Usted está aquí: sábado 3 de marzo de 2007 Opinión Seamos todos Cité Soleil

Idalbert Pierre-Jean*

Seamos todos Cité Soleil

Ampliar la imagen Foto de archivo de dos inmigrantes haitianos rescatados frente a la costa dominicana Foto: Ap

En un artículo de opinión publicado en este periódico el pasado lunes 27 de febrero de 2007, el señor Raúl Zibechi, al hacer alarde de buen samaritano, presentó a Cité Soleil, uno de los barrios más poblados y pobres de Puerto Príncipe, capital de la república de Haití, donde denunció un genocidio ocultado por los medios comerciales.

En eso disentimos absolutamente con el articulista que nos dejó mortificados e indignados. Mortificados, porque una vez más nos sentimos apuñalados en la espalda en el sentido de que Zibechi, sin conocer la realidad, pretende informar a la opinión mexicana cuando lo que ha conseguido es sólo desinformar. Además, dudamos que el señor Zibechi haya pisado una sola vez Cité Soleil. Indignados, porque otra vez, nos sentimos utilizados para verter todo tipo de críticas al llamado gobierno mundial y regional representado en esta faceta por las organizaciones de Naciones Unidas y de Estados Americanos.

En esta tesitura, Raúl Zibechi se hizo defensor de los derechos y libertades de los ciudadanos de Cité Soleil al denunciar que la Misión de Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (Minustah) -cuyo mandato es vinculante, es decir, ligado a las fuerzas de seguridad del Estado- está cometiendo un genocidio en este bravo barrio, lo cual significaría con la complicidad del Estado haitiano. Lamentamos profundamente este juicio de valor y, por consiguiente, superficial. En Haití, que sepamos, no se cometió ningún genocidio porque, de una parte, no existen etnias, y de otra, considerando el término en su extensión, no se produjo masacre alguna o linchamientos sistemáticos sobre la población de Cité Soleil. Sin animo de polemizar, creemos que tanto el premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, como Raúl Zibechi y los innumerables testimonios mencionados por este último se equivocaron.

Lo que hubo y que hay en Haití es una situación de inseguridad derivada de la delincuencia articulada por bandas armadas que aterrorizan, secuestran y matan a las poblaciones, y el crimen organizado. Ante esa lamentable situación que hace que nos definen como Estado fracasado y que también hace que inversores, ciudadanos y turistas huyan del país porque está considerado de máxima inseguridad, nos gustaría preguntar al señor Zibechi en su calidad de mexicano qué debería hacer el gobierno de Haití. ¿Qué hacer para restablecer la autoridad del Estado? Si fuera usted miembro de ese gobierno, ¿cómo reaccionaria cuando en diciembre 2006, ante la espiral macabra de secuestros de niños y niñas acompañados de sus linchamientos con o sin pago de rescate -impera la ley de la indiferencia humana de los delincuentes-, se debieron cerrar las escuelas privando así a esas criaturas el bien más preciado que es la educación? Acaso, señor, ¿la violencia de las bandas armadas y el crimen organizado no constituyen violación de derechos humanos? No señor, estamos hartos de esas puñaladas. Hartos de la doble moral. Si se decide en Haití el combate sin fronteras contra la delincuencia y el crimen organizado, nos tacha de Estado represor que comete genocidio cuando todo el mundo casi se calla ante estados potentes que frente a esas mismas situaciones decretan cero tolerancia. Si el gobierno se queda pasivo, como ocurrió muchas veces por falta de medios, nos consideran Estado fallido que merece una tutela internacional porque afecta gravemente a la seguridad regional.

Señor Zibechi, si usted habla desde una perspectiva de izquierda, o mejor dicho progresista, hay que evitar caer en el deduccionismo. Un artículo de opinión, al no ser fundamentalmente teórico, tiene que basarse en algo de investigación. No pretendemos enseñar nada a nadie, pero sugeriríamos que en vez de pedir que seamos todos Cité Soleil pida preferentemente que seamos todos Haití. Si estamos en esta situación que lamentamos profundamente no es por pura elección. Es cierto que tenemos parte de nuestra responsabilidad que asumimos; pero también somos víctimas del sistema. De un mundo global al que mucho nos cuesta adaptarnos por falta de medios y recursos. No estamos en guerra civil por lo que no se debe compararnos con otros países. Lo que ocurre es que nuestro Estado merece ser transformado para adaptarlo a la modernidad y poder así responder a las necesidades de nuestras poblaciones. Somos conscientes de nuestra situación y los primeros en lamentar la presencia de tropas extranjeras en nuestro país. ¿Quiénes más que nosotros, en América Latina y el Caribe, pueden sentir más repudio para tropas de ocupación, como usted los llama? Nosotros fuimos y seguimos siendo la libertad y la emancipación por historia y excelencia.

Aquí no vamos a entrar en la polémica a saber que lo que defiende Brasil en Haití es alcanzar, como dice usted, suficiente proyección para conseguir el ansiado asiento permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas; tampoco nos interesa saber si la Minustah puede ser banco de pruebas de la futura "OTAN latinoamericana". No son nuestros cometidos. Demasiado tenemos con nuestro duro cotidiano para ocuparnos de un mundo en que desde hace ya varias décadas las grandes decisiones están tomadas a nuestras espaldas y sobre nuestras cabezas. Si alguien no quiere reconocer esa realidad, está totalmente equivocado.

Lo que nos interesa es que la gente deje de desinformar sobre nosotros. Es cierto, como ha dicho usted, que la población de Cité Soleil está machacada; pero lo es como muchas poblaciones en Haití y no se trata de abusos de un gobierno manchado con la sangre de los más desfavorecidos. La pobreza, señor Zibechi, genera violencia y con ello los sembradores de la violencia (delincuentes, narcos, criminales, bandidos, etcétera) fomentan la complicidad, la cual a corto y medio plazos crean una situación desesperada si no se toman a tiempo medidas adecuadas y eficaces. Lo que necesitamos para construir nuestro futuro, tanto institucional como material, es que nos ayuden de manera horizontal a hacer frente a este lacra que es la violencia callejera. Si no, todo lo demás es renovar la llaga, y eso nos duele sólo a nosotros.

* Embajador de Haití en México

 
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