Usted está aquí: sábado 27 de enero de 2007 Opinión La muerte a cinco voces

Juan Arturo Brennan

La muerte a cinco voces

Hace unos días encontré, en la mediateca de una universidad en la que imparto algunos cursos, una singular película que sin duda resultará de interés para el ala más desquiciada de los melómanos recalcitrantes.

Se trata de un filme, un tanto documental y un tanto recreación semificticia, en el que el gran cineasta alemán Werner Herzog explora uno de los episodios más escandalosos de la historia de la música, y a su principal protagonista. La película lleva por título Gesualdo: La muerte a cinco voces (1995) y tiene como presencia principal (ausente, por supuesto) al compositor italiano Carlo Gesualdo (1561-1613), príncipe de Venosa.

Gesualdo, quien además era conde de Conza, nació probablemente en Nápoles, alrededor de 1561, y murió en Gesualdo (Avellino) el 8 de septiembre de 1613. De noble cuna (como dicen algunas canciones románticas), Gesualdo heredó el principado de Venosa a la muerte de su padre, en 1586. Ya príncipe, se le ocurrió la buena idea de conseguirse una princesa, y ese mismo año se casó con María de Avalos, hija del marqués de Pescara, quien además era prima del noble compositor. Apenas cuatro años después, Gesualdo descubrió a su prima-esposa, como dicen en italiano, in flagrante delicto di fragrante peccato, con Fabrizio Caraza, duque de Andria, quien había sido amante de María por más de dos años. Presa de la furia, el compositor los mató a los dos, y el escándalo subsecuente lo obligó a retirarse de la vida pública a su propiedad privada de Gesualdo.

En 1593, buscando enmendar su triste vida, Gesualdo se casó con Lucrecia d'Este, sobrina de Alfonso, duque de Ferrara. Sin embargo, como era de esperarse, el matrimonio no fue feliz y el resultado de tantas tribulaciones dejó a Gesualdo en un estado de ánimo que en algunos textos ha sido descrito como melancolía masoquista patológica.

Imbuido por tal estado de ánimo, Gesualdo dio rienda suelta a sus afanes de compositor, creando un puñado de obras instrumentales, una buena cantidad de música vocal sacra y, sobre todo, una vasta colección de madrigales (la mayoría de ellos a cinco voces) mediante los cuales obtuvo justificada fama y admiración.

El escandaloso caso de los asesinatos cometidos por Carlo Gesualdo dio pie a numerosos textos y glosas, algunos de los cuales caen francamente bajo el rubro de la nota roja. Entre esos textos destacan, por ejemplo, Carlo Gesualdo: Músico y asesino, de C. Gray y P. Heseltine, y Asesinato a cinco voces, de A. Consiglio, que quizá inspiró el título del filme de Werner Herzog ya mencionado.

La película de Herzog transcurre en su totalidad en los ahora decrépitos castillos y palacios habitados en su tiempo por Gesualdo y sus víctimas. El cineasta recoge testimonios de diversos personajes que algo saben (o creen saber) sobre Gesualdo, María y Fabrizio; del montaje de estos testimonios resulta un retrato enloquecido del príncipe asesino. Como en todo el cine de Herzog, hay aquí algunas presencias inquietantes, entre las que destaca la de una cantante loca que deambula por las ruinas del palacio de Gesualdo, cantando a voz en cuello y declarando que ella es el fantasma de María de Avalos.

Como complemento de las presencias testimoniales, el cineasta alemán incluye en el filme la interpretación (en esas mismas locaciones) de varios de los madrigales de Gesualdo, a cargo de los grupos Il Complesso Barocco y Gesualdo Consort, cuyos respectivos directores también contribuyen con sus puntos de vista. Más allá del valor anecdótico del asunto, que es ciertamente curioso, lo que vale es la música de Gesualdo. El cromatismo extremo de sus mejores madrigales, así como su profunda expresión emocional, son irresistibles. Dicen los enterados que ese tipo de cromatismo (que sin duda tiene mucho de mórbido y decadente) no habría de reaparecer en la historia de la música sino hasta que Richard Wagner (1813-1883) decidió disolver y desterrar la tonalidad tradicional.

Es claro que, tratándose de Herzog, este filme no pretende ser una simple biografía de un compositor, sino que es algo menos y algo más, según se quiera ver. Se trata, sobre todo, de una aproximación muy personal a un músico fuera de serie. Entre los datos que no se consignan en ninguna enciclopedia, pero que el filme sí menciona, está el hecho de que Gesualdo arrojó a la calle el cadáver de María de Avalos, que poco después fue violado por un cura que pasaba por ahí. Necrófilos, pederastas, encubridores... todo cabe bajo una sotana, sabiéndolo acomodar.

 
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