Usted está aquí: viernes 2 de febrero de 2007 Cultura Murió Feliciano Béjar, impulsor de un arte al servicio de la sociedad

Los magiscopios constituyen su aportación más relevante, considera Raquel Tibol

Murió Feliciano Béjar, impulsor de un arte al servicio de la sociedad

El escultor michoacano abrió nuevos senderos estéticos, señala Jorge Alberto Manrique

Los restos del llamado ''recolector de soles'' serán sepultados en Jilotepec, estado de México

MONICA MATEOS, MERRY MACMASTERS JORGE RICARDO, FERNANDO CAMACHO

Ampliar la imagen El artista, en 1993 Foto: Archivo La Jornada

El escultor michoacano Feliciano Béjar, quien durante su vida pugnó por ''democratizar la belleza por medio del arte", murió ayer a los 86 años de edad en la ciudad de México.

Béjar nació en Jiquilpan, Michoacán, en 1920. Fue un artista autodidacta que incursionó en varias disciplinas creativas, como el dibujo, el grabado y la pintura, hasta hallar su verdadero oficio en la escultura, principalmente en el reciclado de materiales de desecho.

El artista falleció a las 4:30 de la madrugada, de una insuficiencia cardiaca, en un hospital del sur de la ciudad, donde estaba internado para que se le practicaran estudios en aras de una posible intervención quirúrgica.

Formación autodidacta

De acuerdo con Martin Foley acababa de terminar una comisión consistente en una edición de 120 grabados. Béjar, agregó, dejó mucha obra, tal vez un centenar de piezas sin terminar, debido a su sistema de trabajo. Consideraba una pérdida de tiempo hacer anotaciones o bocetos, entonces, en cuanto tenía una idea comenzaba la escultura aunque tardaba 20 años en terminarla.

Foley, quien conoció a Béjar en 1960, dijo que éste padeció polio de niño, entonces solía trabajar sentado en el piso, con una pierna doblada abajo, porque así resultaba más cómodo. Foley nunca entraba a su estudio, porque ''uno no sabía si pisaba basura o en una obra en proceso".

Cuando tenía 15 años, Béjar comenzó a experimentar con los materiales que hallaba a su paso. Fue entonces que conoció al muralista José Clemente Orozco, quien trabajaba en una biblioteca de Jiquilpan, y de quien aprendió que el arte debía estar al servicio de la sociedad.

No obstante, primero se dedicó a recorrer mundo. Fue vendedor de telas, afanador, lavaplatos y elevadorista hasta que, en Nueva York, el pintor inglés Ar-thur Ewart lo estimuló para que se dedicara a la pintura. En 1947 regresó a México. Al año siguiente realizó su primera exposición individual con 18 cuadros en la Ward Eggleston Gallery, de Nueva York.

Continuó su formación autodidacta en museos de París. Recorrió en bicicleta Europa y en 1950, de vuelta al país, cargado con pinturas y acuarelas, presentó su primera exposición individual.

En 1956 volvió a París, donde además de pintar trabajó como extra de cine y locutor de radio. En ese periodo, un nuevo elemento asomó con insistencia en su obra: las luces a manera de pequeños soles. Por ello su biógrafo, Martin Foley, lo bautizó como El recolector de soles.

Fue en México donde se involucró en la construcción de instrumentos ''poblados de luz".

Los soles escaparon de sus lienzos y maderas para convertirse en los ojos de sus nuevas esculturas. Así nacieron las obras bautizadas por Jorge Hernández Campos como magiscopios: instrumentos de acero reciclado con lentes encapsulados.

La llegada de estas creaciones al Palacio de Bellas Artes, en 1966, constituyó la apertura a toda una generación de escultores vanguardistas, y significó la ruptura de moldes tradicionales. Impuso una nueva forma de entender el arte como un juego, una actividad lúdica en esencia.

En 1981 una inundación destruyó su obra guardada en su casa, y en 1993, por un ''estado de tensión y locura'' fue confinado, contra su voluntad, en un manicomio.

El último recinto mexicano donde fue exhibida obra de Béjar fue la Casa de la Primera Imprenta de América de la Universidad Autónoma Metropolitana, exposición que cerró el 19 de enero.

Grabador, pintor y ecologista

La crítica de arte Raquel Tibol explicó ayer, a La Jornada, que la aportación más llamativa de Feliciano Béjar fue, precisamente, el uso de cristales tratados como lentes que distorsionan las imágenes, los magiscopios, ''pero también fue muy acertado en el manejo de la escultura en madera. Una vez hizo una exposición en El Colegio de México de este tipo de esculturas y fue muy grato verlas. Debido a su deficiente estado de salud, su trabajo había disminuido casi totalmente, de modo que, creo, el destino le marcó poner fin a una situación difícil de sobrellevar".

Por su parte, Jorge Alberto Manrique, crítico de arte, explicó que Feliciano Béjar ''fue un artista muy activo, muy famoso, hizo muchas cosas, sobre todo en escultura, pero también en pintura. Me parece que sus obras más importantes fueron las esculturas realizadas con vidrio; hay obras suyas en el Museo de Arte Moderno. Su carrera fue muy larga, y aunque tal vez no coincide del todo con el grupo de la ruptura, su obra sirvió para abrir nuevos rumbos en el arte".

Teresa del Conde, también crítica de arte y colaboradora de La Jornada, explicó que a pesar de haber tenido algunas contrariedades durante su existencia, ''que fueron solventadas sobre todo por la estupenda compañía de Martín, su compañero, Feliciano tuvo una vida rica, saludable y muy creativa. Sus magiscopios han sido copiados y reproducidos, tuvieron éxito, en general, alcanzaron mucho consenso. También como grabador y pintor realizó labores encomiables y hasta como ecologista defendió las zonas donde vivía a capa y espada, y ayudó a muchísima gente".

Los restos de Béjar serán trasladados hoy a su rancho, en el municipio de Jilotepec, estado de México, para ser sepultados.

 
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