Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 4 de marzo de 2007 Num: 626

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Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

La otra frontera
(México-Guatemala)

ISABEL VERICAT NÚÑEZ

Religiosidad en Pellicer
GUILLERMO SAMPERIO

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Guillermo Samperio

Religiosidad en Pellicer

En "Poema 1", dedicado a América, Pellicer anota: "La voz de Dios haga mi voz hermosa", oración que al parecer fue escuchada pues el poeta construyó algunos de los más sentidos poemas mestizos que han podido escribirse y que contienen múltiples referencias teológicas. Para muestra, sus Esquemas para una oda tropical, que transcurren durante una tarde en Chichén Itza y que son escritos con la voz amarrada al medio de la selva: "Una serpiente, apenas,/ desató aquel encanto/ y pasó por mi sangre una gran sombra/ que ya en el horizonte fue un lucero." De alguna manera, la unión de dos culturas y tradiciones se encuentran en los versos de Pellicer de un modo sutil. De serpiente a lucero, la divinidad se revela.

La experiencia religiosa en Pellicer se trasmuta y transita como si se tratara de un atardecer. La cordillera (serpiente-sombra) se va ocultando magnífica cuando la luz del ocaso la devora; una vez concluida la puesta aparece en lo alto un lucero (la divinidad). De ahí que el movimiento sea otro elemento fundamental de la poesía de Carlos Pellicer.

Si bien, en la juventud, el tabasqueño encontró la posibilidad de la dicha, territorio del hombre, en su madurez se toparía con el dolor, que se muestra en uno de sus mejores poemarios, Práctica de vuelo (1956). Aunque la celebración de la juventud, la dimensión temporal y el movimiento se constituyeron como elementos primeros de su poesía, es en Sonetos de esperanza donde descubre la esencia de la bondad como territorio de lo divino: "Cuando a tu mesa voy y de rodillas/ recibo el mismo pan que Tú partiste/ tan luminosamente, un algo triste/ suena en mi corazón mientras. Tú brillas." Al recibir la comunión percibe la luminosidad bondadosa de Cristo, pero en tanto esa luz persiste, al poeta se le queda algo triste, la almendra amarga que tomará fuerza: "La oscura sangre siente flagelos/ de un murciélago en ráfagas de espinas/ y aun en las limpias aguas campesinas/ se pudren luminosos terciopelos." El dolor ha hecho que el corazón mismo se convierta en murciélago que flagela e, incluso, en el agua del camino de su juventud se pudren los hierbajos en las orillas del río. Tal circunstancia dolorida lo lleva a afirmar, como un epitafio, que "Algo de Dios en el mundo escalofría", a manera de leve queja a lo Job que, en el fondo, es un escalofrío personal ante la inmensidad del milagro de un mundo, desde "la gran ruina de sombras en que vivo".

Sin embargo, en la óptica de lo religioso, el dolor final que logra entreverse en los versos anteriores, cumple un ciclo eminentemente teológico al significar la redención. No podría pensarse en la inauguración eterna de la vida, sino, tomando en cuenta la identidad Dios-tiempo, la divinidad no tiene principio ni fin, sino es un círculo que permite que los sucesos se repitan una y otra vez. La eternidad se completa. Por lo anterior, el dolor es preciso, pues significa la vuelta a un estadio de expiación necesario para purificar el ser. Puede notarse pues que Pellicer fue un auténtico poeta que no refería ciclos artificiales ni construía artefactos superficiales, sino que su labor como escritor se dedicó a la eternidad, por ello sus propios ciclos vitales se identifican con los círculos de lo divino.

Una sensación de obsequio recorre las cosas cuando se habla de lo sagrado en Carlos Pellicer. El agradecimiento auténtico que envolvió en sus versos es una íntima relación de hechos y especies. Un inventario del mundo puede elaborarse a través de sus estrofas. Este es el último elemento de su poesía: la abundancia. Para Pellicer no hay diques en la expresión. Como pocos, supo sacar provecho de las formas poéticas para darle cauce al desorden imaginario. Cosmos, el tabasqueño cultivó poco la avaricia y el capricho; por el contrario, fue espléndido al momento de la escritura como si se tratara del creador de un paraíso. Un color no falta, ni una línea. El detalle de las mariposas y de la luna que se interna en el lago. Una dicha (muy humana) es conocer de manera pictórica el mundo a través de sus trazos.

El pintor, como se refería a Dios, tampoco escatimó.