Usted está aquí: lunes 12 de febrero de 2007 Opinión Incongruencia partidaria e integridad ciudadana

Editorial

Incongruencia partidaria e integridad ciudadana

El coqueteo entre la dirigencia del Partido de la Revolución Democrática (PRD) y la ultraderechista yucateca, Ana Rosa Payán Cervera, terminó el sábado pasado con la rectificación del presidente del CEN de ese instituto político, Leonel Cota Montaño, y la cancelación de cualquier posibilidad de que la ex directora del DIF, en tiempos de Vicente Fox, compitiera por la gubernatura estatal amparada en las siglas del sol azteca. El escandaloso episodio, que a lo largo de la semana anterior ocupó muchos espacios informativos nacionales, deja mal parada a la directiva perredista y amenaza con introducir una fractura en el Frente Amplio Progresista (FAP), por cuanto las otras dos fuerzas partidarias que lo integran, Convergencia y el Partido del Trabajo (PT), se quedan, al parecer, con la candidatura de Payán Cervera.

Por lo demás, el fallido intento de postulación deja en claro dos miserias medulares de la vida política nacional: la falta de respeto por parte de las dirigencias partidarias a los estatutos, plataformas y programas de sus propias organizaciones y la ausencia de escrúpulos que caracteriza a un sector importante de los políticos. Por lo que hace a la primera, no es infrecuente que tiren sus principios a la basura cuando ven la posibilidad de impulsar candidaturas capaces de obtener caudales de votos que, a fin de cuentas, se traducen en incrementos a las prerrogativas monetarias otorgadas por las instituciones electorales. En cuanto a los políticos, el camaleonismo se ha convertido en una práctica deplorable en periodos preelectorales. Abundan los casos de políticos que, con tal de llegar a los cargos a los que aspiran, aceptan e incluso buscan el patrocinio electoral de partidos a los que poco antes denostaban.

En este sentido, las fugaces negociaciones entre el PRD y Payán Cervera fueron un ejemplo de evidente incompatibilidad ideológica y también, por ello, de desmedido pragmatismo electorero: el hecho mismo de que un partido progresista y laico se planteara ser el vehículo para llevar al poder público a una exponente de las posiciones ideológicas y sociales más cavernarias y retrógradas, habla de una inconsistencia moral que no es privativa, por cierto, de las cúpulas perredistas.

Más grave ha sido el proceso de descomposición que se observa en el partido gobernante, el cual parece haber asimilado con rapidez las peores costumbres antidemocráticas del antiguo régimen. Con el telón de fondo de los ajustes de cuentas entre foxismo y calderonismo y los cobros de facturas al actual titular del Ejecutivo federal por parte de quienes lo catapultaron al poder ­el propio foxismo, las dirigencias empresariales, los capitales financieros y sectores del viejo corporativismo priísta, entre otros­, la organización blanquiazul se ha visto envuelta en disputas, insubordinaciones y hasta en homicidios entre panistas, como ocurrió recientemente en Guerrero. En este contexto, la falta de transparencia en la disputa por la candidatura al gobierno de Yucatán dio por resultado la salida de Payán Cervera del partido en el que había militado desde siempre y con el que mantenía plena coincidencia ideológica.

Un hecho positivo que no puede dejar de subrayarse es que, a diferencia de lo que solía ocurrir cada vez que un instituto partidario tiraba por la borda sus principios para postular a cualquiera que le asegurara una votación sustanciosa, en esta ocasión la tentativa de hacer a Payán Cervera candidata perredista a la gubernatura yucateca generó una ola perceptible de indignación ciudadana entre sectores no necesariamente afiliados al sol azteca. El rechazo fue de tal magnitud ­en las filas perredistas y fuera de ellas­ que la dirigencia encabezada por Leonel Cota Montaño se vio obligada a recular y a cancelar una perspectiva que habría resultado un agravio para el conjunto de los sectores progresistas y de izquierda de la sociedad. La lucidez, la consistencia ética y la conciencia crítica que ha alcanzado la ciudadanía pudo contrarrestar, esta vez, la erosión moral de las estructuras partidarias, y ello es, a fin de cuentas, una buena noticia.

 
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