Ojarasca 118  febrero 2007

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La autonomía entre los triquis

Para que haya paz y tranquilidad
 

Francisco López Bárcenas

El movimiento no solamente lucha para tener el poder, lucha porque haya paz y tranquilidad para toda la gente. Eso le dijo el maestro y dirigente triqui Paulino Martínez Delia a México indígena, la antecesora de Ojarasca, meses antes de morir asesinado en la comunidad de Río Lagarto, aquel infausto 30 de enero de 1990. Diecisiete años después sus palabras se vuelven la demanda principal de las comunidades triquis, que el primero de enero de este año constituyeron el municipio autónomo de San Juan Copala. Hacerse del poder local para que la paz pueda volver a la región es el objetivo central de los autonomistas. Al menos así lo dijo el presidente del municipio autónomo el 20 de enero pasado, en el acto de presentación de las autoridades y su programa de trabajo.

Pero la lucha del pueblo triqui por hacerse del poder local tiene raíces más profundas. Basta recordar que en el 1825, San Andrés Chicahuaxtla, el centro económico, político y cultural de los triquis de la parte alta, fue reconocido como municipio y al año siguiente sucedió lo mismo con San Juan Copala, que juega el mismo papel que Chicahuaxtla en la parte baja. Los dos municipios no fueron una concesión de aquella nueva clase política hacia los triquis, sino una conquista de ellos con su activa participación en la guerra de Independencia.

La institución municipal fue importante para que se defendieran frente de las políticas liberales del siglo XIX. En ella apoyaron su rebelión de 1832, cuando se levantaron en armas contra el "supremo gobierno" porque el gobernador de Oaxaca, un antiguo realista que a última hora abrazó la causa de la independencia para defender los intereses familiares, les arrebataba sus tierras para que su padre pudiera pastar sus chivos. La rebelión se mantuvo por cuatro años, hasta que Hilario Alonso Medina, Hilarión, y los otros líderes fueron capturados y fusilados. En el año de 1843 volvieron a rebelarse por las mismas razones. Su ejemplo se extendió hasta alcanzar los pueblos mixtecos de Oaxaca y Guerrero. Al paso de los años volvieron a ser derrotados y despojados de más de la mitad de su territorio. Para consolidar su dominio, el gobierno dividió la región y en el año de 1844 creo otro municipio en la región triqui alta: el de San Martín Itunyoso.

Entrado el siglo XX los políticos regionales mantuvieron una fuerte disputa por el control del poder regional que incluyó la creación y supresión de varios municipios mixtecos, lo que afectó a los triquis y los subordinó al poder mestizo. En 1940 fue suprimido el municipio de San Andrés Chicahuaxtla, para incorporarlo al municipio de Putla de Guerrero y en 1948 sucedió lo mismo con el de San Juan Copala, cuyas comunidades se repartieron entre los municipios de Santiago Juxtlahuaca, Putla de Guerrero y Constancia del Rosario. Esas comunidades son las que ahora han constituido el municipio autónomo de San Juan Copala.

Las razones que entonces se esgrimieron para arrebatarles la categoría de municipio eran que no obedecían las leyes, no pagaban impuestos y había mucha violencia en la región "por falta de autoridad".

Curiosamente, para justificar la constitución del municipio autónomo, ahora los triquis manifiestan que en la región existe un vacío de poder, lo cual ha dado lugar a que la violencia e inseguridad reinen en ella, mientras los planes de desarrollo brillan por su ausencia. En otras palabras, el municipio no era la causa de los problemas, sino el abandono gubernamental, que se mantuvo a pesar de que se suprimieron los municipios triquis.

El reclamo triqui de contar con su municipio propio, como una forma de ejercer su autogobierno se ha mantenido constante, a pesar de las maniobras de los mestizos por impedirlo. En el año de 1956 --ocho años después de que se le despojara de su categoría de municipio-- las comunidades triquis de San Juan Copala solicitaron a la legislatura se les restituyera su gobierno municipal. La Cámara de Diputados lo consultó con el municipio de Santiago Juxtlahuaca y el señor Leoncio Caloca, presidente municipal, les respondió que la petición no procedía, "porque los triquis viven en el caos y en el crimen, siempre han sido así, son una tribu semisalvaje".

Un año después, las autoridades comunitarias de la región enviaron una carta a la misma Cámara de Diputados, expresando su confianza en que esa legislatura "integrada por ustedes que sí conocen los problemas de esta región abandonada [...] nos devolverán la categoría de municipio que se nos arrebató indebidamente, ya que esta medida que tomó la Legislatura de entonces, no dio ningún resultado práctico". Esta vez ni siquiera les respondieron. Por eso buscaron otras formas de hacerse escuchar.

En el año de 1971, la Coalición de Pueblos Mixtecos Oaxaqueños (dentro de los cuales se incluía a los triquis) sostenía que era urgente devolverle a San Juan Copala su categoría de municipio "porque hay un divorcio entre la realidad social y la artificiosa división política". Por esas mismas fechas, las autoridades de San Juan Copala (en voz del señor Cirilo Castañeda Guzmán, secretario de las autoridades comunitarias), denunciaban que antes de que se suprimiera el municipio, el señor Roberto Canseco Guzmán, presidente municipal de Juxtlahuaca y viejo político mestizo, llegó a San Juan Copala y rompió el sello y la papelería oficial.

Con esos antecedentes, no resulta difícil entender que con la construcción del municipio autónomo de San Juan Copala los triquis recuperan su historia para apuntalar su demanda. Para ellos es la manera de reclamar su derecho a la autonomía sin romper la estructura del Estado mestizo, pero también sin permitir que a través de éste los sigan sometiendo políticamente y explotando económicamente. Ése es su objetivo. Falta ver el derrotero que seguirá, dependiendo de la actitud del gobierno oaxaqueño y de los grupos políticos de la región pero, sobre todo, de que los impulsores del municipio autónomo conserven la unidad y estructuren un programa de gobierno que atienda las necesidades de las comunidades triquis, y enfrente inteligentemente los embates que quieren desestructurar su organización y evitar que consigan sus propósitos.

Por eso las palabras del maestro Paulino Martínez Delia siguen teniendo hoy tanta vigencia como cuando las pronunció hace veinte años: el movimiento no debe luchar solamente por el poder, sino para que haya paz y tranquilidad para toda la gente.


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