o casi nadie, lo sabe, pues nadie lee a Hölderlin directamente en alemán ni tiene forma de comparar. Como parte de un trabajo de comprensión y aporte al verdadero conocimiento de su poesía es que presento estos tres textos inéditos en nuestra lengua.

Los poemas que traduzco a continuación nunca habían sido traducidos al castellano, y los dos primeros fueron publicados en la edición de 1913, Sámtliche Werke, Brand v, la célebre edición histórico-crítica de N. von Hellingrath. Ambos aparecen, uno detrás del otro, en el célebre Stuttgarter Foliobuch, un cuaderno de ochenta y cuatro páginas compuesto originalmente por cuatro grupos de hojas dobles, cuyo núcleo central es la tercera redacción de la tragedia Empédocles, probablemente de 1700. Aunque la mayoría de los textos del libro en folio datan del verano de 1800, cuando el poeta estuvo en casa de Landauer, en Stuttgart, parece que siguió utilizándolo hasta 1803 o 1804. El libro en folio contiene, además de fragmentos del Empédocles, algunos escritos de poética vinculados a la composición de la tragedia, pero principalmente contiene borradores de poemas. Una de las constantes del cuaderno es la presencia de símbolos gráficos que remiten presumiblemente a la teoría de la alternancia de tonos, lo que muestra que Hölderlin compuso sus poemas esforzándose en seguir un esquema preciso, que prevé la alternancia de imágenes y timbres fonéticos.

El primero, "Die Bacchantinen des Eurípides", es un poema que le sirve a Hölderlin como una suerte de compendio mitológico a través del cual el autor recopila los rasgos esenciales de Dioniso, a quien hasta ese momento no había prestado la atención necesaria. En este sentido, la traducción de los primero veinticuatro versos de Las bacantes resulta emblemática, aunque sea imposible establecer qué edición utilizó para este trabajo. El pasaje lo tradujo buscando reproducir el orden de la construcción gramatical griega. Incluso la métrica –los versos son casi siempre trimétricos yámbicos irregulares– busca corresponder con el original. El segundo, "Wie wenn der Landmann am Feiertage das Feld", es en realidad un fragmento en prosa sin título que interrumpe en el libro en folio la traducción del prólogo de Las bacantes, de Eurípides, y es reproducido en este caso siguiendo la disposición de las líneas en el manuscrito, que prefigura rítmicamente la sucesiva disposición en versos aquí seguida. El tercero es un texto absolutamente desconocido, "In lieblicher Bläue", extraído en realidad no del original manuscrito del poeta, al parecer perdido, sino de la reproducción que hace de éste su amigo Wilhelm Waiblinger, quien redactaría la primera biografía del poeta. En su diario, poco antes de comenzar la redacción del Phaëthon (Stuttgart, 1823), el 3 de julio de 1822, el joven escritor suizo anota las impresiones de una visita a Hölderlin, y agrega haber recibido de la familia Zimmer un manuscrito del poeta con un himno en versos pindáricos que hablaría del dolor de Edipo y de Grecia, y en el cual aparece con frecuencia el adverbio nämlich. Todas estas características aparecen en el texto en prosa que la novela reproduce, y que se supone son el ejemplo de lo que el escultor loco, protagonista de la obra, hace, con la única observación de que el texto original habría sido concebido en forma de versos, según un esquema pindárico. Todo parece indicar que Waiblinger reprodujo en prosa el himno de Hölderlin en su visita de 3 de julio. Debido a la falta del manuscrito original, es imposible establecer la autenticidad del texto, aunque los especialistas concuerdan en que los análisis no sólo estilísticos, sino incluso estadísticos, hacen recordar el resto de la obra del poeta. El poema es, de cualquier manera, fascinante, no sólo por el contexto histórico y cultural, sino porque representa el ejemplo de la escritura del poeta en el momento en que literalmente pierde la razón, y demarcaría, con absoluta precisión, la fecha en que Hölderlin se aísla del mundo externo para introducirse en el mundo de Scardanelli. La traducción aquí presentada respeta la disposición en prosa y no busca, pese a que algunos críticos lo han hecho, reconstruir la disposición en verso del texto original. A este poema me he referido extensamente en un estudio inédito sobre la locura y la inspiración daimónica, que espero vea pronto la luz. Estos poemas forman parte de la antología poética, Bajo un cielo favorable están los poetas, inédita hasta el momento.

José Manuel Recillas

Las bacantes de Eurípides

He venido, hijo de Jove, a esta tierra de Tebas,
Dioniso, que alumbré una vez a la hija de Cadmo,
Semele, fecundada por el fuego de la tempestad.
Y tomando figura mortal, al sitio del dios,
aquí estoy, en el bosque de Dirce, al pie del Ismeno.
El sepulcro de la madre veo, de aquella que fue en el fulgor,
allá, junto a las casas y las ruinas de las salas
humeantes, donde ahora vive la flama del fuego divino,
la eterna violencia de Hera contra mi madre.
Alabo al sagrado Cadmo, que aquí en el campo
lloró a la hija el árbol del higo. Lo he circundado
con el aroma de la uva y el verde de las vides,
y de lejos, de la tierra colmada de oro de los lidas,
de los frigios y los persas, golpeada por la luz,
en el muro de la Bactriana, a través del campo tempestuoso
de los medos, a través de los dichosos árabes,
y vagando por la eterna Asia, que yace junto a las aguas
saladas, para unos y otros, griegos y bárbaros
entre ellos confundidos, roca de ciudades con bellas torres,
así llegué aquí en una ciudad griega por vez primera
para conducir mi coro e instruir mis misterios,
pues sólo a los hombres como espíritu visible soy.
Por primera vez en Tebas, aquí en Grecia,
he elevado mi grito, tensando la piel de los ciervos

Como cuando el campesino el campo en fiesta1

Como cuando el campesino el campo en fiesta
sale a ver al atardecer, cuando
del caluroso aire caen refrescando rayos
todo el día, y aún lejano reverbera el trueno,
y de nuevo en su ribera el arroyo se hunde,
pero más fresco verdea el prado y el grano
se aproxima, restaurado por la lluvia del cielo
y brillan bajo el quieto sol los árboles del bosque,

así, ahora bajo un cielo favorable están
los poetas. Que ningún maestro solo, la
maravillosa, omnipresente, educa, (salvo) con ligero
abrazo, la potente, hermosa y divina naturaleza.
Por esto, cuando parecen dormir en épocas
del año, en el cielo o entre las hierbas o entre los
pueblos, también el rostro de los poetas está de luto, y parecen solos.

Y como el ojo del héroe anunciando victoria,2 de los poderosos
el pensamiento es inflamado, así ahora se enciende
en los actos vitales un ascua en el alma de los poetas
y lo que primero sucede apenas advertido por nosotros, durmientes,
lo que ahora sucede diariamente, en divino significar
es manifiesto y un nuevo sol brilla sobre nosotros,
distinta florece la primavera, con el rumor del bosque,
movido por el hálito divino,
así el estrépito del día vibrando nos rodea,
y amorosamente el sueño de la noche tan sólo entonces ve

Y cantaremos

y cuando el recuerdo de un mundo en nosotros
resonase, ¿deberá sonar como si el dedo
de un niño intencionalmente
la cítara del maestro tocase? Oh, no gastéis
su cítara ni os burléis
así del maestro, pues cuando su espíritu,
y así vibramos,

¡él así no escucha! Pero
otros escucharán el canto, que similar
a la vid surgió de la tierra y de sus llamas
y del sol en el cielo
y de las tormentas, que en el aire y
lleno de misterios se prepara, vagando
entre cielo y tierra, entre los pueblos,
pensamiento es del espíritu divino
terminando quietamente en el alma del poeta,
a la entonces conocida, desde siempre reposa
en conocida eternidad, de lejanos recuerdos
tiembla el alma en su profundidad,
y el alma, inflamada por lo divino,
fruto del amor nacido,
es obra del cielo y del hombre
que el canto libera, dando fe de ambos.

Así acertó
y ahora todos beben sin peligro del divino fuego
pero a nosotros, poetas, nos corresponde
permanecer con la testa descubierta bajo
las tormentas del Dios, y los
rayos del padre, ellos también, también ellos,
empuñar, y envueltos, y atemperados
en el canto de los hombres que amamos, al divino
don llegar. Y si puros nuestros corazones,
si inocentes serán, como niños, y puras de impiedad
nuestras manos, entonces no matarán, no destruirán lo sagrado,
y agitado en lo hondo permanece del íntimo corazón, pero firme,
participando de las penas de la vida, de la divina
cólera de la naturaleza y sus delicias, que el pensamiento
no conoce. Pero3 si por otra
flecha una herida autoinflingida me sangra el corazón,
y perdida en el hondo la paz, y el libre modesto apagarse,
y la quietud, y la ausencia me conducen a la
opulencia de la mesa divina, cuando en torno a mí

(...)4

y dije, seré llevado a mirar
a los Celestes, ellos mismos me llevan
al hondo abismo entre los vivientes todos,
el falso sacerdote, que yo, por las noches
el temeroso canto advierte
cantos a los inexpertos.

En el amable azul

En el amable azul florece con el metálico techo el campanil. Lo circundan los chillidos de golondrinas en vuelo, lo envuelve el más conmovedor azul. El sol lo domina e ilumina las láminas, pero en lo alto la bandera quieta canta en el viento. Y si alguno desciende esas escalinatas bajo la campana, hay una vida en la quietud, pues cuando la figura está tan aislada, entonces la ductilidad del hombre emerge. Las ventanas desde donde resuenan las campanas son como puertas ante el umbral de la belleza. Es decir, puesto que las puertas son ahora como la naturaleza, semejan los árboles del bosque. Pero pureza es también belleza. Un grave espíritu surge al interior de lo diverso. Y tan simple sean las imágenes, sagradas son también, que uno teme describirlas. Los Celestes, empero, siempre benignos, tienen todo a la vez como quien es rico, virtud y felicidad. Es válido que el hombre los imite. ¿Es lícito, si la vida es puro cansancio, que un hombre se asome a mirar y diga: así quiero ser también? Sí. Hasta que la gentileza, pura, se conserve en su corazón, el hombre no se mide infelizmente con la divinidad. ¿Es desconocido Dios? ¿Es manifiesto como el cielo? Esto creo, más bien. Del hombre es la medida. Colmado de méritos, pero poéticamente, reside el hombre sobre esta tierra. Pero la sombra de la noche con las estrellas no es más pura, si me es dado decirlo, que el hombre, que imagen de la divinidad es llamado.

Versiones de José Manuel Recillas

Notas del traductror:

Texto en prosa rítmica, no corregido y en estado fragmentario. La reproducción en verso que hacemos sigue la distribución, línea por línea, del texto original. Esto incluye las separaciones de palabras en alemán, que la traducción omite, así como algunas tachaduras y enmiendas, todas las cuales aparecen señaladas.

2 El texto original propone dos opciones: siegverkürdend y freudiger (con más dicha), la primera en la parte superior de la línea, y la segunda en la inferior. Elegí para la traducción la primera.

3 Hölderlin tachó, después de Aber, la expresión adverbial weh mir, y la primera palabra del siguiente verso, Pfeile, flecha, así como suprimió, pero no eliminó del todo, el adjetivo anderem. Mantenemos estos dos últimos en la traducción para la cabal comprensión del pasaje.

4 Línea tachada por Hölderlin: weh mir! mich O daB ich dann nicht sage: "Ay de mí, Oh, que no lo diga".