Usted está aquí: viernes 2 de febrero de 2007 Opinión Ciudad Perdida

Ciudad Perdida

Miguel Angel Velázquez

El gran reto de la Setravi

El transporte público, un monstruo sin cabeza

Retomar el control, básico para ordenar el caos

Hace una década, más o menos, la administración del Distrito Federal perdió el control sobre el transporte público. La desaparición del monstruo llamado Ruta 100, en el último mandato priísta en la ciudad, derivó en un caos que hasta el momento no ha tenido solución, y que significa, desde luego, uno de los mayores retos para el gobierno de la capital.

Hay datos que horrorizan. En 1993 se produjo el último microbús, cuya vida efectiva fue calculada en siete años, y existen en el Distrito Federal poco más de 30 mil de estos muertos en vida que transportan entre 52 a 54 por ciento del total de pasajeros que viajan por la ciudad, en una red de transporte caótica y cada vez más peligrosa.

Hablamos entonces de que esos cachivaches son usados por 16 millones de pasajeros cada día, y que ninguno de ellos está seguro de que ese transporte pueda concluir la ruta y lo pueda dejar, sin mayores afectaciones, en su destino. Así de grave es el problema, de ese tamaño ha crecido.

Y es que las rutas que seguramente usted conoce, en parte, se fueron estableciendo al mero rugir del camión. Donde hacía falta o donde se creía necesario, allí nacía una ruta que después era reconocida oficialmente, y con el paso del tiempo se tejió una telaraña, hoy inexplicable, de microbuses casi inservibles, altamente contaminantes, y como dijimos ya, peligrosos.

El intento que hoy encabeza Armando Quintero, como secretario de Transporte de la ciudad, por crear 10 nueva rutas de Metrobús, significa no nada más ordenar el caos, sino regresar al gobierno de la ciudad el control del transporte de pasajeros, que urge de un cambio para evitar que los males, de por sí graves, no sigan agigantándose.

Se trata también de cambiar el rostro a la ciudad. Dos de cada diez nudos viales se deben a un microbusero que chocó, que está estacionado en doble fila o que decidió hacer base a la mitad de la calle, sin que exista ley o autoridad que se lo impidan. De esa manera, poner orden sería dar otra cara a la capital.

Diez rutas de Metrobús significarían otra forma de ver la vialidad en el DF, y mejor aún si alguna de ellas, las que se puedan, tuvieran como fuente de energía la electricidad, y no sólo hablamos de limpieza ambiental, sino de la durabilidad de los vehículos. La vida de un tranvía es de 50 años, cinco veces más que las de los camiones, cuando menos.

Pero ese no es el único retoque que urge a la imagen del Distrito Federal, los taxis son otro gran problema, y el transporte de carga, otro de gran conflictividad. Por cuestiones de espacio atenderemos esta vez al primero. Para medir el tamaño del sapo, hay que decir que la de México es la ciudad del mundo con más taxis en sus calles.

Según las estadísticas, ruedan por sus vialidades cerca de 110 mil de estos vehículos (Tokio, en Japón, tiene el segundo lugar con 50 mil) legalmente, pero se habla de 30 mil más a los que se considera piratas, aunque a decir verdad, ni los llamados regulares tienen todos sus deberes cumplidos. Para decirlo de otro modo, el sistema de autos de alquiler por taxímetro es otro de los grandes problemas.

Ya no hay calles para ni uno más, y tendrá que ser la autoridad la que de una vez por todas ponga un hasta aquí al problema que debe ser reducido. Así que Armando Quintero tiene un trompo en la uña. Su antecesor inmediato dejo la secretaría convertida en un muladar. Casi no hay registros y los que existen están incompletos. La administración es un asco y se tiene que empezar desde cero, así que el reto no es cosa de juego, y la ciudad ya merece poner la luz en rojo al caos del transporte, así que esperamos ya buena noticias.

Feliz cumpleaños

Un grupo de funcionarios de la delegación Venustiano Carranza hizo correr ayer la especie de que en la demarcación mencionada se ha pedido, a cada uno de los funcionarios, su cooperación para hacer un buen regalo a Julio César Moreno, su jefe delegacional.

Y de lo que se trata es de cumplirle su deseo: una moto acuática SKI. Dicen que la cantidad ya se había juntado, pero lo que preocupa es que ahora el delegado quiera, para su siguiente cumpleaños, que le construyan un lago artificial para utilizar su moto, pero por lo pronto hoy, en una comida por el festejo, le habrán de dar la sorpresa. ¡Felicidades!

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