Usted está aquí: martes 20 de marzo de 2007 Opinión El Museo Nacional de San Carlos

Teresa del Conde

El Museo Nacional de San Carlos

Como directora de este museo, María Fernanda Matos se ha destacado por la atención puesta a su infraestructura. Ha realizado labor de investigación sobre el acervo (con especial énfasis en los grabados y litografías), cosa encomiable desde todo punto de vista. ¿Por qué? Entre otras razones de peso, porque dada la escasísima asignación presupuestal a los museos del Instituto Nacional de Bellas Artes, es inteligente hacer valer las colecciones, rotarlas, estudiarlas, restaurarlas si es el caso y, sobre todo, darles visibilidad, mostrándolas en exposiciones que requieren pocos o ningún préstamo.

Se han exhibido dos muestras temporales de tal índole, una con el título Historia de un acervo y, otra, con grabados del siglo XVIII sobre detalles de pinturas de Rafael Sanzio (estancias del Vaticano) en dibujos principalmente de Bernardino Nocchi, llevados al buril o al aguafuerte: Rafael en la mirada del siglo XVIII se integra de 18 piezas. Si uno no puede ir a ver La Escuela de Atenas, El Parnaso o la Misa de Bolzena, ni disfrutar de la versión al fresco de ese milagro, al menos lo ve trasladado espléndidamente al buril por Morgen y Tofanelli en obras que no obedecen a la ''multirreproductibilidad" bejaminiana, sino a factura a mano.

El tríptico con el que abre la exposición de pinturas de acervo me era desconocido. El tema es lo de menos, el paraíso, la creación de Eva y la expulsión. Dice la cédula que la pieza fue donada por José de Alcíbar (1751-1801) y que se trata de un anónimo del siglo XVI.

Aunque no haya datos sobre el posible autor, es posible conjeturar algunas cuestiones, para después, con investigación suficiente, que quizá el patronato podría auspiciar, dar con la atribución, cuestión realizable por medio de asignar investigación a estudiantes en historia del arte especializados en el siglo XVI, que pueden así cubrir alguno de sus requerimientos académicos, asistidos de restauradores expertos en ese periodo.

Las conjeturas son las siguientes: la pieza casi seguramente es de pintor italiano que ya recibió influjo de los nórdicos, que conoce los escorzos manieristas y que obtuvo nociones, por ejemplo, de Andrea del Sarto (1486-1530), maestro de los manieristas Pontormo y Rosso Fiorentino.

Debido a que hay miríada de pintores italianos que abrevaron en los mencionados, hay que fijarse qué rasgos peculiares ofrece la mentada pintura, cuya calidad de factura es muy buena. No existe en el acervo otra que puediera atribuirse al mismo pintor, así que se descarta tal posibilidad, pero no la de ir pesquisando a quienes sucedieron o fueron contemporáneos de éstos o de otros manieristas.

Hay elementos (inspirados en el método creado por Giovanni Morelli) que permitirían constatar que este pintor daba a todos sus angelucos el mismo rostro, casi sin diferenciación alguna. En la representación de la creación de Eva se percibe que la figura de Dios Padre ha pasado por versiones flamencas, de las cuales la principal es el Dios Padre de Jan van Eyck, en la Adoración del Cordero Divino que se encuentra en Gante.

Otro dato consistiría en analizar la forma que da a los dedos de los pies, pues obedece a una fórmula, de modo que viendo dedos de pies de otras pinturas de la misma época (por ejemplo en los libros de Bernard Berenson), se obtendría un punto más a cotejar. Su versión de Eva, formada a partir de la costilla de Adán, es peculiar, porque Adán está dormido, como quieren las escrituras, y Eva literalmente emerge de su tórax, tal que si hubiera estado sumergida en sus carnes y todavía conservara en ella las piernas. La parte mejor del tríptico corresponde a la hoja derecha, con la escena de la expulsión. El ángel encargado de realizarla ostenta la misma fisonomía que los demás, aunque su función sea evidentemente más activa y comprometida que la de los infantes querubines.

En fin, escribo esto con objeto de animar a la realización de una plausible investigación que redundaría en la obtención de datos sobre esta pintura, cuyo estado de conservación es perfecto. (está protegida por vidrio y probablemente restaurada). Por lo mismo habría que empezar por desomontarla para ver si en el envés de la tabla pudiera encontrarse algún índice.

La exposición que comento entrevera pinturas de varias épocas con grabados, especificando el origen de su inclusión, en no pocos casos rescatando el nombre de los donadores. Destaca el grabado efectuado sobre el Voto de Luis XIII por Ingres, esa pintura comisionada para la Catedral de Montauban, en la que el rival de Delacroix rinde evidente homenaje a Rafael.

Enhorabuena por estos rescates a la dirección del museo y al equipo que hace posible evidenciar las piezas de una colección de Old Masters que resulta escueta para una ciudad como México y que posiblemente pudiera enriquecerse mediante donaciones bien calibradas y acaso adquisiciones.

 
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