Usted está aquí: jueves 8 de marzo de 2007 Opinión Rumorología y equivocaciones

Olga Harmony

Rumorología y equivocaciones

En general, los cuestionamientos que hago acerca de las políticas culturales son tímidos reclamos que dejo al final de mis notas. Ahora (escribo el lunes 5 de marzo) quiero cambiar el orden y ocuparme en primer lugar de asuntos que preocupan al gremio teatral. Aclaro que, si bien no acepto como legítimo el gobierno de derecha que formalmente nos rige, entiendo que muchos funcionarios culturales -y tengo varios ejemplos- no son fieles seguidores de la ideología oficial e ignoro si los actuales se encuentran en ese caso, por lo que no me importa intentar una interlocución y hacer señalamientos en nombre de muchos teatristas. Corren grandes y temibles rumores acerca de que muchos proyectos, algunos de larga tradición y otros más recientes, pero muy eficaces, están a punto de ser dados de baja en la presente administración, que sólo velaría por la compañía Nacional de Teatro y el programa de México, puerta de las Américas. Y si bien la rumorología es un deporte al que se entrega con singular entusiasmo la gente de teatro, la insistencia en algunos de ellos y el hecho de que en el momento en que escribo la Coordinación de teatro sea la única vacante, dan pie a muchas suspicacias. Es lamentable que se haya aceptado la renuncia de Ignacio Escárcega, que ya tenía gran consenso en el gremio, y habrá que esperar a quien lo suceda y que los rumores no tengan fundamento, porque de no ser así la paciencia de los creadores escénicos se puede agotar ante tamaña equivocación.

Esto nos lleva a la escenificación, parte central de esta nota, de La comedia de las equivocaciones de William Shakespeare bajo la dirección de Alberto Lomnitz en una hilarante adaptación hecha por el director y otros miembros de la Liga mexicana de improvisación, como Mariano Cossa, Ricardo Esquerra y Haydeé Boetto, que atribuyen el texto a un tal Wllm Shkspr, con graciosa aceptación de que no se trata del original del genio inglés. Para aquellos que se horroricen de tamaño desfiguro, bastaría recordar que el propio Shakespeare se basó para crear una nueva comedia en Los mellizos y parte de Anpfitrión de Plauto y que las adecuaciones de antiguos textos son aceptables si se hacen con gracia y con finura.

Los adaptadores cambian los nombres de las dos parejas de gemelos, amos y criados, y dejan el esqueleto de la trama original, no sin hacer que en Ciudad del Norte, como denominan el lugar de la acción, pululen muchos personajes shakespeareanos y que los actantes de la comedia digan parlamentos de otras obras y otros lugares. En una escenografía y con iluminación de Matías Gorlero, consistente en dos módulos pedregosos inamovibles y uno central con diferentes puestas que, al volverse, da lugar a los espacios requeridos, señalados muy isabelianamente mediante letreros, la adaptación comienza con una crítica de la burocracia en la que se eternizan -lo que se advierte por la progresión del tejido que la campesina de las trenzas rubias hace- los trámites de los extranjeros, vestidos con ropas extravagantes diseñadas por Estela Fagoaga y en la que al viejo mercader del sur se le hace ir de una ventanilla a otra en que le piden los mismos datos y papeles. La trama sigue con chispeantes acotaciones del director y su director adjunto, Mariano Cossa que es asimismo creador de la música original en esta feliz y entretenida adaptación.

El pequeño elenco de seis actores se hace cargo de todos los personajes de la trama y aun de algunos incidentales, como ese guardia que arrastra un preso encapuchado -para mí tuvo resonancias de las brutalidades bushianas- y sume en el terror a los que transitan a su vera. Carlos Aragón y Ricardo Esquerra encarnan a las dos parejas de mellizos, amos y criados, además de transformarse en personajes incidentales, al igual que todos los miembros del reparto en actos casi de transformismo. Gabriela Murray hace con gran energía y comicidad la celosa esposa del mellizo del norte y Haydeé Boetto es su hermana, prendada del cuñado sin saber que se trata de otro y deliciosa en su encantamiento cuando la celosa despotrica contra el marido. Fernando Becerril, a quien no había visto antes en comedia, interpreta con dignidad al mercader del sur, padre de los mellizos y con gracia al joyero del norte. Juan Carlos Vives dobletea al gobernante, con sus chistosos apartes hacia el público y al comerciante que reclama su dinero.

 
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