Usted está aquí: martes 6 de febrero de 2007 Espectáculos En Amelia busqué reflejar la dignidad de la trabajadora mexicana: Barraza

El público de EU me abraza y reflexiona sobre el aporte de los latinos, dice la actriz

En Amelia busqué reflejar la dignidad de la trabajadora mexicana: Barraza

"Puse todo mi corazón en ese personaje de Babel para mostrar a la mujer que tiene que dejar a sus hijos para irse a cuidar, con el mismo amor, a otros"

La candidatura al Oscar "marcó mi espíritu"

ANA LILIA CORTES ESPECIAL

Ampliar la imagen La actriz de Toluca en un fotograma de la cinta Babel, dirigida por González Iñárritu

Los Angeles, 5 de febrero. Adriana Barraza interpretó "desde el corazón", dice, su personaje de Amelia en la película Babel, dirigida por su paisano Alejandro González Iñárritu, con guión de Guillermo Arriaga, que recibió en conjunto siete postulaciones al Oscar, que sumadas a las seis alcanzadas por Guillermo del Toro, con El laberinto del fauno, y a las tres de Alfonso Cuarón, con Niños del hombre, logran que con su numerosa e histórica presencia en ese galardón, la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood se hable de lo mexicano.

Otros de los nombres que figuran es Emmanuel Lubezki, candidato por cuarta ocasión, este 2007 por Niños del hombre, y junto a él un numeroso contingente de actores, escritores, fotógrafos y técnicos cuya calidad artística ha traspasado fronteras al extremo de ser incluidos en 10 de las 24 categorías, lo que muestra que el cine en México merece un mejor destino, que el de enviar al ejército el que sería su presupuesto.

Originaria de Toluca, estado de México, Adriana Barraza es invitada de honor en la próxima ceremonia de entrega de los Oscares, y hace historia al convertirse en la tercera mexicana en ser candidata al premio de la Academia de Hollywood ­Katy Jurado fue postulada en 1955 en mejor papel secundario, y en 2003 Salma Hayek por su protagónico en Frida. Este 2007 Barraza logró al reflejar el drama que viven los migrantes latinos indocumentados en su intento de alcanzar el sueño americano.

­¿Cómo se siente por su candidatura a uno de los más importantes premios cinematográficos?

­Primero que nada marca mi espíritu para siempre, porque creo que he vivido uno de los momentos más emocionantes de mi existencia al esperar saber si decían mi nombre, y después cuando lo dijeron me dio una emoción que no olvidaré nunca, porque llorar de felicidad no es tan fácil, cuando lo recuerdo se me hace un nudo en la garganta. Hay cosas inolvidables en la vida y sin duda así será este momento.

­Al llegar a Estados Unidos probablemente tuvo que empezar de cero, como la mayoría de los migrantes. ¿Cómo recuerda esa etapa y qué significa estar nominada al Oscar cinco años después de mudarse a este país?

­En ese tiempo había momentos en que pensaba que no había ninguna otra posibilidad y me ponía a llorar sentada en la banqueta, porque desafortunadamente no tenía ni donde llorar. Cuando recuerdo a la mujer de ese momento y me veo ahora doy las gracias, porque lo que nunca me faltó fue fe en Dios, no tenía duda de que él me ayudaría y me pondría donde tengo que estar, aunque también sabía que tenía que ayudarle trabajando arduamente, con mucha disciplina y honradez, tratando de ser lo mejor que puedo y de no lastimar a nadie.

Proceso de sensibilización

­Sin embargo, usted no tuvo que cruzar el desierto a pie ni atravesar nadando el río para llegar a este país. ¿Cómo fue que logró percibir lo que sufren quienes tienen que caminar a temperaturas de 50 grados centígrados, semejantes a las que se registraron cuando filmaron Babel?

­La situación migratoria para mí antes de hacer Babel era sólo una noticia en el periódico o la televisión. Cuando empecé a hacer la película y tuve mi primer contacto con la investigación real, no cambió mucho mi perspectiva. Al platicar con personas que sobrevivieron a esa travesía, obviamente mi visión empezó a acercarse a la realidad y resultó estremecedor sentir la tragedia que viven los indocumentados al cruzar el desierto.

­¿Qué ocurrió cuando estuvo en el desierto bajo temperaturas sofocantes?

­Fue una noche cuando puse por primera vez un pie en el desierto; estaba rodeada de todo un equipo de producción, comodidades, personas que nos acompañaban y cuidaban a todos... pero cuando en esa oscuridad pisé la arena, con los dos niños güeritos, gringuitos, que nunca habían estado en un lugar de esa manera sentí que tenía la obligación de cuidarlos y protegerlos porque en ese momento eran míos. Cuando actuaba cuidaba que los pequeños no se sumieran en los hoyos. Pude darme cuenta, muy pálidamente de lo que sufren, y a partir de ese momento he tenido mucho más respeto por las personas que hacen esa travesía para buscar el pan para sus familias.

­Muchos de los migrantes son mexicanos. ¿Qué le hace sentir eso?

­Como paisana me avergüenzo mucho por haber tenido gobernantes que no han solucionado la situación de los campesinos, que los han ignorado al extremo de obligarlos a irse desde hace muchas décadas a buscar otro lado comida para sus familias, porque no lo hacen en busca de lujos y comodidades, son gente que prefiere perder la vida en el intento, que morir de hambre. Como actriz agradezco el regalo de poder reflejar una mínima parte de lo que es este problema y como ciudadana mexicana me pregunto qué he hecho para ser útil; cuando encuentre la respuesta por supuesto ayudaré a mis compatriotas.

­Quizá su aportación fue poner el alma para lograr una excelente actuación en la metáfora de llevar a dos niños anglosajones para que la parte sensible del público pudiera ponerse en lugar de quienes tienen que venir a este país atravesando el desierto en un momento en el que millones esperan que sea aprobada una reforma migratoria.

­Creo que eso ha sido inevitable. He analizado que el público estadunidense con el que he hablado me abraza con mucho cariño; me cuentan de sus hijos e inevitablemente hablan de sus nanas mexicanas, hondureñas, salvadoreñas, ecuatorianas que los han cuidado con tanto amor, y sí reflexionan que todos nosotros, los latinos, hemos contribuido a la educación de sus hijos en su propia casa.

"El color de nuestra raza"

­Para interpretar a Amelia le oscurecieron, con maquillaje, el color de piel para que fuera morena, y además tuvo que subir 15 kilos...

­Sí, ese es el color de nuestra raza. Por otro lado, hay personas que tienen que trabajar tan duro, que ni siquiera se ven en el espejo y eso es bien triste. Busqué reflejar, con toda su dignidad, a la mujer trabajadora mexicana, que tiene que dejar a sus hijos del otro lado para viajar a Estados Unidos a ganarse una mejor vida para ellos, además de hacerlo cuidando los niños de sus patrones con el mismo amor y entrega como si fueran propios. Al interpretar a Amelia puse mi corazón para que cualquier persona que la viera pudiera ponerse en sus zapatos, fueran estadunidenses o de cualquier otra nacionalidad, y sobre todo para que los mexicanos, hombres y mujeres se vieran reflejados.

­¿Qué tan difícil fue subir 15 kilos para hacer un personaje?

­Tuve que hacerlo con ayuda de un médico, porque me dieron dos infartos ­por ese motivo dejé Televisa, porque trabajaba muchísimo, me fui con mucho agradecimiento y dejando amigos muy queridos en ese lugar­, el doctor me dijo que era una locura porque la etapa de la menopausia me haría muy difícil volver a bajar, pero como yo tenía el compromiso de hacerlo lo mejor posible y lo logramos a base de carbohidratos, fue divertidísimo llevar mis tortillas incluso a Argentina, a la boda de mi hija. Para volver a mi peso me ayudó el mismo médico, bajé 13, no quiero más, porque se me cae la cara.

­¿Considera que su personaje de Amelia, que le dio una nominación como mejor actriz de reparto en los Globos de Oro, es hasta el momento su mejor papel?

­Todo trato de hacerlo lo mejor que puedo; sin embargo, dramáticamente, en el cine, evidentemente sí. Además la repercusión pone a Amelia en un lugar muy especial, sobre todo en mi corazón.

­Usted tiene 36 años de trayectoria en teatro y televisión, y en cine la recordamos a partir de Amores perros, como mamá de Octavio. ¿Cómo cambió su vida el recibir una candidatura al Oscar?

­Radicalmente, porque hace un año no podía expresarme a través de entrevistas como esta ni de comunicarme con las personas que van a leerla; no tenía las posibilidades de trabajo que me están llegando ni había sentido a gente que me abrazara con tanto cariño en México y Estados Unidos. Tampoco había sentido el placer de sentir que soy tan apreciada en el lugar en que nací, ni nunca había tenido la satisfacción de haber sido felicitada por la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas lo que valoro profundamente, porque el abrazo de la familia es lo más importante; no dejo de comunicarme con los míos, porque sé que los buenos momentos pasan y que lo que sigue es continuar trabajando arduamente.

­Usted es profesora de arte dramático y subdirectora de acento en Telemundo. ¿Qué ha reflexionado al comprobar que aunque los latinos hablamos español, somos diferentes?

­En primer lugar que podemos estar medio sordos, porque regularmente la gente no escucha su acento y argentinos, cubanos, colombianos o mexicanos se sorprenden al comprobarlo; pero las diferencias son fantásticas, y lo son más al lograr eliminarlas y actuar de hermanos en una misma telenovela. Sin embargo es obligación de cada uno de nosotros como latinos conservar nuestro lenguaje y cultura, porque lamentablemente todos los días muere un dialecto en el mundo.

­Soñó ganar un Oscar algún día. ¿Cómo se siente al haber sido nominada y de alguna manera empezar a alcanzar su sueño?

­Muy honrada... de pronto es muy difícil asimilar todo lo que está pasando. Al día siguiente de haber sido nominada, me presenté a trabajar, tenía que audicionar a jóvenes aspirantes para obtener pequeños papeles en una telenovela y me preguntaron qué hacía ahí, yo contesté que trabajando. Sé que este momento es muy importante y me hace sentir muy orgullosa y sobre todo sumamente agradecida, pero este es solo un momento que estoy disfrutando mucho, pero pasará y no quiero olvidar mi origen: seré maestra toda mi vida.

 
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