Usted está aquí: lunes 26 de marzo de 2007 Opinión Ciudad Perdida

Ciudad Perdida

Miguel Angel Velázquez

La Iglesia católica no ha convencido a sus mujeres

Amenazas que suben de tono

El clero lleva su incapacidad al terreno político

Está de pensarse. La derecha, envalentonada por la impunidad del fraude, ensoberbecida porque a sus agentes nunca les llega la justicia, se ha lanzado a lo que ellos llaman "una cruzada" en contra de la posibilidad de que en la capital de México se permita a las mujeres decidir sobre su cuerpo.

Si las amenazas del narco deben preocupar, aunque siempre tendrán sus limites -no debemos olvidar que a fin de cuentas defienden un negocio-, las que provienen del fanatismo de derecha son doblemente inquietantes, es, si lo pusiéramos en boca de la misma derecha, pero tratándose de sus enemigos: terrorismo.

A este fenómeno de odios, es a lo que se enfrenta ahora el jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard. La idea es meter miedo al funcionario y a los legisladores que promueven el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo.

Las amenazas han ido subiendo de tono. Primero, se lanzaron a boicotear la página electrónica de la Asamblea Legislativa, luego armaron la intimidación, plantearon dañar electoralmente a Ebrard en una cruzada, es decir, una "expedición militar contra los infieles", según el diccionario de la Real Academia Española; más tarde llamaron refuerzos: Felipe Calderón asumió, con gusto, su postura; desde el Vaticano enviaron a Alfonso López Trujillo, uno de sus agentes más conspicuos; los señores del dinero, y de las ostias formaron un solo flanco con Calderón, para señalar, seguramente, que ellos también son cruzados, y por fin, en boca del fascismo se le hizo saber que pagará "un costo de sangre" si la despenalización del aborto se convierte en ley.

Los datos, dados a conocer por la Secretaría de Salud del Distrito Federal, no forman parte del criterio de la derecha, por más explícitos que sean, y por más que adviertan el peligro que un embarazo no deseado significa para las madres. Harto se ha advertido que un aborto inseguro es un problema de salud pública y justicia social, y pese a todas las proclamas de la Iglesia, y a la defensa discursiva de la derecha civil, las mujeres siguen abortando.

Hoy, según las cifras de la propia Secretaría de Salud, en el DF se practican aproximadamente mil 500 abortos clandestinos por año; pueden ser, esto hay que recalcarlo, muchísimos más, lo que hace patente la necesidad de evitar el peligro de muerte al que se enfrentan las mujeres que lo aceptan como necesidad.

Lo peor de todo ello es que la intención de la Iglesia es intervenir directamente en las políticas del Estado. Las cifras demuestran que una cantidad enorme de las católicas no escuchan a su Iglesia, y esa es la verdadera lucha que deberían tener los curas.

Para las mujeres católicas y, sobretodo, para las que no lo son, las amenazas de ex comunión son menos importantes que soportar el embarazo no deseado. Es claro que la Iglesia, en ese caso, no ha podido convencer a sus fieles pero, como es costumbre, pretende imponer desde la ley terrena la imposibilidad de hacer valer sus preceptos clericales.

La Iglesia, entonces, ha fracasado con sus mujeres, y ahora lleva al terreno político su incapacidad. Con sus amenazas no podrán, por ningún motivo, evitar el aborto de quienes así lo deseen, pero sí lograrán poner en peligro sus vidas, así que bien visto, el conflicto es, nada más, otro intento de la derecha por apoderarse de los quehaceres del Estado. Ya lo dijo el asesino de Alvaro Obregón, José León Toral, quien padecía, según sus defensores, "delirio razonante de los perseguidores de tipo místico": "Quiero que reine Cristo Rey, pero no a medias, sino completo".

La Convención

Contra lo que muchos suponían la gente sí acudió al llamado de López Obrador a la Convención Nacional Democrática. No fueron los ríos de otras ocasiones, es evidente que después del fraude muchas personas perdieron la esperanza de que la política pueda ser una opción de cambio. Por lo menos ayer se demostró, a todo color, y pese a todo, que esto no ha terminado, más bien apenas empieza. En cambio, Calderón no ha podido lograr el consenso ni siquiera de los que dicen que votaron por él. ¿Verdad que sí hay diferencias?

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