Usted está aquí: viernes 23 de marzo de 2007 Opinión La Carta 52

José Cueli

La Carta 52

La Carta 52 nos plantea tres términos esenciales sobre los cuales reflexionar: transcripción, traducción y transliteración. Sigmund Freud, al encaminar sus pasos al desciframiento de los sueños y del inconsciente, bien sabía que el acento debía ser puesto en la escritura y que el sicoanálisis era la posibilidad del sujeto de salir de su alienación, de ''pasar a otra cosa".

Se internaba por la enigmática senda de la relación del sujeto con su alteridad y, como cita al final de la Carta 52, con aquel otro prehistórico inolvidable a quien ninguno posterior iguala. El sujeto y su alteridad, Allouch, aquello a lo que responde su síntoma (neurosis), a veces aquello a lo que responde en su existencia (sicosis) o en su carne (enfermedades orgánicas).

Cuando Freud decide otorgarle al sueño el valor de una formación literal, instaura la clínica de lo escrito y esto es un hecho decisivo en el sicoanálisis. Se inaugura con ello una clínica analítica que no ha sido lo suficientemente explorada y, por tanto, poco cultivada.

Allouch reflexiona al respecto y se pregunta qué quiere decir una clínica de lo escrito. No basta con haber singularizado así la clínica sicoanalítica, surgen cierto número de cuestiones que resulta extraño que no hayan sido abordadas con anterioridad. Vayamos a la primera: si un sueño debe ser tomado como un texto, ¿en qué consiste el hecho de leerlo? Y en una forma más general, si el sicoanálisis opera a partir del hecho de que basta que un ser puede leer su huella, para que pueda reinscribirse en un lugar distinto de aquel de donde la ha tomado (Lacan, 1969); ¿qué se necesita que sea esa lectura para que se produzca, sin otra intervención, una reinscripción del ser hablante en un lugar distinto? A este respecto, Allouch sugiere consultar a Lacan, Lacan con Freud, ya que es efectivamente como lector de Freud que Lacan se posicionó ''y por haberse enganchado a la letra de Freud su 'retorno a Freud' pudo ser reconocido como efectivamente freudiano".

Lacan lee con el escrito; y una clínica del escrito revela así ser una clínica donde la lectura se confía al escrito, se deja engañar por el escrito, acepta dejar que el escrito la maneje a su antojo.

La transliteración interviene en la lectura al enlazar el escrito a lo escrito, da así su alcance a lo que se admite generalmente como la secundariedad de lo escrito; la palabra es sólo la secuela de la secundariedad fundamental de lo escrito con respecto a sí mismo, pues, ¿por qué imaginar menos presencia en esta secundariedad cuando basta con admitir que es adyacente a ella otro modo de presencia? La transliteración es una operación a la que se apela tanto más cuanto más difiere lo que hay para leer, en su escritura, del tipo de escritura con la cual se constituirá la lectura. Sabremos après coup si esta lectura literal habrá sido efectivamente eso.

Escribir lo escrito es cifrarlo y esta forma de leer con el escrito es designada como un desciframiento. Allouch dice al respecto: ''la referencia de Freud a Champollion para la interpretación de los sueños, pero también, y de manera más general, para el análisis de toda formación de lo inconsciente, la nominación por Lacan de estas formaciones como cifrados ('cifrado inconsciente') ¿confirmarían la revelación de cierta forma de lectura para el psicoanálisis? ¿confluirían con el privilegio otorgado en el psicoanálisis freudiano a cierto tipo de lectura tal como su localización se había revelado a Lacan?"

La transliteración revela estar articulada con otras dos operaciones que son la traducción (del registro de lo imaginario) y la transcripción (operación real). Así la cuestión de los diferentes tipos de lectura encontró su formulación al construirse como la cuestión de los diversos modos posibles de estas tres operaciones.

Allouch puntualiza: escribir se llama transcribir, cuando el escrito se ajusta al sonido; traducir, cuando se ajusta al sentido, y transliterar cuando se ajusta a la letra.

 
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