Doctrina de Benedicto XVI, detrás de la medida: curas
Cierran parroquia en Madrid, ajena al boato y ortodoxia católica
Madrid, 3 de abril. La parroquia de San Carlos Borromeo es pequeña, humilde y comprometida a fondo con los fenómenos más dolorosos del periférico barrio de Vallecas: drogadicción juvenil, marginación social, desarraigo familiar y migración. Los tres curas que la dirigen son gente sencilla y alejada de la ortodoxia católica; se declaran defensores de la teología de la liberación; en lugar de sotanas llevan ropa de calle; abolieron las hostias consagradas en favor de rosquillas azucaradas y privilegian la atención social al adoctrinamiento de sus feligreses. Por estas razones, la Conferencia Episcopal Española (CEE), por conducto del arzobispado de Madrid, decidió cerrar la pequeña parroquia al considerar que en ella, "la catequesis y la liturgia son un desastre".
La doctrina del papa Benedicto XVI hacia los cristianos de base y a los pastores cercanos a la teología de la liberación -como ha quedado patente en el caso del jesuita Jon Sobrino, castigado por el Vaticano por su labor social en Brasil- se extiende también a países, como España.
Los tres curas que dirigen la iglesia son Enrique de Castro -conocido como el cura rojo-, Javier Baeza y Pepe Díaz. Llevan más de 30 años atendiendo las necesidades de los marginados de Vallecas. Su labor, ajena al boato y a la ortodoxia de la jerarquía católica española, ha permitido un apego extraordinario de sus feligreses al centro de culto, en el que además de celebrar misas se atiende y cobija a las personas más necesitadas.
El pasado domingo se presentó en la parroquia el vicario de la Vida Consagrada del arzobispado de Madrid, Joaquín Martín, para informar a De Castro, Baeza y Díaz que se decidió cerrar la parroquia y ceder las instalaciones a la organización Cáritas, que a su vez será la responsable de llevar a cabo la labor social del centro.
"Nos han dicho que socialmente estamos muy bien, pero en cuestiones de liturgia y catequesis, no", explicó De Castro, quien advirtió que pese a las amenazas del arzobispo de Madrid, el ultraconservador Antonio María Rouco Varela, él y sus compañeros seguirán con su labor y que incluso piensan celebrar misa esta Semana Santa.
El argumento del arzobispado es la forma en que los párrocos llevan la iglesia y la manera de impartir la doctrina católica. Tanto los feligreses como los propios sacerdotes sospechan que detrás del cierre está la deriva fundamentalista de Benedicto XVI, quien se empeña en desaparecer de la Iglesia católica cualquier atisbo de la teología de la liberación, la doctrina que surgió en América Latina a mediados del siglo pasado con la vocación de atender a los más necesitados y en la pobreza y el compromiso hacia los necesitados que, dicen, emula los actos de Jesucristo.
Ese espíritu combativo y de resistencia también se hizo patente en la pequeña parroquia, donde los tres curas y sus cientos de feligreses se han organizado para luchar por mantener en pie la labor. "Mientras esta cabeza del Niño de Vallecas exista, de aquí no se va nadie. Ni el místico ni el suicida", es la frase de lucha que han elegido los párrocos para mantener su particular batalla con la jerarquía católica, que extrajeron de un poema de León Felipe, escritor perseguido y exiliado durante la Guerra Civil española.
"Tanto sentido tiene ir a buscar a un chaval a la salida de la cárcel como juntarnos a celebrar la resurrección de Jesús", señaló el cura Baeza.
José Sanz, un joven que al salir de la cárcel fue asistido por la parroquia, explicó:"Cerrarlo es algo muy jodido; cuando yo no tenía donde caerme muerto, ellos me ayudaron".
El cierre de la parroquia roja también ha recibido el apoyo y la solidaridad de numerosas organizaciones políticas y sociales, como el Partido Socialista Obrero Español, Izquierda Unida, así como de asociaciones de educadores y sacerdotes comprometidos con la marginación y la pobreza.