Usted está aquí: miércoles 24 de enero de 2007 Opinión El adiós de un cazador furtivo

Arturo Cano

El adiós de un cazador furtivo

¿Qué canción recuerdas, Ricardo? Y Ricardo ­así pedía ser llamado en países de habla hispana­ se daba tiempo para el pellizco nostálgico: "Paloma negra, con Lola Beltrán, a quien conocí. Y esa otra de cutucu..." "¿Cucurrucucú?". "Sí, esa", decía Ricardo, y alzaba su caballito. Y salud, por el maestro.

Ryszard Kapuscinski terminó esa noche en Garibaldi, en medio de mariachis, apurando los tequilas de 23 años sin pisar este suelo donde hay muchos de sus aún maravillados lectores. También recordaba una frase mexicana: "Esta es su casa".

Esto ocurrió en octubre de 2001, en los descansos de un taller organizado por la fundación de Gabriel García Márquez. Ricardo volvió poco después, en septiembre de 2002, de paso hacia Argentina, donde impartiría otro taller, porque ya para entonces se daba el lujo, y así lo presumía, de echar a andar su curiosidad donde le viniera en gana. Los zapatistas tuvieron que ver en su venida a México y los piqueteros con su marcha al sur.

En 2001, los participantes tuvimos el delicioso honor de tener al Nobel y al candidato al Nobel ­lo fue en sus últimos años­ en la misma mesa, despotricando contra las entrevistas.

Pero la voz cantante era la de Ricardo. No había duda después de escuchar al colombiano: "Soy el mejor, más antiguo e intenso lector de Kapuscinski".

En 1967, cuando gozaba Paloma negra, Kapuscinski era un joven reportero de la agencia polaca de noticias (un "esclavo", decía). Al volver a México ya tenía su facha de médico de pueblo, amable y bonachón, siempre incómodo con la corbata que nunca apretaba.

El viejo maestro iba de sus reflexiones sobre las guerras de hoy y las revoluciones que le tocó cubrir, a los secretos del oficio periodístico. Machacaba, en su excelente español (su séptimo idioma), la necesidad de leer y leer, y también subrayaba su desprecio por la grabadora. "Cuando se desgraba resulta que 90 por ciento es basura. Escuchando, selecciona uno las cosas más importantes. Con la grabadora sentimos que no necesitamos seleccionar". "Que no necesitamos cerebro", completaba García Márquez.

Aquí, se ofrece una versión libre de sus palabras, recogidas en aquel taller y en una comida efectuada 11 meses después, acaso salpicadas de alguna pregunta.

*Los reporteros somos cazadores furtivos de otros campos, tenemos que sacar las cosas de otras ramas, de la sociología, la historia, la antropología... Tenemos que lograr que el lector sienta que el autor tiene una formación profunda.

*La inspiración y el entusiasmo son un fuego que el tiempo apaga. El periodista debe prepararse para ello. Ser curioso. Interesarse en las cosas. Leer, leer y leer.

*La única manera que tiene un reportero de saber si lo que le dicen es cierto es ir directamente al lugar de los hechos. Muchas veces me informaban que tal o cual lugar había sido tomado, ya por la fuerzas del gobierno, ya por los guerrilleros. Casi siempre sucedía lo contrario. Si se hubiera creído en los reportes oficiales, Israel hubiera perdido tres veces su ejército y Egipto cinco veces el suyo durante la guerra de 1967.

*(Sobre Ruanda) Mandaban a periodistas a lugares que ni siquiera sabían dónde estaban. Era, con todo, una guerra muy racional, era por la tierra, una guerra de agricultores versus ganaderos en un pequeño país. Era un conflicto de la economía real, por la supervivencia. Y llegaron los corresponsales de todo el mundo para decir: "Esos negros locos irracionales, son tontos, son idiotas". Ni sabían dónde estaban. Y lo primero que hacían era usar sus teléfonos celulares.

*Para entender algo hay que entrar en otra cultura. Nunca es posible al ciento por ciento, pero hay que intentarlo. Para captar esa otredad hay que estar abierto, dispuesto.

*­¿El periodista inevitablemente se vuelve cínico?

­No creo. Lo que pasa es que a nuestro oficio entra gente que ya es cínica de por sí, gente que entra por motivos de dinero, de carrera, que no tiene nada que ver con nuestra vocación.

*Es importante tener el sentido de no saber. Es una cosa natural en un mundo cada vez más complicado, más nuevo. Si el texto tiene preguntas no es malo. El lector contemporáneo también vive en un mundo complicado.

*Muchos amigos que para mí eran los dioses de la profesión desaparecieron, nadie sabe dónde están. Ellos no se desarrollaban por sí mismos, no leían, no participaban en discusiones, pensaban que todo lo tenían en sí mismos.

*Si los periodistas nos limitamos a nuestros deberes cotidianos estamos perdidos.

*El periodismo es una profesión muy paradójica. El reportero es un solitario, que siempre está en contacto con gente nueva, en lugares nuevos, y por otro lado siempre depende de los demás.

*Al reportear, el primer contacto siempre es importante; 15 minutos de nuestro comportamiento definen qué vamos a hacer. El primer contacto tiene que ser de una relación muy intensa.

*Todo septiembre (de 2002) estuve en Nueva York. Me sorprendió ver la enorme unanimidad de los grandes medios estadunidenses; me recordó los tiempos en que el Comité Central del PCUS controlaba toda la información.

*Estoy contra las entrevistas agresivas. Prefiero que se cree una situación de confianza, quiero escucharlo si él quiere decirme.

*Para escribir Ebano tenía una biblioteca de 220 libros... y una experiencia de 40 años.

*Los poderosos nunca me interesaron mucho. Es un tipo de gente que no te puede decir nada interesante, sólo te dice cosas burocráticas.

*Para citar entre comillas casi se necesita que sean frases geniales. Uno siempre es mejor narrador que el entrevistado.

*Cada libro mío es en realidad el segundo tomo de un primero que no existe: las notas que escribí para la agencia.

*Si se escribe todo lo que se sabe el resultado será muy malo, muy flaco. Se debe escribir 5 por ciento de lo que se sabe.

*Cuando no sé cómo comenzar un libro trato de escoger la sentencia más sencilla que se pueda imaginar, como de libro para niños (a la manera de "Alicia tiene un gato"). Un día de repente recordé que vi al emperador en varias ocasiones con un pequeño perro siempre en su regazo. Y escribí la primera sentencia: "Ese era un perro de raza japonesa. Se llamaba Lu." Cuando escribí esa frase pensé que tenía el libro.

*­¿Negro?

­Nunca uso esa palabra. (Los reporteros que la usan) no preguntan si el hombre es bueno, si tiene buen corazón, buena cabeza. Y con eso esconden la descripción del hombre.

Ricardo terminaba las sesiones con la camisa arremangada y la corbata floja. Y nunca perdía la sonrisa que se le escapó ayer.

"El mejor reportero del siglo XX ha muerto". Así, quizá, hubiera arrancado la nota de su propia muerte. Lo seguro es que ninguno de los redactores de los despachos tuvo que capotear las bombas ni contar con las uñas las últimas monedas para enviar un télex. Como sí hubo de hacerlo el maestro Ricardo: "En una ocasión sólo tenía 100 dólares y tuve que escribir sobre un golpe de Estado. El télex costaba 50 centavos por palabra. Dónde, quiénes eran, qué pasó, todo lo tuve que escribir en 200 palabras".

 
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