La medida encarecerá productos; beneficia a empresarios
Prohíben trabajar en mercados de Rusia a ciudadanos extranjeros
Moscú, 3 de abril. Más allá de su marcada connotación xenófoba y racista, la decisión de las autoridades rusas de prohibir, desde el pasado primero de abril, que los ciudadanos extranjeros, esencialmente inmigrantes de las ex repúblicas soviéticas y de países asiáticos como China, India y Vietnam, puedan atender puestos en los mercados y trabajar como vendedores en tiendas y como meseros en restaurantes y cafés a lo largo de Rusia, favorece intereses de distinta índole y, sin duda, tuvo más de un promotor.
Para entender el sentido de la drástica medida solamente hay que preguntarse a quién beneficia.
Salta a la vista que, al margen de la explicación oficial de que se pretende impulsar la entrada al comercio de agricultores rusos y garantizar plazas de trabajo para sus ciudadanos, la prohibición representa un doble beneficio político para el Kremlin.
Por un lado, al originarse en una frase del presidente Vladimir Putin, durante un diálogo televisado con "gente del pueblo", de que es hora de "terminar con los especuladores que se llenan los bolsillos" en los mercados, cuyos vendedores desde los tiempos soviéticos eran mayoritariamente caucasianos y centroasiáticos, ahora inmigrantes, en año de elecciones para renovar la Duma es un gesto hacia los sectores nacionalistas que proclaman que todos los males de Rusia son culpa de los extranjeros.
Y por el otro, ante la incapacidad para revertir el preocupante decrecimiento demográfico en el país, que cada año pierde cerca de un millón de habitantes, el Kremlin instrumenta una forma de "resolver" el problema mediante el incremento artificial de la población de Rusia a costa de inmigrantes naturalizados.
Tan sólo este año se prevé que 6 millones de extranjeros adquieran la ciudadanía rusa, y de éstos 700 mil podrán trabajar legalmente en Moscú.
La actual prohibición, por tanto, también estimula la corrupción en el Servicio Federal de Migración, de cuyos funcionarios depende el destino de los inmigrantes que quieren naturalizarse. Ya desde antes, "agilizar" esos trámites suponía un gasto considerable para los solicitantes y ahora lo será más ya que para muchos significa la única posibilidad de encontrar trabajo en Rusia.
Por lo que se puede ver estos días en los mercados de Moscú, para ser vendedor no hay que tener apariencia eslava, sino pasaporte ruso. Los azerbaiyanos, georgianos, armenios o uzbekos que consiguieron el documento con tiempo, hoy siguen al frente de sus puestos; los demás están haciendo largas filas en la oficina migratoria más cercana para naturalizarse rusos.
Desde luego hay puestos vacíos en los mercados, pero pronto esos lugares serán atendidos por vendedores rusos, contratados por los comerciantes extranjeros que no quieran arriesgarse a seguir utilizando inmigrantes sin pasaporte ruso.
Algunos están dispuestos a eludir el requisito aumentando los habituales sobornos a la policía del distrito o los pagos regulares a los empleados municipales que les avisan cuándo habrá una redada de las fuerzas especiales.
Ambos casos repercuten en el precio de los productos a la alza, beneficiando así a los dueños de las principales cadenas de supermercados, entre los cuales figuran ex altos funcionarios de los servicios de seguridad y de la policía.
Es un secreto a voces que cabilderos de los grandes supermercados contribuyeron a sacar adelante en el Parlamento la ley que discrimina a sus competidores extranjeros.
Y el inevitable encarecimiento en los mercados tradicionales y comercios al por menor tendrá que ser absorbido por la mayoría de los rusos, los grandes perjudicados por esta medida.