Usted está aquí: domingo 4 de febrero de 2007 Opinión Francisco Toledo y Oaxaca

Fernando Gálvez de Aguinaga

Francisco Toledo y Oaxaca

Ampliar la imagen Toledo en el patio de su casa Foto: Ezequiel Leyva

Las recientes declaraciones del pintor Francisco Toledo, en el sentido de que en Oaxaca vive en una especie de estado de sitio, pues en pleno centro histórico los trabajadores del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca y sus usuarios tienen que pasar frecuentemente por vallas policiacas o retenes intermitentes, en los cuales deben identificarse, lo que muestra a qué grado se están vulnerando las garantías individuales de los mexicanos y extranjeros que viven o visitan la capital del estado.

Así también, resulta indignante el hecho de que en estos momentos se pretenda montar una ofensiva mediática contra el artista más célebre del país por su participación en el proyecto del Centro de las Artes de San Agustín Etla (Casa), cuando fue el gobierno del estado el operador de la transacción en la que se compró a una cooperativa la antigua fábrica de hilados donde se asiente ese proyecto.

Es claro que se trata de una estrategia de hostigamiento contra la figura más visible del Comité de Liberación 25 de Noviembre, que en los últimos meses ha tenido que pagar muchos miles de pesos para conseguir la libertad de gente apresada injustamente por los gobiernos federales y estatal. Las últimas fianzas que tuvieron que cubrirse eran de familiares de los presos políticos del estado, que fueron a su vez apresados por plantarse fuera de los penales pidiendo condiciones justas para los reclusos y libertad para quienes son presos de consciencia.

La lección parece clara para el maestro Toledo: nunca debió de plantear al gobierno oaxaqueño participar en la compra del inmueble o en la puesta en marcha del proyecto de Casa, pues el autoritarismo que ha distinguido a los gobernantes priístas de los tres sexenios recientes en Oaxaca hace que cualquier proyecto cultural en que el gobierno estatal participe se desarrolle con un sesgo político.

De hecho, Casa ha visto retrasada la adecuación de sus instalaciones en numerosas ocasiones, pues los dineros para su restauración y operación quedaron en distintos momentos retenidos por las grillas políticas entre el gobierno de Oaxaca (primero José Murat y luego Ulises Ruiz) y el gobierno federal. Lejos de esos lodazales, las instituciones impulsadas por Francisco Toledo que mejor funcionan, tanto por el nivel de las propuestas que desarrollan, el dinamismo de sus calendarios de actividades culturales y la afluencia del público, son sin duda las que ha desarrollado en casas de su propiedad, que no han mezclado recursos federales con estatales: el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, el Centro Fotográfico Manuel Alvarez Bravo y el cine club El Pochote.

A estas tres instituciones se suman otras, que si bien han sido parte fundamental del quehacer cultural de Oaxaca de los 10 años recientes, han sufrido crisis cíclicas por la forma torpe en que los gobiernos estatales perciben su obligación para con dichos espacios: el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca y el Jardín Etnobotánico de Santo Domingo. Es cierto que un creador, por muy exitoso que sea en lo económico, no puede sufragar todos los gastos que una institución del tamaño que Casa requiere, pero también lo es que el proyecto ha estado secuestrado por la política en varios momentos desde hace tiempo.

Testimonio de ex funcionario

Fui director del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca casi cuatro años, durante los cuales pude confirmar ­desde dentro­ la percepción que ya tenía de las instituciones que ha impulsado Toledo en la entidad: la vida cultural de la ciudad, tan célebre en los años recientes a escala nacional e incluso internacional, se debe fundamentalmente a la intensa actividad de muchos niveles que se desarrolla desde estos centros de cultura.

La biblioteca especializada en arte y arquitectura más importante del país (llena a diario de jóvenes, lo que es un logro en un país sin lectores), la colección de gráfica más interesante (con obras de Durero y Gabriel Orozco, entre otras), la única biblioteca braile de toda la entidad oaxaqueña, una fonoteca con más de 3 mil grabaciones de música clásica, étnica y jazz, una fábrica de papel hecho a mano con fibras naturales, una colección de más de 2 mil películas... son acervos o ramas de las tres instituciones centrales del proyecto de Toledo.

Ni el INBA, ni el CNCA, ni la Secretaría de Cultura del Estado de Oaxaca llevaron a cabo nunca un circuito cultural de esa importancia para los habitantes del estado, es decir, el maestro Toledo y todas las personas que han trabajado en estos espacios han tenido que asumir el trabajo que no han hecho las instituciones culturales de los gobiernos: brindar una oferta cultural de calidad al pueblo de Oaxaca y posicionar a la ciudad como una entidad cultural.

Pero el trabajo realizado por el artista juchiteco y quienes laboran con él resulta desconocido en muchos aspectos. Por ejemplo, el acervo de miles de películas en devedé y videocasetes con que cuenta el cine club El Pochote llegó a tener una red de más de 150 cineclubes independientes, que mediante convenios recibían gratuitamente préstamos de películas tanto en la ciudad como en poblaciones muy lejanas. Recuerdo al bibliotecario de Tlaxiaco, quien en cada visita a la capital pasaba por un ciclo de cine italiano o francés, o las autoridades de Tlahuiltoltepec mixe, que lo mismo iban a recoger películas sobre el bosque que discos compactos para incrementar el acervo del la fonoteca municipal, que también fue abierta con la donación de reproductores y grabaciones hecha por Francisco Toledo. Del mismo modo, la biblioteca del IAGO realiza continuas donaciones a bibliotecas rurales o escolares de la ciudad de Oaxaca. Creo que no hay una sola biblioteca de la ciudad de Oaxaca que no halla recibido una donación de Francisco Toledo o bien de otros ciudadanos a través de la biblioteca del IAGO.

Por lo demás, el IAGO se ha manejado con un criterio amplio de cultura, que no se ciñe al campo del arte, y ha habido en sus espacios discusiones sobre temas científicos, urbanísticos, ecológicos, religiosos, históricos, políticos, culinarios y estéticos. En una misma semana puede haber en sus instalaciones una exposición de Francisco de Goya y una charla del movimiento bicicletero, mientras en el jardín del cine club El Pochote se realiza una conferencia sobre los transgénicos, en el contexto del tianguis orgánico que ahí se desarrolla todos los fines de semana; en la calle, por la noche, se proyecta un ciclo de películas mudas musicalizadas en vivo por una banda de jazz; por la mañana, un grupo defensor de derechos humanos dará una conferencia de prensa en el patio del Centro Fotográfico Manule Alvarez Bravo, donde se exhibe una bienal nacional de fotografía, en la que predominan los creadores jóvenes, aunque en una sala hay una pequeña muestra de Kudelka.

Por las tardes se presentan libros de literatura o una revista especializada en foto, o Jean Meyer diserta otra vez sobre los cristeros, pero ahora en Huajuapan, algo desatendido en sus investigaciones anteriores. Lo mismo hay un recital de guitarra de un recién egresado del conservatorio, que la presencia de Seamus Heaney, el premio Nobel, leyendo sus poemas. En algún momento una investigadora presenta un disco de arrullos indígenas y la ambientan mujeres mixtecas, zapotecas y mixes que han venido a cantar para la ocasión.

Esa es la dinámica continua de estos espacios: ¿Cuántos centros culturales en el país tienen una oferta tan variada de ideas para estimular a la ciudadanía? ¡Dónde se ve que Rembrandt inaugure la misma noche que Rogelio Naranjo una exposición? Estas instituciones que funcionan como foros de ideas y creaciones, junto con la defensa del patrimonio cultural y natural de la región, hicieron que Toledo se hiciera acreedor al Premio Nobel Alternativo en 2005, galardón para el que yo mismo integré el abultado expediente que recogía acciones y proyectos en favor de Oaxaca, un expediente tan grueso como dos tomos de la Enciclopedia británica.

Diferencias con Toledo

Uno puede tener desacuerdos personales con Francicsco Toledo, e incluso polemizar públicamente con él; yo mismo lo he hecho: sus posiciones no son siempre atinadas, pero no se puede negar su aporte fundamental a Oaxaca, no se puede hostigar desde el poder a quien está cumpliendo una labor de promoción cultural que el gobierno en sus distintos niveles se muestra incapaz de realizar y siquiera de imaginar; no puede quedar impune el asedio a quien desde hace meses se ha abocado a la causa humanitaria de defender los derechos humanos de una población violentada desde el poder político.

En Oaxaca los actores culturales, indígenas, campesinos, académicos, ecologistas, músicos, amas de casa, albañiles y negociantes, incluso, están luchando por espacios que los gobiernos no han generado para la sociedad, están luchando por una distribución más equitativa de los recursos económicos, pero también de salud, educación, empleo y cultura. Están luchando por elecciones transparentes y la aplicación congruente y precisa de los recursos de la hacienda pública.

Si a uno de los personajes más célebres de México, como Francisco Toledo, se le acosa de esa forma (desde balaceras en su casa hasta amenazas veladas del líder del partido gobernante en la entidad, pasando por argucias legaloides para bloquear sus proyectos culturales), imaginemos lo que está viviendo el pueblo, apresado por razones políticas, golpeado y torturado sin piedad, asesinado y secuestrado por grupos paramilitares, coartado en sus garantías individuales por los gobiernos federales y estatales.

Llamo a la comunidad cultural a que nos movilicemos para defender al pueblo de Oaxaca contra esta embestida atroz que quiere hacer de la entidad un laboratorio de la antidemocracia mexicana.

 
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