Usted está aquí: martes 6 de febrero de 2007 Mundo "Viva la muerte"

Pedro Miguel

"Viva la muerte"

El muro "defensivo" que construye el gobierno de Israel en tierras palestinas es tan infame que partió por la mitad el campus de la Universidad Al-Quds en la Jerusalén oriental, una institución acosada por las dificultades financieras. Pero la situación allí es idílica si se le compara con los tres centros de enseñanza superior establecidos por la población de Gaza en medio de la ocupación atroz, la penuria económica y una represión que no recurre a fuerzas antimotines, sino a bombardeos aéreos: las universidades Al Aqsa, Al-Azhar e Islámica de Gaza. Cada salón de clases, cada auditorio, cada laboratorio, cada libro y cada ladrillo de esas instituciones representó una hazaña colectiva y fue producto de una determinación de supervivencia nacional. Por supuesto, el Estado de Israel ha visto esas instituciones como "nidos de terroristas" y las ha devastado de manera periódica. En marzo de 2004, por ejemplo, las fuerzas armadas de Tel Aviv destruyeron los salones de la Universidad Al Aqsa y cuatro meses más tarde la Islámica fue blanco de misiles lanzados desde helicópteros Apache.

Los ataques contra los recintos universitarios de Gaza no provienen ahora de la ocupación, sino de las propias bandas armadas palestinas. El viernes la Guardia Presidencial de Mahmoud Abbas arrasó el campus de la Universidad Islámica de Gaza. La información (El País, 04/2/07) es descorazonadora: salones de actos destruidos, computadoras incendiadas, volúmenes de la hemeroteca calcinados, mobiliario e instalaciones eléctricas consumidos por el fuego: 15 millones de dólares de daños, en un entorno social atenazado por la miseria. Ayer, lunes, un conferencista de la Universidad Al-Azhar fue asesinado con un explosivo colocado bajo su silla, en lo que fue tal vez una represalia (y si no lo fue, ya las habrá) por la devastación referida.

Se da por sentado que la Islámica es un bastión de Hamas ­a la que pertenece el primer ministro Ismail Haniyeh­ y que la Al-Azhar es feudo de Al Fatah ­base de Abbas. Sería fácil culpar a los dirigentes de esas formaciones por el barrunto demencial de guerra civil que se vive en Gaza, pero las confrontaciones interpalestinas en curso tal vez sean una muestra de la imposibilidad de cualquier dirigencia viable en el contexto actual de los territorios ocupados: la clase política palestina acepta convivir en paz con Israel y a cambio sus edificios públicos son bombardeados; realiza elecciones ejemplarmente democráticas y los resultados son de inmediato desconocidos por Estados Unidos, Europa e Israel: "su primer ministro es inaceptable", dicen a coro las democracias que se permiten a sí mismas poner en la Presidencia a un posible violador (el israelí Moshe Katsav), ser gobernadas por primeros ministros investigados por corrupción (el israelí Ehud Olmert, el británico Tony Blair), o relegir en el cargo a una acémila (voz que viene del árabe clásico zamilah) sanguinaria como George W. Bush. Por si no bastara, Occidente somete a las ruinas de la institucionalidad palestina a un embargo internacional tal vez más implacable que el que padeció Irak o el que aún mantiene Estados Unidos contra Cuba.

En tales circunstancias, la descomposición de la vida política palestina resulta explicable y hasta inevitable. Ante la impotencia de los políticos, ahora toca el turno a grupos paramilitares ajenos a todo razonamiento.

Los establecimientos universitarios son, ante todo, nidos de civilización, aunque algunos terroristas reales o supuestos se refugien en ellos; aunque estén dominados por el bando contrario; aunque sus estudiantes sean ruidosos y levantiscos; aunque fuera cierta, y no lo es, la afirmación (que en la UNAM era posible aprobar materias con calificaciones reprobatorias) de aquel diputado de cuyo nombre nadie quiere acordarse. Vengan de donde vengan, los ataques verbales, presupuestales o militares contra establecimientos universitarios constituyen un signo inequívoco de barbarie. El espíritu del franquista José Millán-Astray ("¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte!") tiene muchas monturas. Hoy cabalga, en la sufrida Palestina, en hombros de unos sobrevivientes armados que se han dado a la tarea más estúpida que imaginarse pueda: destruir sus propias universidades.

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