Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 4 de febrero de 2007 Num: 622


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Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
Jóvenes poetas españoles
Un ejercicio de libertad total
EDGAR ONOFRE
Entrevista con VILA-MATAS
Esperar lo inesperado
PAUL VIRILIO
Carpe Mare
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Belleza pide soneto
HJALMAR FLAX

Columnas:
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ANA GARCÍA BERGUA

PROFESIÓN: CHINO


Boris Karloff

Por más que busco y revuelvo sitios de internet no alcanzo a encontrar dónde se cruzan los dos Fumanchúes que en el mundo han sido: el uno malo, malo, como sólo podían ser antes los chinos en la cabeza de los que no eran chinos, villano de novelas y películas (norteamericanas y de las otras); el otro, un ilusionista famoso y detective chusco, bueno, buenísimo, protagonista de seis películas mexicanas de los cuarenta. Entre ambos se mueve, como por incomodidad, una modesta sílaba moral, de modo que el doctor Fu Manchú es el malísimo y el mago Fu Man Chu, aquel que hacía reír a nuestros compatriotas cuando no bailaban a Pérez Prado.

Los dos Fumanchúes se cruzan, si acaso, en su isla de origen, pues ambos provienen de la Pérfida Albión: el tremendo villano, inspiración además de todos los villanos chinos de la cinematografía mundial, de la imaginación de un inglés, Sax Rohmer, pseudónimo de Arthur Sarsfield Wade, o Ward (1883-1959), escritor popular de fama internacional, quien comenzó, con Dr. Fumanchu en 1913, una larga saga de novelas que se traducirían después en una larga saga de seriales, películas, programas de televisión e incluso cómics, y asimismo en otra larga saga de villanos (uno maravilloso, encarnado por Peter Sellers en los ochenta) a su imagen y semejanza. La Enciclopedia Británica dice que Rohmer vivió en Estados Unidos y "transformó gradualmente a Fu Manchú, de un villano completamente atenido a sí mismo, en un anticomunista dedicado" (¡zambomba!, lo que es ser malo y no poderse acomodar al nuevo orden mundial). Ese Fu Manchú fue el origen del clásico chino siniestrón, de gorro sedoso, bigote caído y pésimas intenciones, materialización de las pesadillas deliberadas de muchos guionistas.

El otro Fu, Fu Man Chu, también era inglés, pero era mago, proveniente de una dinastía larga, la dinastía Bamberg, que empieza, vean ustedes, con el holandés Jasper Bamberg, el cual hacía magia de la buena y también de la oculta; este holandés procreó a Eliazer Bamberg (1760-1833), mago también, quien aprovechaba la pierna falsa que debía llevar (había perdido la verdadera en la guerra), para llenarla de compartimentos secretos. Hijo del astuto Eliazer fue Tobias Bamberg (1812-1870), el cual fue mago de la corte holandesa y hablaba cuatro idiomas. Él fue el padre de David Tobias (1843-1914) y después abuelo de Theo Bamberg (1875-1963), nacido también en Holanda. La inclinación oriental de Theo Bamberg nació de su sordera, que le hizo concebir un acto silente en el que personificaba al mago oriental Okito. A juzgar por la foto de Okito que corre en internet, verdaderamente parece un marinero holandés disfrazado de chino en una fiesta, y era un mago masón: perteneció a la Logia Invisible con, por ejemplo, Ernest Borgnine.

Pero bueno, el hijo de Theo, David Bamberg (1904-1974), es nuestro Fu Man Chu. Al principio se especializó en espectáculos de sombras chinescas, con las que acompañaba a Okito; más tarde se independizó y debutó con el curioso nombre en Buenos Aires en 1929. Quizá en su autobiografía Illusion Show: A Life in Magic, explique por qué escogió el nombre de un villano chino para su personaje mágico, o si lo hizo por la sola música del nombre, ignorante de la existencia del malandrín mandarín ideado por Rohmer. Luego viajaría en tournée por Latinoamérica y llegaría a México a hacer las películas, todas de 1943, gran parte de cuyos guiones él mismo escribió. Las mejores las dirigió René Cardona el padre, a decir del autor de la Historia documental del cine mexicano y son: El espectro de la novia, El as negro, La mujer sin cabeza y El museo del crimen. Asesinato en los estudios, de Raphael J. Sevilla y La casa embrujada, de Fernando A. Rivero, salieron, al parecer, malonas. Pero en todas ellas aparecía este detective-mago, combinación maravillosa si la hay –como Mandrake, pero con ínfulas de Sherlock Holmes– que resolvía crímenes con trucos de magia, hablando español con mucho desparpajo en su curioso acento inglés. Sus asistente se llamaba Lucifer y el policía inepto al que Fu Man Chu humillaba al ganar los casos era el inspector Palomino. Las tramas estaban llenas de sesiones espiritistas, cabezas de cera y gags muy divertidos y desenfadados. En una, por ejemplo, Fu Man Chu desenmascaraba a los villanos apareciendo de espectro de la novia asesinada en una sesión espiritista. ¿Verdad que estaría genial un ciclo de las películas de Fu Man Chu en la tele o en donde quieran?