Usted está aquí: domingo 11 de febrero de 2007 Opinión Ficco 2007 (I)

Carlos Bonfil

Ficco 2007 (I)

La prueba de la permanencia parece ganada. Cero y van cuatro ediciones del Festival Internacional de Cine de la Ciudad de México, un Ficco indispensable para la promoción y supervivencia de la cinefilia capitalina. Esta permanencia se consolida firmemente en un momento crucial y delicado, cuando la cultura y la defensa del cine mexicano hecho en México ­valga esta redundancia en vísperas de la entrega del Oscar­ han dejado de ser preocupación o propuesta mínimamente significativa en la agenda oficial. Para quienes aún se preguntan dónde está el cine mexicano de calidad, el que no puede enviar remesas de prestigio del extranjero a México, habrá que responderles sin vacilar que si bien no es posible encontrarlo siempre en cartelera sí figura en lugar muy destacado en los festivales de cine en Morelia, en Guanajuato, en Guadalajara y en esta ciudad, donde el Ficco le reserva una vez más el sitio especial de siempre.

Este año, la propuesta del festival incluye más de 200 películas, entre cortos y largometrajes, estrenos rigurosos y retrospectivas, secciones de competencia en documental y en ficción, una sección de tendencias novedosas del cine actual, otra, ya tradicional, de galas, con obras muy atractivas de cine de autor, un maratón de videoarte y también la sección México digital, con cuatro largometrajes y 22 cortos. Incluye, asimismo, media docena de cintas representativas del país invitado, este año, Argelia; tres espléndidas retrospectivas ­plato fuerte del encuentro­ con trabajos casi desconocidos en México de los cineastas Peter Watkins, Lech Kowalski y Peter Whitehead; un homenaje al maestro de cineastas Robert Bresson; un ciclo dedicado al cine y los derechos humanos; cintas seleccionadas del prestigiado premio Jean Vigo; un programa de cortometrajes experimentales estadunidenses de los años 40 a los 90; también el indispensable programa de cine de casi medianoche, el 11.59, cine de terror, ficción extrema, y la proyección de El fantasma de la ópera, de Rupert Julian (1925), en versión nueva y con acompañamiento musical.

Las primeras grandes sorpresas del festival corresponden al cine mexicano, con el estreno mundial de La sangre iluminada, de Iván Avila Dueñas, quien hace tres años realizó Adán y Eva (todavía), y la proyección de otras dos cintas notables: Familia tortuga, de Rubén Imaz, y Drama/Mex, de Gerardo Naranjo. La cinta de Imaz tendrá que competir con Fantasma, búsqueda muy personal del argentino Lisandro Alonso rondando la sala solitaria, donde se proyecta su cinta anterior Los muertos, o con la impresionante incursión en el estado de ánimo de una joven a punto de perpetrar un atentado terrorista en Times Square, en Día noche día noche, de Julia Lotvek, o con la novedosa relectura catalana de un episodio de Don Quijote, en Honor de caballería, de Albert Serra, o con la delirante farsa surrealista, Avida, de los franceses Benoît Delpine y Gustave Kevern, quienes ya presentaron en este festival Aaltra, muestra irreverente del absurdo y del humor negro. A estos títulos hay que añadir una docena más de trabajos valiosos.

El común denominador de la selección oficial de ficción este año es la propuesta estilística arriesgada, tónica y definición inevitable del festival en su conjunto. Quienes seleccionan las cintas han elegido también la continuidad, siguiendo, por ejemplo, la trayectoria de algunos cineastas favoritos, misma que los cinéfilos conocen únicamente mediante el Ficco, pues su exhibición comercial en México es, en la mayoría de los casos, prácticamente nula. En la próxima entrega, a tres día de iniciar el encuentro, abundaremos sobre la programación propuesta.

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