Usted está aquí: jueves 8 de febrero de 2007 Opinión Rosete se pronuncia

Olga Harmony

Rosete se pronuncia

En coproducción con Teatro UNAM, la productora El Milagro presenta en el Teatro de Santa Catarina Rosete se pronuncia de Hugo Hiriart. Como es ya un sello de este autor, su deleite por las aventuras lo lleva a plantear una gran cantidad de situaciones en que se ve envuelto el protagonista y no omite referencias al capitán Nemo de Julio Verne y a los avatares de su submarino. Pero esta vez el trasfondo va mucho más allá de un azaroso viaje de vuelos, navegaciones y playas peligrosas, sino que se presta a múltiples y sombrías interpretaciones. Puede ser, como propone el grupo que lo presenta, la enajenación de la voluntad popular que por fin toma conciencia. Puede ser un viaje iniciático como fuga del destino del que no se puede escapar y que el humano sea una especie de títere (el nombre de la obra no puede menos que remitirnos al viejo disfrute de los famosos títeres de Rosete Aranda) en manos de un titiritero que sería algún dios. El final, con los papeles invertidos nos puede advertir, acerca de quien se expresa de alguna manera cae en lo mismo que negara.

Rosete no quiere ir, en una misión secreta de la que ignoraremos todo, a esa Nínive que es una metáfora de cualquier parte y en la que cabe nuestro país. Su escape lo lleva a múltiples lugares e incidentes desgraciados hasta caer en la playa del destino desdeñado, en donde es algo tan curioso como un extranjero ­nunca se ha visto alguno­ y es invitado a un programa radiofónico en el que, y a pesar de la censura que trata de imponérsele, dice lo que tiene que decir acerca del país y los políticos que lo manejan. Probablemente sea algo que deseaba rehuir pero, harto ya de todo y encarnando lo que nos pasa a muchos, Rosete se pronuncia. No hay huída posible y, por fin, el hombre títere de las circunstancias, tiene una clara toma de conciencia de lo que ocurre y que estaba evadiendo hasta entonces. La vuelta de tuerca del final desvanece la esperanza y nos deja con un sentimiento de desolación, aunque es muy posible que la dignidad recuperada ya nunca pueda ser abatida y los Rosetes de este mundo ­que son muchos y en todas partes­ puedan sobreponerse a su impulso de no ver la realidad.

La multitud de lugares que pide el texto es resuelta por el director Daniel Giménez Cacho y el escenógrafo Gabriel Pascal ­responsable, como siempre, de la iluminación­ con un sillón de peluquero y la sábana con que se cubre al cliente y que tiene una abertura por donde Rosete asomará la cabeza. Al sillón se le agregan varillas que extienden la sábana formando una especie de adminículo para volar, o sube mediante fuelle y entonces es la embarcación, o bien baja su respaldo y es el lecho adonde el protagonista es llevado envuelto en la sábana de barbero. Un gancho que baja del telar servirá para otro momento que no deseo describir para no evitar al posible lector ­si acude a ver la representación­ la sorpresa de lo que ocurre escénicamente.

Esta quinta dirección de Giménez Cacho, conocido sobre todo como actor, es un verdadero tour de force ­del que sale más que bien librado­ tanto por las limitaciones espaciales que se ha impuesto, como porque utiliza solamente a dos actrices. El travestismo esta vez está muy justificado porque expone personajes en un contexto muy abstracto, y despojándolos de género permite que el espectador asuma todo lo que trasciende a la mera narración de incidentes. Lo mismo se podría decir de la concepción escenográfica de Pascal, que resume lugares y al mismo tiempo logra que no sean ilustradas de manera realista.

El montaje cuenta con dos espléndidas actrices ­vestidas con trajes también poco reconocibles con diseño de Eloise Kazan. Mariana Giménez encarna al protagonista con todos los matices y cambios necesarios según se va sucediendo la acción. Laura Almela interpreta a gran cantidad de personajes de ambos géneros (Funcionario mujer de agencia de viajes, capitán, Natalia Komossarchefkaia, Nemesio, Cangrejo, Poncho Colmenares) dotando a cada uno de voz, actitud y tono diferentes, por lo que en cada giro reconocemos a alguien distinto. La escenificación se complementa con el diseño de sonido de Antonio Fernández Ríos y el director tuvo dos asesorías, corporal de Bruno Castillo y aérea de Jorge Díaz. Es muy grato presenciar la representación de un texto propositivo llevado a cabo de tan excelente manera.

 
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