Usted está aquí: viernes 23 de febrero de 2007 Opinión Calderón: el canto de las sirenas

Jorge Camil

Calderón: el canto de las sirenas

El periodista Andrés Oppenheimer, en un artículo publicado en Estados Unidos con el título: "Calderón should take on Chávez" (Calderón debería desafiar a Chávez), recomienda a Felipe Calderón precisamente eso: convertirse en "líder de América Latina desafiando la creciente influencia del venezolano en la región". Ese, dice Oppenheimer, vendiéndole un espejito de colores a Calderón, será seguramente el tema más importante en la mente de George W. Bush cuando visite México en marzo.

Sin embargo, en la versión en español del mismo artículo en Reforma, el periodista del Miami Herald, alentando a Calderón, o intentando complacer a públicos diferentes, tradujo el título en forma de reto o interrogación: "¿Calderón vs. Chávez?" Y en él, con lenguaje menos apremiante que en la versión inglesa, sugiere simplemente que Calderón se convierta en el "antídoto" de Hugo Chávez.

Hasta hoy, dice el periodista, "todos los presidentes de la región han declinado ese papel", silenciados "por la diplomacia de chequera" de la riqueza petrolera, o intimidados por las agresivas acusaciones de Chávez contra cualquiera que defienda la democracia y el libre mercado.

Al parecer, el artículo fue inspirado por un politólogo de la Universidad de Nueva York, Patricio Navia, quien lamenta que, no obstante las más recientes elecciones en la región (refiriéndose específicamente a México, Perú y Colombia), que llevaron al poder al "candidato más inclinado a la globalización" (en la versión en español Oppenheimer les llama los candidatos "menos opuestos a la economía globalizada": ¡una gran diferencia!), ninguno "se ha opuesto en forma consistente a las diatribas de Chávez contra la globalización".

Según Navia, América Latina está esperando una especie de mesías del libre mercado. Y de todos los posibles candidatos, Calderón le parece el mejor colocado para asumir ese papel.

De Alvaro Uribe, el "gran aliado de Estados Unidos", ya hablé anteriormente, concluyendo que es "un terrateniente del siglo pasado que gobierna bajo la sombra de los cárteles de la droga, y atrapado en la encrucijada de la guerrilla, el ejército, las fuerzas paramilitares y la ayuda de Estados Unidos". Hoy está naufragando en medio del paragate, al descubrir que estos cuerpos de "autodefensa" están incrustados en todos los niveles de gobierno.

Con Perú no pierdo el tiempo, porque el primer mandato de Alan García acabó en 1990 en un caos: hiperinflación de 7 mil por ciento, corrupción desbocada, masacre y tortura de campesinos opositores, moratoria de la deuda externa y acusaciones de lazos con los cárteles colombianos.

Frente a este desolador panorama, señor Calderón, ¿estaría dispuesto a convertirse en líder del incómodo grupo de "globalizadores" mencionados por el profesor Navia? Es curioso que éste se concentre únicamente en los tres países de la región con gobiernos de derechas, y soslaye a los ocho que, rechazando la globalización y cansados de democracias de aparador que no benefician al pueblo, se apartan de Bush, el gobernante más desprestigiado del planeta. ¡Bendita recomendación del señor Oppenheimer!: "¡conviértase en testaferro del imperio! Eche por la borda la política exterior que le valió a México un siglo de prestigio en la región". Todo para tranquilizar al señor Bush, y hacer el trabajo sucio de Estados Unidos.

No me sorprende que Navia, de origen peruano y especializado en política chilena, desconozca la Doctrina Estrada sobre la no intervención y autodeterminación de los pueblos, del periodista, historiador y diplomático sinaloense Genaro Estrada, y las enseñanzas de los internacionalistas Isidro Fabela y Luis Padilla Nervo: tres ilustres diplomáticos que contribuyeron a fincar la política exterior que convirtió a México en faro de luz en América Latina.

Además, aceptar el match de boxeo que sugieren Navia y Oppenheimer pondría en riesgo las importantes inversiones privadas mexicanas en Venezuela, y rompería el frágil balance existente entre Calderón y el Congreso, que se ha manifestado a favor de regularizar la relación con ese país.

Regresando al artículo de Oppenheimer, es obvio que debe vigilar la consistencia. Sabemos que es un escritor bilingüe y, como dicen en Estados Unidos, "bicultural", pero su texto está redactado para complacer a públicos diferentes: el del Miami Herald para halagar a Bush y a los estadunidenses. Y el de Reforma, para azuzar a Calderón a escuchar el canto de las sirenas, convirtiéndolo en "líder" de una América Latina achicada, en la cual Argentina, Brasil, Chile, Bolivia, Ecuador, Uruguay, Nicaragua y Venezuela están gobernadas por gobiernos de izquierdas, que apoyan a Chávez por convicción o, como reconoce el mismo Oppenheimer, para no antagonizar a los partidos que los llevaron al poder.

Antes de embelesarse con los cantos de las sirenas proferidos por Navia y Oppenheimer, Felipe Calderón debería leer el poema del romancero popular estadunidense, Shel Silverstein, que advierte a los marineros enamorados de sirenas: "te fascinará la parte superior, pero no te gustará la cola..."

 
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