Usted está aquí: martes 20 de marzo de 2007 Opinión La pertinencia

José Blanco/ II

La pertinencia

La pertinencia de la investigación y la educación superior no puede sino definirse con respecto de las necesidades de desarrollo sostenible de las muy diversas regiones del país.

Tales necesidades tienen que ser puestas en un todo coherente y trabajar por un consenso nacional respecto de su diagnóstico y de sus vías de solución. En esta tarea, las propias instituciones de educación superior (IES) deben ser una guía básica. No son tiempos de hacer las cosas de cualquier modo, sino precisamente mediante la generación y distribución social del conocimiento. En esta tarea las IES -principalmente las públicas- deben jugar un papel relevante, porque están más cerca de la mayoría de lo que podemos denominar vocaciones regionales.

La definición, la construcción de estas vocaciones, requiere del concurso de todos los agentes posibles, el gobierno en sus tres niveles, el Poder Legislativo, los empleadores e inversionistas, la sociedad civil.

De este gran cometido nacional derivarán los objetivos fundamentales de largo plazo de las IES, y de estos objetivos, a la luz de las transformaciones internacionales en la actual sociedad del conocimiento, provendrán los modos como es indispensable organizar la academia y los modos de construir el track ciencia básica, ciencia aplicada, desarrollo tecnológico, e innovación técnica, frente a los problemas regionales específicos.

Es claro que estas vías de trabajo requieren información validada de primera clase, para el conjunto de las IES, y un nuevo modo de entender y ejercer la autonomía, tal que deje de ser un medio de prevalencia de feudos institucionales, para convertirse en un sistema de educación superior coordinado.

Es indispensable el concurso de todos para definir los objetivos particulares de las IES mexicanas, pero es igualmente indispensable que el cómo alcance tales objetivos, sea definido por las instituciones mismas; hacerlo así implica que los asuntos académicos se traten y resuelvan mediante reglas académicas. En esto tiene que consistir la defensa de la autonomía.

El trabajo que nos espera es mucho porque México es un país de feudos. Cada sindicato tiene sus propias "conquistas históricas", cada institución educativa tiene sus propios mecanismos de pensión y de jubilación, cada escuela y facultad, en el interior de una universidad, es un pequeño feudo singular, cada espacio social tiene sus derechos particularizados. La regla es aquí la excepción. Los monopolios tiene sus propias prerrogativas, diversos grupos sociales tienen su propio régimen fiscal, y así ad infinitum. En el caso de las IES la conquista histórica llamada autonomía terminó traduciéndose no en la autonomía de la persona moral universidad (como lo dispone la Constitución), sino en la autonomía de los académicos para hacer en muchos casos lo que a sus intereses conviniera, incluyendo el de quienes no hacen nada.

Las IES públicas se deben a la sociedad, y a ella han de servir los académicos. Crear una cultura académica al servicio de la sociedad, sin la cual no es posible hacer de la universidad una palanca de desarrollo, requiere políticas públicas que establezcan los incentivos necesarios para provocar los rendimientos que se espera de quienes generan y distribuyen el conocimiento.

Uno de los nuevos objetivos que han de incorporar en el mediano y largo plazos las IES en la formación de los nuevos profesionales, en el marco de la sociedad del conocimiento, es la imperiosa necesidad de que cualquier profesional acredite la capacidad de aprendizaje que aprehendió mientras obtenía sus títulos académicos. Esa capacidad es hoy al menos tan importante como los conocimientos adquiridos durante su formación, porque en la sociedad del conocimiento, todo profesional cambiará cuatro, cinco o más veces de quehacer profesional, y eso sólo puede alcanzarse cuando los profesionales se vuelven estudiosos de por vida.

Cuatro factores interactúan para dar nacimiento a la sociedad del conocimiento: la generación de conocimiento producido fundamentalmente por medio de la investigación; su distribución social por medio de la educación y la capacitación; su difusión por medio de las tecnologías de la información y la comunicación, y su uso por medio de la innovación tecnológica. Estos factores deben estar subsumidos en la sociedad en la que operen las IES. Hablamos de la generación de conocimiento de punta, que no es otro sino el conocimiento nuevo generado frente a la especificidad de los problemas de todo tipo en todas las regiones del país.

Si así ocurre un día, las universidades estarán operando como palanca pertinente de desarrollo y serán, como se dijo en ocasión del noningentésimo aniversario de la Universidad de Bolonia, al firmarse la Magna Charta Universitatum que ha regido el principal proceso de transformación universitaria en Europa, centros de civilización, investigación y conocimiento.

 
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