Usted está aquí: miércoles 21 de marzo de 2007 Opinión Contra la tortura

Arnoldo Kraus

Contra la tortura

Contra la tortura es un libro recientemente publicado por Editorial Fineo (México, noviembre 2006), cuya aparición debe agradecerse tanto por la pertinencia del tema como por la globalización del terrorismo y de la tortura. Si se intenta "leer el mundo", habrá quienes aseguren que los actos terroristas justifican la tortura, mientras que otros aseverarán que la tortura, no sólo de los seres humanos sino, en un sentido más amplio, de las sociedades y de las naciones, es el germen del terrorismo.

Los lectores más avezados y preocupados por la condición humana "leerán el mundo" en las páginas de Contra la tortura pensando en las víctimas. El quid de cualquier tipo de análisis que se haga de la tortura y del terrorismo debe centrarse en la universalidad de las víctimas. No sobra decir que en la inmensa mayoría de los casos las víctimas son personas inocentes y que con frecuencia se parecen entre sí; las víctimas del terrorismo suelen ser similares a los torturados.

La distancia entre los muertos en las calles de Bagdad, de Gaza, de Jerusalén o de Nueva York es equivalente a las similitudes entre los masacrados por Saddam Hussein o por George W. Bush; la distancia entre las cárceles estadunidenses de Guantánamo o el genocidio perpetrado por los serbios contra los musulmanes es el triunfo del poder moderno, globalizador, que permite que la tortura siga siendo una práctica frecuente y validada en muchos lugares del mundo.

Contra la tortura incluye cinco ensayos y un manifiesto en contra de esta práctica que deben entenderse como respuesta a la ley denominada Military Commissions Act of 2006, "... que justifica y propicia la práctica de la tortura, mediante la autorización de interrogatorios coercitivos y la imposición de dolor físico y moral como procedimiento pretendidamente legal. Lo ha hecho en nombre de una guerra contra el terror cuya expresa indefinición jurídica permite comprender entre sus objetivos estratégicos y tácticos tanto a verdaderos criminales, como a grupos o personas que se enfrentan a ocupaciones militares o gobiernos tiránicos (...) Esta legalización de la tortura corona una serie de escándalos globales que han puesto de manifiesto su uso indiscriminado como recurso de control por parte de agentes y militares de esa misma guerra global, contra quien ellos discrecionalmente dispongan, principalmente en prisiones secretas y campos militares de detención".

El texto entreteje muchas ideas brillantes. El espacio me permite sólo resaltar unas cuantas. Dice Pilar Calveiro: "... cuando el tormento alcanza su máxima expresión es cuando se aplica de manera irrestricta, lo que en nuestras sociedades -Calveiro sobrevivió a un campo de concentración en Argentina- ocurre principalmente en el contexto de la desaparición de personas, como parte de un estado de excepción, cada vez más 'normalizado'. Su 'excepcionalidad' puede deberse a la suspensión de la ley en términos generales o bien decretarse para un grupo específico de la población que queda al margen de toda protección legal".

Por su parte, Carlos Castresana, español, inicia su ensayo, "La tortura como mal mayor", asegurando que "La prohibición absoluta de la tortura ha sido un principio básico e indiscutible desde hace al menos 60 años, tanto en el derecho internacional como en los ordenamientos jurídicos nacionales (...) sin embargo, no sólo se ha incrementado su práctica (...) sino que en países supuestamente democráticos (...) se utiliza en forma regular en la lucha contra el terrorismo".

Al escribir sobre los feminicidios en Ciudad Juárez, Rita Laura Segato, brasileña, pregunta: "¿Qué es, entonces, un feminicidio, en el sentido que Ciudad Juárez le confiere a esta palabra? Es el asesinato de una mujer genérica, de un tipo de mujer, sólo por ser mujer... de la misma forma que el genocidio es una agresión genérica y letal a todos aquellos que pertenecen al mismo grupo étnico... ambos crímenes se dirigen a una categoría, no a un sujeto específico".

Margarita Serje, colombiana, denuncia: "Las comunidades indígenas y afrodescendientes que habitan en territorios colectivos con carácter imprescriptible, inembargable e inalienable, están siendo sistemáticamente amenazadas y perseguidas, pues son objeto de asesinatos y torturas, desplazamientos masivos, desapariciones forzadas, reclutamiento involuntario de jóvenes a unidades de combatientes, violaciones de mujeres y ocupación de sus territorios por parte de grupos guerrilleros, paramilitares y otros actores armados ilícitos".

Eduardo Subirats, quien fungió como compilador, se basa en Salò, o le 120 giornate di Sodoma, la famosa película de Pasolini, para afirmar que: "Saló no solamente posee el interés de una denuncia histórica de los crímenes del fascismo pasado, sino también el de una anticipación del fascismo que ayer era de mañana (...) la tortura como goce totalitario, como expresión de la libertad, soberanía y poder imperial. La tortura como espectáculo y como escritura del poder: estas son las dos dimensiones contemporáneas de la tortura como instrumento civilizador".

Hace pocos días el filósofo Alain Badiou aseguró que "llevar la figura de las víctimas a primer plano es una manera de remplazar la política por la moral. Naturalmente estoy del lado de las víctimas, pero no se puede sustituir la voluntad política por el sentimiento de piedad", idea que sintetiza, aunque no estoy seguro si Badiou estaría de acuerdo conmigo, no sólo el fracaso de la política como instrumento de la humanidad, sino de la moral como supuesto eje conductor de nuestra especie.

Contra la tortura, en épocas de Guantánamo y de Abu Grhaib, en tiempos donde la tortura ha sido avalada como práctica política, es un libro indispensable por y para la vida, por la dignidad y para que las "lecturas del mundo" actuales y venideras sean menos aborrecibles, menos llenas del sinsentido que tiene para el poder -llámese Bush, Hussein, Aznar, Putin, Echeverría- la vida de "los otros".

 
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