Usted está aquí: martes 20 de febrero de 2007 Opinión Aprender a Morir

Aprender a Morir

Hernán González G.

Gracias, Mauro Rodríguez

Tuve el honor de comer con Mauro Rodríguez Estrada -uno de los pocos mexicanos que en sus obras se han ocupado con inteligencia del tema de la eutanasia- el 18 de enero pasado. Como era usual en él, a su conversación, a la vez sencilla y erudita, añadía la mirada inquisitiva, dulce o enérgica de sus ojos azulísimos. A últimas fechas se le había agudizado un problema cardiaco y me dijo que los médicos insistían en practicarle una operación a corazón abierto.

Con la confianza que me había brindado en los pocos años que nos tratamos, me permití comentarle que las cirugías solían ser, en muchísimos casos, el recurso favorito de los especialistas, es decir, de aquellos que sólo pueden ver las enfermedades con el monóculo de su especialidad, las más de las veces estrecho por necesidad.

Convencido de que paradigmas, visiones culturales erróneas y prejuicios sólo pueden ser rotos mediante la reflexión y el conocimiento no dogmático, su vocación como capacitador y conferenciante en universidades, empresas y medios era incansable y tenaz, al grado de que a veces, en una misma semana, se desplazaba a Tijuana, Colima y Mérida. Simultáneamente, escribía y publicaba sin parar.

Ante ese cuadro externé una sugerencia: "Mauro, si antes de pensar en operarte modificas hábitos y disminuyes en un 60 por ciento tu ritmo de trabajo, tal vez tu corazón reaccione favorablemente". Y todavía deslicé con afecto insidioso: "No olvides que el ego se disfraza incluso de vocación de servicio, y que una vida de logros como la tuya, a los 77 años, no tiene por qué ser violentada por la ciencia médica y sus obsesiones".

Rodríguez Estrada aceptó o aparentó hacerlo. Saboreó un pescado a la veracruzana, lo llevé a su casa y me obsequió su libro más reciente: Manual anticorrupción. Del moralismo a los valores, editado por Trillas a principios de año. Días más tarde se sometió a la dichosa operación y desafortunadamente la semana pasada falleció.

Doctor en sicología, sicolingüista, estudioso y cuestionador agudo de las "revelaciones" de la Biblia, fundador y primer presidente de la Asociación Mexicana de la Creatividad y autor de medio centenar de títulos, varios de ellos editados en Alemania, España y Argentina, su aguda pluma nos amistó al publicar en 1989 ¿Eutanasia o autanasia? Por una muerte digna (editorial El Manual Moderno) y en 2004 La controversia de las eutanasias, el fondo oculto del debate (Botas y Alonso Editores), editoriales, ambas, que no han sabido hacer negocio promoviendo eficazmente un tema tan "escabroso" pero tan urgente en nuestra decimonónica sociedad.

Honrar la memoria de este valioso mexicano obliga no sólo a pensar si la eutanasia puede ser "buena o mala", sino, sobre todo, a pensar por nosotros mismos, seamos viejos o jóvenes, creyentes o descreídos y otras etiquetas, pues el problema de fondo sigue siendo renunciar o asumir la razón y la emoción de procurar ser libres. Volveremos periódicamente sobre la "provocadora" e impagable obra de Mauro.

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