Usted está aquí: viernes 2 de febrero de 2007 Opinión Economia Moral

Economia Moral

Julio Boltvinik

Los límites de la satisfacción/ V

Polémica sobre las relaciones entre necesidades y valores

La economía moral es convocada a existir como resistencia a la economía del "libre mercado": el alza del precio del pan puede equilibrar la oferta y la demanda de pan, pero no resuelve el hambre de la gente

William Leiss1 (WL) encuentra tres patrones recurrentes en las teorías sobre las necesidades: 1) la distinción entre necesidades biológicas y culturales; 2) el enfoque de las jerarquías o prioridades relativas de necesidades; y 3) la diferencia entre las perspectivas conductistas y las críticas. Hoy abordo el primero. Describe cómo en la confección de listados de necesidades humanas básicas suele empezarse con las fisiológicas (lo biológico), se añade a veces alguna rudimentaria dimensión sicológica, como el cumplimiento de papeles, y todas las demás necesidades (que no enumera) son vistas como derivaciones culturales. Critica este enfoque por ser "muy abstracto" y porque la "actividad simbólica o cultural de los seres humanos es tan intensa y compleja que la dicotomía biológico-cultural nunca está presente en la vida cotidiana de los grupos sociales" (p. 54). La expresión "nunca está presente" parece referirse a que las personas involucradas no están conscientes de la diferencia (no dicen "ahora vamos a pasar a satisfacer nuestras necesidades biológicas"). Si la validez de una teoría se pusiera a prueba por la conciencia de los individuos, como pretende WL, ninguna teoría pasaría la prueba. Ilustra su postura con la alimentación. Se pregunta qué podría ser más básico que el impulso a la nutrición y añade que, a pesar de ello, "las actividades humanas de seleccionar y preparar las sustancias naturales que pueden servir de base de la nutrición están inmersas en un conjunto increíblemente intrincado de prácticas culturalmente determinadas". A esta afirmación, descriptivamente correcta, añade otra de carácter extremo, que no documenta, según la cual "ciertos individuos se suicidan al privarse de los bienes necesarios para la supervivencia para mantener la integridad del grupo social"; de ambas afirmaciones derivan consecuencias teóricas muy discutibles: "la evidencia en este punto parece apoyar la aseveración de Dorothy Lee de que 'son los valores y no una serie de necesidades, lo que está en la base de la conducta humana'. De acuerdo con Lee las necesidades son derivadas, no básicas". El argumento de Lee sostiene que cada cultura tiene un conjunto fundamental de valores, por el cual se mantiene la cohesión social mediante un proceso autoritario de socialización que gobierna la interpretación individual de las necesidades. Sobre este aspecto regresaré más adelante.

De lo dicho, concluye WL que "las dimensiones biológica y cultural están tan estrechamente entretejidas que, cuando se separan en categorías distintas, el resultado no hace justicia a la unidad concreta de la conducta humana en las situaciones cotidianas prácticas" (Ibid.). Esta apelación "a la unidad concreta de la conducta humana" resulta paradójica en un autor que ha dicho, como cité en la entrega II de esta serie (Economía Moral, 12/1/07), que un conjunto de problemas del consumo en un mercado de alta intensidad "dan lugar a la confusión de los individuos acerca de la naturaleza y objetivos de sus apetencias" y que "cada aspecto de las necesidades de una persona tiende a fragmentarse en partes componentes cada vez más pequeñas, y por tanto se vuelve más difícil para la persona integrar los componentes en un conjunto de necesidades y una estructura de personalidad coherentes".

WL señala que "las deficiencias de la noción de necesidades humanas básicas y de la distinción biológico-cultural que con frecuencia se le asocia puede verse más claramente cuando las siguientes consideraciones se toman en cuenta" (p. 55). (Note el lector que Leiss, que venía criticando la distinción biológico-cultural ahora arremete contra el concepto mismo de necesidades humanas básicas). Las consideraciones se refieren al argumento que los animales sociales no sólo comparten las mismas necesidades fisiológicas que los humanos, sino que comparten

"muchas, si no todas, de las llamadas necesidades superiores ­tales como afecto, aprendizaje, cooperación, seguridad. Sus rasgos de sociabilidad, transmitidos intergeneracionalmente a través de experiencias de socialización intensivas, son simplemente las precondiciones necesarias para la existencia de todos los animales sociales, para los leones, los simios, así como para la humanidad."

Seguridad y afecto son consideradas necesidades inferiores por Maslow; las otras dos no están en su esquema, aunque aprendizaje podría considerarse un elemento instrumental de las necesidades cognitivas. De lo dicho, WL concluye: "No hay nada exclusivamente humano ni en los requerimientos fisiológicos ni en los socio-sicológicos que usualmente componen la lista de necesidades humanas básicas" (p. 55). Todo este argumento era, recordemos, para mostrar las deficiencias de la noción de necesidades humanas básicas y de la distinción biológico-natural, pero WL lo cierra sin haberlas mostrado, pues termina criticando una cuestión completamente distinta:

"Desde luego no estoy sugiriendo que no haya diferencias entre las necesidades humanas y las de otros animales sociales. Lo que quiero sostener es que las formulaciones usuales de la distinción biológico-cultural y de las necesidades humanas básicas no han provisto muchos insights sobre las características únicas de la necesidad humana. Lo que en verdad diferencia en este aspecto a los seres humanos de otros animales sociales es la rica complejidad de la experiencia humana de necesitar, la diversidad fascinante de la expresión cultural de la necesidad observable en los registros antropológicos" (p. 55).

Aunque es muy limitado este intento de WL de encontrar la diferencia específica de las necesidades humanas, y daría para una amplia discusión, volvamos a su tesis, apoyada en Lee, que son los valores lo que está en la base de la conducta, mientras las necesidades son derivadas. Llevada al extremo, es una tesis absurda que se formularía así: "Los pueblos todos del mundo coincidieron que para mantener la cohesión social un valor muy importante es la alimentación, y de ahí derivaron la necesidad humana de alimentarse". En formulaciones menos extremas se plantea el importantísimo tema de la relación entre necesidades y valores. Para continuar nuestro debate/diálogo, Ruth Levitas (RL) me envío un escrito suyo2 que se apoya en las tesis de WL. En él sostiene:

"No estoy argumentando solamente que la experiencia de privación o que la percepción de las necesidades básicas son socialmente relativas; estoy más bien sosteniendo que no es posible definir un conjunto de necesidades humanas básicas a la satisfacción de las cuales, entonces, la utopía pueda diseñarse. El problema de distinguir necesidades básicas de otras, o necesidades de apetencias, ha sido mejor expuesto por Leiss... [quien señala que] 'la disputa sobre las necesidades básicas... surge cuando éstas son trasladadas a necesidades de tipos particulares de alimentos, en cantidades específicas, con calidades específicas, y lo mismo para ropa [... etc.], [y que] los seres humanos nunca experimentan sus propias necesidades o las del prójimo al primer nivel [muy alto] de abstracción".3 La mayor parte de los escritores utopistas se involucran con la satisfacción de las necesidades. La buena sociedad es aquélla en la cual las necesidades verdaderas son satisfechas y que no permite la intrusión de "falsas" necesidades que creen insatisfacción. [De lo dicho se desprende que] parecemos estar enfrentados a un serio dilema. O bien afirmamos la existencia de necesidades humanas básicas o bien parecemos carecer de criterios para evaluar sociedades más allá del grado de ajuste que logran entre necesidades que construyen [debería decir apetencias] y los medios que proveen para su satisfacción. La última postura se percibe intuitivamente como insatisfactoria. Sin embargo, el dilema está mal planteado. Apelar a las necesidades es ideológico en la medida en que la atribución de naturalidad es usada para evitar, disfrazar o negar la necesidad de elegir entre formas de organización social con base en valores, en oposición a una medición objetiva de su virtud.

Hay aquí un planteamiento muy importante sobre la relación entre necesidades y valores. RL tiene razón al decir que para huir de los juicios de valor muchos autores se refugian en la naturalidad de las necesidades, como ocurre con la socio-biología. La discusión remite, por una parte, a la naturaleza de las necesidades. Al respecto, en mi tesis doctoral, al debatir las críticas de Ross Fitzgerald, crítico positivista de Abraham Maslow, sostuve, que:

"los conceptos de pobreza, florecimiento humano, necesidades humanas, esencia humana, son conceptos embrollados, en los cuales la descripción (los hechos) dependen de la evaluación (valores); que apoyarse en valoraciones no significa renunciar a la evidencia empírica; por el contrario, como hechos y valores están embrollados, sólo manejándolas de manera integral se puede avanzar en el conocimiento y en la definición del deber ser... Necesidad es un concepto tanto empírico (un asunto de hecho) como normativo (valores), donde ambos elementos están embrollados. El concepto de grave daño que resulta de la insatisfacción de una necesidad es empírico, pero de un empírico embrollado. Por ejemplo, para observar las neurosis y sicosis que resultan de la insatisfacción temprana de ciertas necesidades se requiere una mezcla de evaluación y descripción". La pretensión de universalidad de (casi) todas las teorías sobre las necesidades humanas se basa en la unidad del género humano".

Es decir, que según esta concepción, la relación entre necesidades y valores es una relación interna al propio concepto de necesidades. En varias teorías de las necesidades esto queda explícito. Doyal y Gough (autores de la más destacada teoría de las necesidades contemporánea) rechazan la concepción de las necesidades como impulsos y adoptan la de propósitos. Maccoby (alumno de Fromm) ha formulado su concepción de las necesidades sin usar este término, sino impulsos-valores. Maccoby ha dicho que "Un enunciado de necesidad siempre puede transformarse en un enunciado de valor". Incluso la necesidad de sobrevivir expresa el valor universal de la vida". Para Levitas parecería que los valores pueden estar al margen de las necesidades, que pueden postular incluso la negación (represión) de las necesidades y, aunque ello ha ocurrido históricamente en muchas sociedades, particularmente con la necesidad sexual, la postura de Maslow y de Fromm es siempre la de unir valores y necesidades. Lo anterior se complementa con la visión de Márkus quien (en su libro Marxismo y "antropología") sostiene que:

"El principal criterio de desarrollo histórico es para Marx la medida en la cual se constituyen los presupuestos de un desarrollo irreprimido y rápido de las fuerzas esenciales humanas ­capacidades y necesidades­ y del despliegue de la individualidad humana libre, multilateral, o sea la medida en la cual se actúan esos presupuestos, la medida en la cual se realiza el "ser humano" [la esencia humana] en la existencia individual concreta",

y se apoya en esta tesis para exponer una concepción radical de los valores:

"Sólo así es posible estimar de un modo universalmente válido, y al mismo tiempo ético-axiológico, las varias épocas y manifestaciones de la historia, no sobre la base de un orden axiológico suprahistórico, trascendente, sino de acuerdo con una caracterización objetiva, histórico-inmanente ­y al mismo tiempo universalmente válida­ de la evolución humana. Marx considera valores humanos los momentos de la evolución humana que expresan y promueven subjetiva u objetivamente ese despliegue y esa realización del ser humano".

Los valores no se pueden postular al margen de las necesidades. Sólo pueden ser valores permanentes si están sincronizados con necesidades humanas. Los derivados son los valores, no las necesidades.

1 En esta serie de entregas venimos examinando el libro The Limits to Satisfaction. An Essay on the Problem of Needs and Commodities, Mc Gill Queens University Press, Kingston y Montreal, 1976/1979/1988, de William Leiss.

2 "Need, Nature and Nowhere", en Peter Alexander y Roger Gill (eds), Utopias, Gerald Duckworth, Londres, 1984, pp. 19-30. El diálogo/debate entre la profesora Levitas y yo (narrado en la entrega de Economía Moral del 29/12/07) fue lo que originó la necesidad de la serie sobre Leiss.

3 Si así fuese no existiría la palabra necesidad, ni las palabras para necesidades específicas; la frase "tengo hambre" carecería de sentido. WL basa todo su discurso en las clases altas de los países desarrollados y por ello ignora la visión del hambriento que Marx ha descrito con crudeza en la siguiente frase de los Manuscritos de filosofía y economía (1844: 150): "El sentido preso en la cruda necesidad práctica tiene un sentido mezquino. Para el hombre hambriento no existe la forma humana de la comida, sino sólo su abstracta existencia de comida: lo mismo le daría que se la presentaran cruda, y no se ve en qué la correspondiente actividad se diferencia de la animal".

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