Usted está aquí: viernes 2 de marzo de 2007 Política BC: asunto de seguridad nacional

Jaime Martínez Veloz

BC: asunto de seguridad nacional

Plataforma de la migración desesperada que expulsan las regiones más deprimidas de México, esta zona fronteriza es la más transitada del mundo; anualmente hay más de 16 millones de cruces fronterizos.

Este factor y el poderoso efecto gravitatorio que ejerce la cercanía del dólar; su mercado, oportunidades y ventajas frente al peso y la economía nativa, son determinantes para la formación del escenario socio-político de Baja California.

Incidencia similar tienen el narcotráfico y el crimen organizado. Se expanden peligrosamente corrompiendo cuerpos de seguridad municipal, estatal y delegaciones federales, infiltrándose en centros de enseñanza y creando un vasto mercado de marginados urbanos, principalmente niños y jóvenes.

El problema número uno del estado es el de la inseguridad pública. La acción del crimen organizado es fácilmente verificable: más de 600 asesinatos anuales; 100 mil adictos a las drogas y más de mil 500 picaderos tan sólo en Tijuana; tráfico de armas; facilitación oficial para el lavado de dinero proveniente del narcotráfico, tráfico de armas y drogas; compra de funcionarios públicos y una sociedad que teme y no encuentra en las autoridades municipales, estatales o federales una respuesta a la altura de los reclamos sociales.

La influencia de este fenómeno, combinado con la enorme y constante migración y la falta de expectativas, sobre todo entre los jóvenes, han empujado a muchas personas a la drogadicción y la delincuencia.

Baja California ya no es solamente pista de tránsito para el gran mercado de adictos en Estados Unidos. Los últimos años se ha integrado una gran demanda de consumidores finales que trasladaron su adicción de las drogas "blandas", como alcohol y mariguana, a los químicos de fácil producción y bajo costo; los más devastadores de la capacidad física y mental.

La fragilidad del tejido social, generada -en gran medida- por una economía tan íntimamente vinculada a la estadunidense, resiente el fuerte embate del crimen organizado, diestro en corromper funcionarios e instituciones y en disolver, con oro o plomo, todo dique que retenga su expansión.

La masa de drogadictos y agentes menores del narcotráfico devendrá desolador panorama de descomposición social si las instituciones republicanas, junto a la sociedad, no actúan con determinación política.

Adicionalmente, la migración ya alcanza dimensiones dramáticas en términos de empleos, servicios básicos y vivienda. En esta enorme cantidad de mexicanos migrantes, se encuentra la expresión más acabada de la injusticia social de nuestro país.

Ante estos fenómenos, las instituciones públicas y privadas, sobre todo el gobierno de la entidad, tratan de administrar la vida del Estado, pero no dan alternativas de fondo a los problemas que se afrontan.

La íntima dependencia bajacaliforniana de la economía más poderosa del mundo, requiere de un diseño global específico donde quede a salvo el derecho a la seguridad jurídico-social y al bienestar de la vida moderna.

La multiplicación de la inmigración ilegal, que tiene dimensiones inmanejables para ambos países, concentra en esta parte de la línea fronteriza las expresiones más descarnadas de la injusticia social en México.

Cuando la dignidad y la supervivencia personal y familiar están en juego, caros y esenciales valores como la identidad nacional se erosionan. La frontera de Baja California es escenario del desmembramiento y la descomposición que provoca el rezago social y político.

Detrás de la apariencia que dan las cifras en cuanto a ser el estado que más inversión capta y en el que el desempleo es prácticamente inexistente, se esconde una verdad distinta. Los bajos salarios no alcanzan para el gasto familiar de una sociedad que tiene que pagar los servicios de transporte, agua y energía eléctrica más caros del país y además se encuentra prácticamente dolarizada.

La merma en los ingresos que se reciben, el daño al medio ambiente, la volatilidad de la inversión y la dependencia a procesos productivos ajenos al desarrollo nacional marcan una economía montada sobre bases frágiles que podrían entrar en un colapso en unos cuantos meses.

Estas características se suman a la importancia estratégica de la ubicación geográfica de Baja California y permite advertir la dimensión del conflicto: este es un asunto de seguridad nacional. La entidad fue convertida por Vicente Fox en el cuarto de máquinas de Estados Unidos, al permitirle el suministro de energía eléctrica y gas natural licuado desde nuestro territorio.

El reto es diseñar y ejecutar una estrategia política que expanda una nueva racionalidad, moderna, económica, política y socialmente. Se trata de cumplir con el pacto federal y desatar procesos que, sin menoscabar el estado de derecho y la decisión ciudadana, lleven a una salida equilibrada a las tensiones y presiones que se acumulan peligrosamente en el estado de Baja California.

 
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