Usted está aquí: sábado 17 de marzo de 2007 Cultura Tlaloques es ''una evocación'' del mundo mesoamericano

Salvador Torre, flautista y compositor

Tlaloques es ''una evocación'' del mundo mesoamericano

ANGEL VARGAS

En la frontera donde el mito se confunde con la fábula y la historia con el arte y éste con las matemáticas, allí nació la obra Tlaloques, concierto para clarinete bajo y gran ensamble, del compositor y flautista mexicano Salvador Torre.

Esta pieza forma parte del séptimo programa de la Temporada de Invierno de la Orquesta Filarmónica de la UNAM, que tendrá lugar hoy y el domingo, a las 18 y 12 horas, respectivamente, en la Sala de Conciertos Nezahualcóyotl del Centro Cultural Universitario.

Comparte cartel con Cabalgata nocturna y amanecer, de Jean Sibelius, y las Danzas sinfónicas, de Edvard Grieg. Como solista actuará el clarinetista Fernando Domínguez y, en el podio, el director huésped Berislav Skenderovic.

De acuerdo con Torre, en Tlaloques concentra sus principales intereses creativos. Estos son, explica en entrevista, experimentar con la distribución espacial de los sonidos y plantear su visión de lo mexicano, a partir de la asociación de ideas del mundo prehispánico.

En términos concretos, el primero de esos dos aspectos se ve reflejado en dicha obra con una disposición de los músicos diferente a la convencional. En total son 18 los atrilistas participantes, más un solista. Los primeros están dispuestos en cuatro conjuntos lo más alejados posible entre sí, mientras que el solista aparece en el centro, como vértice, coyuntura y guía.

Esta conformación, además de propiciar una relación diferente entre los músicos y los sonidos, responde también al interés de Torre por las culturas del México antiguo, en especial la maya, toda vez que esos cuatro conjuntos representan los puntos cardinales, elementos esenciales de donde parte la cosmogonía del mundo mesoamericano.

Tanto por la singular distribución de los músicos como por su temática, la partitura hace referencia al mito del dios Tláloc y los entes que éste creo para ayudarle en sus tareas, llamados tlaloques, una especie de duendecillos semidioses que se encargan de mandar el agua y también los rayos y los truenos.

El clarinete bajo hace las veces de Tláloc, mientras que cada uno de los cuatro grupos de músicos representa un tlaloque. El primer conjunto está integrado por piano, violonchelo, trompeta y dos violines; el segundo, por corno, flauta y viola; el tercero, por arpa oboe, viola y fagot; y el último, por contrabajo, trombón, clarinete y dos violines.

A decir de Salvador Torre, la suya está muy lejana de ser una música programática. ''No pretendo -aclara- que el público vea a Tláloc o a los duendecillos; es sólo una evocación".

Precisa también que no busca insertarse en un neonacionalismo y concluye señalando que compone para ser entendido por legos y doctos.

 
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