Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 18 de marzo de 2007 Num: 628

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Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Caminando con
Juan Gelman

MARCO ANTONIO CAMPOS

La contundencia emotiva de Louis Jolicœur
SILVIA PRATT

La Silla del Moro
(FRAGMENTO)

La izquierda requiere unidad
FABIÁN MUÑOZ
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Gabo de Aracataca
RICARDO BADA

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Columnas:
Mujeres Insumisas
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Sibelius

Se puede comenzar con algo como "mira, qué curioso, este año se cumplen cincuenta de la muerte de Jan Sibelius… como murió el 20 de septiembre todavía le faltan muchos días de homenaje", pero basta recordar al público y a los programadores de la llamada música "clásica" de concierto en México para predecir que nones: fuera de la Segunda y la Quinta sinfonías, del Concierto para violín, del Vals triste y de Finlandia, es dudoso que la generalidad del susodicho público conozca más o se atreva al conocimiento de un poco más de un compositor finlandés que, como en Finlandia, merecería el continuo homenaje de que su música se escuchara todo el tiempo: la Cuarta sinfonía y El cisne de Tuonela le parecerían dignos de abucheo, perturbaciones del dominguito familiar en la sinfónica (también habrá que ver si alguna orquesta se avienta por lo menos las siete sinfonías, los poemas sinfónicos y el concierto mencionado, como lo ocurrido en 2006 con las amplias selecciones de Mozart y con algo de las de Shostakovich –cuyas óperas figuraron por su ausencia en la temporada operística del año pasado).

Se puede comenzar con la información consabida: que Johan/ Jean/ Jan Julius Christian Sibelius nació el 8 de diciembre de 1865, proveniente de una familia de lengua sueca en Hämeenlinna, en el Gran Ducado de Finlandia, cuando éste todavía era dependiente de Rusia; que su familia lo apodaba "Janne" y que, durante sus años de estudiante, comenzó a usar el "Jean", forma afrancesada de su nombre; que se casó con Aino Järnefelt en Maxmo, en 1892, y ambos edificaron su hogar junto al Lago Tuusula, en Järvenpää –a las afueras de Helsinki–, donde vivieron por el resto de sus vidas, y que ella lo sobrevivió doce años; que fue influido en su música y pensamiento político por el nacionalismo romántico, lo cual se comprueba en la composición de Finlandia, poema sinfónico de 1899-1900, prohibido por las autoridades rusas al suscitar un gran fervor patriótico entre la población; que las siete sinfonías se consideran centrales en su obra personal, pero también fue autor de las suites Karelia y Lemminkäinen, de música diversa alrededor del Kalevala (el poema épico finlandés), de poemas sinfónicos como En saga, El bardo y Tapiola, de un cuarteto de cuerdas, de cerca de cien canciones para voz y piano, de obras de cámara y hasta composiciones para los ritos masónicos; que Richard Strauss dirigió el estreno de su Concierto para violín, en Alemania; que, al final, dejó de componer desde 1929 (a los sesenta y dos) hasta los noventa y un años, cuando murió.

(La formación personal de Sibelius fue ecléctica: fue influido tanto por Wagner como por Brahms, por Mahler como por Tchaikovski y Dvorřák; muy entrado el siglo XX, fue uno de los bastiones del tonalismo musical, así como del espíritu postromántico y, sin embargo, dentro de los auditores tradicionalistas, no siempre acaba de cuajar su temperamento experimental, así como dentro de los auditores vanguardistas pareciera no cuajar su desdén por la abierta disonancia.)

Se podría comenzar con algo mejor: para Sibelius era importante "una lógica profunda para intercomunicar cada motivo", por lo cual sus sinfonías tendieron a la austeridad y la compresión formales, procedimiento compositivo cada vez más acentuado con los años: condensó los dos primeros movimientos de la Quinta hasta volverlos uno solo, y la estructura tradicional de cuatro tiempos de su Séptima la redujo a uno extenso. Por efectos de su estilo (el uso de motivos breves transformados de modo continuo para evolucionar hacia desarrollos melódicos completos), por una cierta fidelidad atmosférica respecto a la música finlandesa (sin que se le pueda considerar estrictamente nacionalista o folclorizante), por cierta atenuación de su paleta cromática (acorde con el paisaje finlandés) y por su alejamiento del pintoresquismo, la música sibeliusiana ofrece recompensas indudables, como ese andantino quasi allegretto de la Tercera sinfonía, cuya melancólica languidez es uno de los nombres de la felicidad, o como el tercer movimiento de la Quinta: desde la música, la nieve se convierte en experiencia metafísica, incluso para un habitante del trópico (es cierto que los autores mienten, pero el mismo Sibelius dijo respecto a su Sexta: "siempre me recuerda la escena de la primera nieve").

Dejo aquí las palabras para cumplir con lo debido, pues hace un poco de frío y lluvia, y hace Sibelius: escuchar, una vez más, su música siempre entrañable y renovada.