Usted está aquí: miércoles 28 de marzo de 2007 Opinión Ciudad Perdida

Ciudad Perdida

Miguel Angel Velázquez

Los agravios de la Iglesia

En la marcha del domingo, poca presencia popular

Factible, la venta de conciencias en la ALDF

¿Por qué abortan las católicas? La respuesta es relativamente fácil: las razones, las amenazas de los sacerdotes de su Iglesia, no son creíbles. La Iglesia ha fracasado, entre otras cosas, porque ellas saben que si alguien transgrede las leyes de esa religión son ellos, los curas.

La tarea, la cruzada que desde la visión de quienes defienden la postura de la Iglesia se ha lanzado para amenazar al jefe de Gobierno capitalino, Marcelo Ebrard, y a los legisladores locales, quienes han propuesto la despenalización a la mujer por decidir sobre su embarazo, tendría que haberse enderezado hacia las católicas para convencerlas del tamaño pecado en el que pueden caer.

Es evidente, así se trate de negar en muchos informativos escritos o electrónicos, que la muy publicitada marcha por la vida se formó con muy reducidos grupos de fieles católicos, pero con una buena participación de monjas y empleados de la Iglesia, en resumen, la demostración de fuerza que trató de exhibir la cúpula eclesial fracasó. La Iglesia, cuando menos en este tema, no tiene el respaldo de los católicos.

Y frente al casi nulo consenso, los curas encumbrados por un gobierno de derecha tan irracional como ellos, tan falto de apoyo popular, como ellos, se lanza a la arena política para desde allí imponer a sus ¿fieles?, lo que no han podido lograr en el adoctrinamiento religioso.

Por ello es que la si alguna tarea le queda a la Iglesia esa sería la de mirar hacia adentro para saber por qué no se siguen las leyes que suponen el comportamiento de su feligresía, pero eso los sacerdotes no lo soportan, ni siquiera se atreven a pregúntaselo.

Son muchos los agravios que han sufrido los creyentes por parte de los funcionarios más encumbrados de su Iglesia. ¿Quién podría creer en la defensa del catolicismo a los pobres si mira los excesos de Onésimo Zepeda, o si sabe de las complicidades de Norberto Rivera Carrera para dejar impunes los crímenes en contra de los niños, de lo que se le acusa?

Todo lo dicho y mucho más pesa en el saco de los agravios en contra de la gente, que ha ejercido, en la impunidad, el poder católico. Eso está muy claro para los fieles, tanto como para los jerarcas es diáfano que acompañando al poder de la derecha pueden esquivar el accionar en su contra de las leyes terrenas.

Por eso es tan importante medir con seriedad la marcha del domingo pasado. La casi nula asistencia de gente común al acto transparenta, se quiera o no, una realidad que tiene que ser vista con toda frialdad: en el caso de la interrupción consciente y voluntaria de la mujer sobre su embarazo, el gobierno de la ciudad está más cerca de la gente y sus problemas que la Iglesia, y eso es una verdad insoportable para un gobierno federal cuyo casi único apoyo está en la misma jerarquía católica.

No se puede decir que en todo el país la situación sea la misma. La falta de educación, de información en muchos lugares de México aún advierte largas zonas de oscuridad. Allí ondea la bandera de la impunidad de los señores de la Iglesia y del dinero, pero seguramente no será por siempre.

De cualquier manera no todo está siempre del lado de la razón. En la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, que en teoría aprobará la ley que permite a las mujeres decidir sobre su cuerpo, hay conciencias en venta, y el dinero de la poderosa derecha está listo para comprarlas, así que nadie se asuste si al final se sabe que una parte de la mayoría perredista en la asamblea local decide recular. Total, para eso sí sirve el dinero de los jerarcas y de sus aliados, ¿o no?

 
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