Usted está aquí: lunes 22 de enero de 2007 Política Rudeza innecesaria

Gustavo Iruegas

Rudeza innecesaria

Aprovechando que la mayoría de los embajadores y cónsules de México procuran acomodar sus tiempos y dineros para pasar en México las fiestas de fin de año, la cancillería organiza, hace ya tres sexenios, una reunión en la que los jefes de las misiones diplomáticas y consulares actualizan sus conocimientos y sus contactos. Al final de la reunión suelen ir a visitar al Presidente en su residencia o en Palacio Nacional. Ahí tienen la oportunidad de estrechar su mano y de escuchar sus reflexiones, orientaciones e instrucciones. Esta vez fue, en varios sentidos, diferente.

El pasado martes 9 de enero, el señor Felipe Calderón fue a la cancillería y, ante los embajadores y cónsules de México, pronunció un discurso que debe entenderse como el dictado de las directivas de política exterior para su gestión.

Entre los párrafos 8 a 10 anuncia que quiere y pide al Servicio Exterior una política exterior responsable y activa. Es un buen comienzo porque agrega al ejercicio diplomático algo de lo que careció todo el sexenio anterior: responsabilidad. Activismo sí hubo, aunque errático.

Hay otro enunciado, éste sí verdaderamente cuestionable: "... que asuma el liderazgo que México debe asumir en los distintos foros y regiones del mundo..." La petulancia de pensar que México puede ser superior, jefe o ejemplo para otros países ­un vicio foxista­ se repite atávicamente.

Más adelante se explica a los diplomáticos mexicanos, en cinco párrafos, qué es la globalización y en los siguientes nueve se plantea lo que parece ser la esencia del pensamiento internacional calderonista, o quizá el de sus expertos en autoestima, superación personal o inteligencia emocional. Y dice: "... los mexicanos queremos un México que no sólo compita, sino que gane"... "un México ganador, fuerte y seguro de sí mismo." Luego, aporta (#21 a #24): "Estudios muy serios de prospectiva realizados a finales de 2006 muestran como una posibilidad que para el año 2050, México puede ser la cuarta economía más grande del mundo". Y después pregunta: "¿De qué depende ello?" Y nada responde, aunque dice: "Depende, precisamente, de lo que hagamos ahora, depende de las decisiones que seamos capaces de emprender, depende de la convicción y la firmeza con la que hagamos las cosas." El documento está lleno de lugares comunes y propuestas retóricas como la vieja necedad de que los embajadores se conviertan en vendedores con chistera, o frases efectistas pero vacías como "que haya más mundo en México y más México en el mundo." No obstante hay algunas ideas que, por desafortunadas, vale la pena señalar especialmente.

Dos instrucciones expresas (#26 y #27) resultan muy importantes porque aluden al fraude electoral que dio origen a su régimen y a la inseguridad imperante en el país: "Que cuando se cuestione la intensidad política de nuestra joven democracia puedan ustedes resaltar con claridad y sin titubeo la manera clara y la fortaleza demostrada de nuestras instituciones." Enseguida recomienda: "Que ante las dudas sobre la seguridad en México hablen ustedes de la convicción resuelta y decidida del pueblo y del gobierno para derrotar a la criminalidad, y que en suma, promuevan a México como lo que es, como queremos que sea y muy pronto como uno de los mejores destinos de inversión en el mundo y, sin lugar a dudas, uno de los sitios que en el mundo hay que visitar." Son dos abiertas exhortaciones a mentir; la segunda complicada con un galimatías sobre el ser, el querer ser y la publicidad turística.

Más, mucho más preocupante aún, es el contenido de los párrafos 31 y 32: "... es indispensable que se asuman ustedes como lo que son, representantes, y dignos representantes de México, de sus instituciones y de su gobierno. Para hacerlo es indispensable en elemental congruencia que se tenga la lealtad con el país, con sus instituciones y con su gobierno; una lealtad y un respaldo claro y sin ambigüedad."

¿De dónde surge en la mente del señor Calderón la necesidad de que el servicio exterior sea leal? ¿Del temor de que las temibles potencias extranjeras logren sonsacar a nuestros diplomáticos para que les revelen el secreto de cómo México antes de 50 años, será la cuarta economía del mundo y se pondrá a la vanguardia de la ciencia, la medicina y la tecnología? No hace falta; la única potencia interesada cuenta ya con la colaboración clara y entusiasta de la administración derechista. Además, México no tiene secretos de Estado. Lo que tiene son secretos de familia; es decir, chismes.

El Servicio Exterior Mexicano (SEM) es una de las instituciones nacionales más antiguas y sólidas de México. Nacionalista y progresista, sus integrantes se han caracterizado por su institucionalidad y aún los provenientes de las familias conservadoras han sabido enaltecer su nombre y su prestigio. De tal manera que la lealtad institucional del SEM no puede estar en duda y el simple hecho de solicitarla ­como sucedió con el Ejército­ implica una afrenta. Se hace aparente entonces que la lealtad que solicita el señor Calderón es hacia su propia persona. Porque la necesita.

 
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