Usted está aquí: martes 20 de marzo de 2007 Política El campesino en su laberinto

Armando Bartra

El campesino en su laberinto

En la entrega del 16 de marzo de Economía Moral, Julio Boltvinik discute algunos planteamientos de mi libro El capital en su laberinto, confrontándolos con los suyos incluidos en Hacia una teoría de la pobreza campesina, que aparecieron resumidos en su entrega del 14, junio de 2002. Agradezco los generosos comentarios y entro directamente al diálogo.

1. Para mí, la condición de posibilidad de la explotación del campesino, entendido económicamente como un trabajador rural de cuya estrategia de sobrevivencia forma parte en alguna medida la producción por cuenta propia, radica en la desventaja cualitativa con que se inserta en el mercado, por cuanto al no ser un capital libre y desalmado sino una apasionada célula social, compra y vende con tal de subsistir y de ser posible mejorar y no sólo a condición de obtener ganancias; la diferencia con el obrero, que para vivir tiene que vender su fuerza de trabajo y ahí lo ensartan, radica en que el campesino también compra insumos y vende productos, además de que en muchos casos se emplea a jornal, y en estos intercambios -en todos- lo ensartan (lo ensartan -a él y al país- hasta cuando migra y gana en dólares, pero a cambio de transferir al norte su y nuestro "bono demográfico"). Resumiendo: la explotación del campesino es polimorfa como su existencia es plurifuncional.

Coincido, pues, con Julio: que el campesino-jornalero absorba los costos de la estacionalidad del trabajo agrícola, tanto al emplearse por temporadas en el agronegocio como porque el precio que recibe por sus cosechas no compensa los tiempos muertos, es un aspecto sustantivo de la explotación; no estoy de acuerdo, en cambio, con que sea el "fundamental" y que su sobrevivencia se explique "más" por esta función que por otras.

2. Pero la diferencia mayor no está tanto en el diagnóstico cuanto en la medicina, pues Julio considera que "la política correcta para los países del tercer mundo" incluye "subsidiar a sus campesinos", de modo que "los productores familiares reciban la totalidad de los subsidios destinados a compensar el costo de la estacionalidad" (Hacia una teoría de la pobreza campesina: 12), mientras que yo pienso que el subsidio no está mal, mas la solución de fondo no radica en retribuir los tiempos muertos -derivados de los ciclos naturales, pero también de la especialización y el monocultivo-, sino en regresar a las estrategias diversificadas con que todas las sociedades agrarias anteriores enfrentaron tanto la demanda laboral discontinua de los cultivos como la necesidad de aprovechar integralmente la diversidad de los recursos naturales y humanos disponibles.

Así lo escribí: "La solución de fondo (al problema de la estacionalidad del trabajo) está en los aprovechamientos diversificados que permiten a los campesinos racionalizar el uso tanto de los recursos naturales como de su capacidad laboral (...) la multiplicidad de tecnologías y la diversidad articulada de aprovechamientos se imponen tanto por la pluralidad de los ecosistemas como por las limitaciones espacio-temporales de la capacidad laboral" (El capital en su laberinto: 26).

Un ejemplo: la solución de fondo al problema laboral que representaba la enorme zafra cañera cubana no estaba en sostener todo el año a los cortadores, en suplirlos con trabajo voluntario o en remplazarlos parcialmente con maquinaria; el verdadero remedio pasa por terminar con un monocultivo nacional económica, social y ambientalmente predador, que se impuso en el Caribe con la Conquista. En este sentido la Revolución Cubana profunda no arranca en 1959 o en 1961, sino casi medio siglo después, cuando por fin se empieza a desmontar el modelo colonial agroexportador.

3. Regresando al comienzo. En la introducción de mi libro yo no afirmo que desapareció la renta diferencial y con ello la razón de ser de los campesinos. Digo, sí, que con innovaciones como la ingeniería genética y la nanotecnología el capitalismo cree haber realizado su sueño de hacer de la agricultura una rama industrial más. Y sostengo, también, que no hay tal, pero que al pasar del latifundio a los transgénicos -es decir, de la renta de la tierra a la renta de la vida- el capitalismo pone en riesgo la sobrevivencia humana.

Y esto me lleva a proponer que el presente diálogo se extienda a los "argumentos ecológicos", que por el momento Julio dejó fuera, pues, a mi juicio, la "persistencia del campesinado" como herencia viva, como recreación capitalista y como utopía no remite tanto a fenómenos económicos derivados -la renta de la tierra, el costo de la mano de obra de consumo estacional- como a la radical contradicción entre el gran dinero y la reproducción de la naturaleza; un antagonismo terminal señalado Marx, retomado por Polanyi y enfatizado por los ecologistas modernos.

Que al operar el capitalismo en el agro se distorsione el mecanismo de la formación de los precios es asunto menor, lo grave es que el ritmo frenético y la homogeneidad tecnológica que impone el absolutismo mercantil "fracturan el metabolismo social" (Marx) y son ambientalmente insostenibles. Entonces los campesinos son mucho más que una forma de atenuar las rentas y abatir el costo laboral: patentizan la necesidad de modificar los patrones de la relación sociedad-naturaleza y prefiguran un orden ambientalmente sostenible y socialmente justo donde en vez de tratar de emparejar a toda costa la diversidad natural dé lugar a diversidad tecnológica, económica, societaria, cultural...

 
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