Usted está aquí: viernes 16 de marzo de 2007 Opinión El tiempo en la obra de Freud

José Cueli

El tiempo en la obra de Freud

La Carta 52 es uno de los trabajos más importantes en la obra de Freud, pues apunta la noción de que los lugares de inscripción (señalados por pequeñas cruces) corresponden al mismo tiempo a fijaciones temporales que hablan de un génesis.

Estas fijaciones se escalonan en el tiempo y atañen a diferentes tipos de asociación. Los distintos lugares de sistema se caracterizan, uno, por contigüidad y, otro, por semejanza; corresponden a modos de funcionamiento también diferentes que son abiertamente incorporados a los modos de funcionamiento de la lengua.

Cada lugar se constituye sucesivamente en el tiempo para formar un aparato síquico correspondiente, cada uno en un idioma diferente, de modo que el paso de uno a otro, junto con la evolución temporal del sujeto, el proceso a la inversa y a los problemas que éste puede encontrar cuando hay que dar con una fase pasada, son considerados problemas de traducción, transcripción o transliteración.

Hay depósito, inscripción, pero para pasar de un lugar a otro hay una especie de traducción que no es traducción; de hecho ésta no existe; es lo que constituye la resistencia que se opone al paso de uno a otra. Resistencia comparable a aquella que se puede encontrar para traducir un texto de un idioma a otro. Sabemos que esto no se consigue sin pérdidas, pues como ya se dijo, no hay traducción a lenguas.

En esta constitución de la vida síquica basada en la memoria, en la que se ilustra la relación entre lo consciente y lo inconsciente, Freud recurre a la descripción de un aparato de escritura: El block maravilloso.

Es a partir de las hipótesis de Proyecto de una psicología para neurólogos que surge el concepto de huella, así como los de facilitación y fuerzas de facilitación. Freud dice expresamente que no es posible describir el origen de la memoria y del aparato síquico, como memoria en general (consciente e inconsciente), sino a partir de la diferencia entre facilitaciones. No hay facilitación sin la diferencia ni diferencia sin huella, lo que hay son diferencias en la producción de las huellas inconscientes y en los procesos de inscripción.

Para Freud el movimiento de la huella es descrito como esfuerzo de la vida que se protege a sí misma, constituyendo una reserva.

Todas las oposiciones de conceptos que surcan el pensamiento freudiano remiten a cada uno de los conceptos del otro. El uno no es más que el otro diferido; el uno que difiere del otro. De este modo toda oposición aparentemente rigurosa e irreducible se califica de ficción teórica; como consecuencia de la diferencia entre el principio del placer y el principio de la realidad no es más que un desvío. La base del siquismo, no hay que olvidarlo, es la diferencia incaptable entre las diversas huellas.

El pensamiento de la diferencia no puede prescindir de una tópica ni aceptar las representaciones corrientes del espaciamiento, que se dificulta cuando hay que explicar las diferencias puras por excelencia, ¿dónde y cómo nacen las cualidades, es decir, las de la conciencia? De esta audacia nace una dificultad inaudita. Una permeabilidad y un abrirse para que no procedan de ninguna cantidad. ¿De dónde, pues? He aquí lo genial: del tiempo puro, de la temporalización pura en lo que la une al espaciamiento; de la periodicidad. Sólo el recurso de la temporalidad y una temporalidad discontinua o periódica permite resolver la dificultad.

Freud sólo había considerado el flujo de la cantidad como transferencia de una neurona (representación) a otra, pero aquí le agrega una naturaleza temporal.

 
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