Usted está aquí: viernes 30 de marzo de 2007 Opinión Pablo Emilio Madero

Bernardo Bátiz V.

Pablo Emilio Madero

El 18 de marzo pasado falleció en la ciudad de Monterrey, en donde trabajó y vivió muchos años, el ingeniero Pablo Emilio Madero Belden, quien fue presidente del Partido Acción Nacional (PAN), candidato a la Presidencia de la República, diputado federal, consejero nacional y regional de su partido, amén de otros cargos y candidaturas, pero principalmente un hombre de honor, de gran valor personal, cristiano y patriota a toda prueba.

En su juventud estuvo preso en el Charco Verde, la mal afamada cárcel de San Luis Potosí, por protestar en contra de la imposición, por parte del gobierno de Adolfo López Mateos, del libro único, y por ello intolerante, no por gratuito, como se pretendió desvirtuar en el debate de entonces.

Quienes conocimos de cerca a Pablo Emilio y fuimos sus amigos pudimos aquilatar sus virtudes, su capacidad de entrega a las causas que consideraba justas y su empeño en hacer de México un país democrático. Fue en toda la extensión de la palabra un hombre de bien, un ciudadano que podía haber pasado los años de su vida adulta disfrutando de los frutos ganados con su trabajo, pero prefirió, por convicción de ciudadano, sacrificar tiempo y recursos al partido al que perteneció desde 1940 y hasta 1992, año en que, junto con otros compañeros del Foro Democrático, se separó de Acción Nacional con motivo de las ligas y componendas de los dirigentes con Carlos Salinas (ligas ahora nuevamente evidentes), y por la entrega de las riendas del partido a los empresarios de la extrema derecha, que lo siguen usando, disfrutando y mistificando.

Fue, antes de que el partido cayera en la debilidad de aceptar subsidios oficiales y cuantiosos e interesados dineros privados, el último presidente del PAN que, como su antecesores, no cobró nunca un solo centavo por el difícil desempeño de su cargo y dio, por el contrario, mucho de su tiempo, talento y recursos personales, por sentimiento del deber y compromiso cívico. El PAN de entonces era de ciudadanos que cumplían su vocación de servicio en la política comprometidos no con un salario, ni movidos por la ambición de prebendas y codicia de negocios, en el que cada quien vivía de sus propios medios y por lo que ni el partido ni quienes lo servían eran una carga al erario ni al partido.

Durante su candidatura a la Presidencia en 1982, con mínimos recursos, recorrió el país expresando en un discurso sencillo y directo su plataforma política, transmitiendo a sus oyentes sensación de verdad y sinceridad; entonces logró poner en jaque al burócrata más gris que ha pisado Los Pinos y alcanzó más votos que los que lograría el Maquío Clouthier seis años después y con 20 veces más recursos.

Madero nunca usó lenguaje rebuscado, y su oratoria, sin desplantes ni teatralidades, era eficaz y vigorosa. "Cuando Madero habla, el pueblo entiende", era uno de los lemas certeros que empleábamos entonces.

Quienes con un mínimo de decencia debieron haberlo recordado, como figura histórica de su agrupación, por haber sido dirigente y candidato del partido hoy en el poder, no lo hicieron, y dejaron pasar inadvertido el lamentable suceso de su muerte. Por nuestra parte, sus amigos y compañeros de lucha, a pesar de diferencias en los últimos años, no lo olvidamos, lo seguiremos recordando como un político generoso, escrupuloso en sus convicciones y patriota. Sus familiares que aún militan del lado del pueblo y la justicia social deben sentir orgullo por la vida de Pablo Emilio, quien actuó siempre según su convicción y que mientras tuvo salud no dejó ni un momento de perseguir sus ideales.

 
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