Usted está aquí: lunes 5 de marzo de 2007 Capital A pasos de la opulencia, el rostro más extremo de la miseria en A. Obregón

Cosa de ficción, los servicios públicos que ofrece la gran metrópoli

A pasos de la opulencia, el rostro más extremo de la miseria en A. Obregón

Más de 400 familias sobreviven en condiciones de insalubridad en Los Hornos La Presa

ROCIO GONZALEZ ALVARADO

Ampliar la imagen Una de las familias asentadas en el predio Los Hornos La Presa, en la delegación Alvaro Obregón Foto: Carlos Ramos Mamahua

Ampliar la imagen La más profunda miseria tiene su rostro en Los Hornos La Presa, en Alvaro Obregón Foto: Carlos Ramos Mamahua

Con viviendas autoconstruidas, de no más de tres por cuatro metros cuadrados, levantadas de manera furtiva hace cinco años con materiales de desecho, cartón, plástico y madera, en un territorio vacante situado en un despeñadero del extinto Río Becerra, a unos kilómetros de la opulenta Santa Fe, en la delegación Alvaro Obregón, 400 familias sobreviven en condiciones de hacinamiento e insalubres, en lo más profundo de la miseria.

Se trata de inmigrantes rurales y habitantes oriundos de los barrios más pobres de la demarcación, cuyos ingresos de 700 a mil 200 pesos mensuales, en promedio, producto de empleos informales como el trabajo doméstico, la albañilería o el comercio ambulante, no les alcanza para comer, mucho menos para pagar una renta, en la que se llevarían prácticamente su salario.

Los servicios públicos que ofrece la gran metrópoli aquí son cosa de ficción. En su lugar lo único que se aprecia son conexiones clandestinas de agua potable, energía eléctrica y drenaje, así como basura, perros famélicos y con sarna, y un mal olor que recorre los informes pasillos y terrazas trazadas con costales de arena y material reciclado, en un terreno accidentado con un declive de 45 grados.

Elena Lorenzo, madre soltera, de 24 años y cinco hijos, a quien la pobreza la obligó a dejar su pueblo natal, nombrado paradójicamente Real del Oro, en Michoacán, es parte de este universo prácticamente dominado por mujeres abandonadas, que ya no esperan nada para ellas, pero que para sus hijos -niños desnutridos con parasitosis y en algunos casos extremo con conjuntivitis-, sueñan con que algún día las cosas cambien.

Como todos, llegó a este predio irregular conocido como Sección Hornos La Presa, hace poco más de cinco años. "Antes rentábamos un cuartito en Jalalpa, pero ya era una pesadilla. Un día mi mamá iba para Tacubaya y una amiga le dijo ya deje de pagar renta, mejor vengase para acá y aquí estamos", comenta.

Lo de menos, cuenta, fue hacerse del material para su casa. De "poquito en poquito" se hizo de maderitas, plástico y cartón, que pepenaba su mamá Elena García de los basureros, y su hermano Alberto, ayudante de albañil, de las obras en construcción, pues de su esposo nada obtuvo. "Sólo venía de vez en cuando, hasta que un buen desapareció y no volvió".

Elena ocupa un mísero cuarto, que se restringe a un lugar para dos camas, sin ventilación. Sin más estudios que la primaria, dice ya estar acostumbrada a la pobreza, pero su anhelo es encontrar un techo seguro y educación para sus hijos.

Y es que son los menores de edad, la mitad prácticamente de los 600 habitantes de este predio, los que llevan la peor parte. No sólo son blanco de enfermedades infecciosas, sino que orillados en algunos casos a contribuir con el gasto familiar, abandonan la escuela.

Es el caso de los hijos de don Agustín. Es taxista y único sostén en la familia. A su esposa, que se empleaba como doméstica hace un año le rompieron una rodilla y zafaron un tobillo en un asalto, casi al llegar al predio. Desde entonces no ha podido trabajar.

El mayor de los hijos dejó la preparatoria y comenzó a trabajar, y otro más abandonó sus estudios de secundaria, al no poder comprar el material escolar. "Entró al taller de carpintería, pero le pedían que la tablaroca o el triplay, de donde íbamos a agarrar. Como se burlaban de él, porque no llevaba nada, ya no quiso ir", comenta la mamá. Juana López, quien confía esperanzada que algún día esto se arregle, porque vivir en estas condiciones "es una calamidad".

 
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