Ojarasca 120 abril 2007

Autodeterminación: vida que se defiende

El empuje de los pueblos indios mexicanos no nació ayer, y es cada día más contemporáneo/simultáneo al de otros grandes pueblos originarios del continente (en Bolivia, Ecuador y Guatemala sobre todo) y participa del escozor que recorre estas tierras, santuario mundial y pese a todo, de la naturaleza, la madre tierra y la historia como proyecto de futuro.

Ante los pueblos indios el poder institucional aparece cada día más fuera de foco. De él y su clase política provienen la desnacionalización y la destrucción progresiva del entorno para ganancia exclusiva e insaciable de las transnacionales y las matrices financieras en Norteamérica, Japón y la Unión Europea.

Mientras se profundiza el divorcio entre gobierno y Nación, los pueblos originarios son hoy garantes de nuestra Nación, y suya es la única propuesta que ha mostrado ser viable, una alternativa de gobierno propio basado en la equidad y la fraternidad, sin los vanos eslógans de "unión" y "paz" que promueven los gobiernos federal y estatales con escasa credibilidad y mucha publicidad.

La autonomía indígena es un hecho (que aún en estado de virtual guerra se ejerce en las montañas de Chiapas y diversos enclaves originarios de Oaxaca, Guerrero, Jalisco, Veracruz y Sonora), y también un factor de equilibrio para que el país no se rompa en pedazos. Llama la atención que sea el "gobierno" nacional el primer interesado en impedir la autonomía, desarticular la resistencia indígena, desvirtuar su legitimidad. Las juntas de buen gobierno zapatistas y numerosos ayuntamientos populares autónomos o por usos y costumbres demuestran que gobernar no es lo mismo que ocupar el poder, pues su legitimidad reside en lo comunal y en que no necesitan "empoderarse" para ser libres.

La decrepitud terminal de lo que alguna vez fue "política indigenista" del Estado mexicano se retrata plena en las declaraciones simétricamente seniles del ex comisionado para la paz en Chiapas y hoy liquidador de la jibarizada Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, Luis H. Álvarez, quien dijo en Madrid que el ezln ha dejado de ser "interlocutor" para el gobieno (La Jornada, 2 de abril, nota de Armando G. Tejada). Tardó en enterarse. Como señalaba la especialista Magdalena Gómez, hace rato que el gobierno dejó de ser interlocutor para el movimiento zapatista que, les guste o no allá arriba, participa centralmente en la integración de un movimiento indígena nacional a salvo del "no los veo ni los oigo" del poder político y la derecha post-salinista.

Ninguna necedad del poder se sostiene ya ante las dignas luchas indígenas en defensa del agua, la tierra, las lenguas, el territorio, los bosques, mares, selvas, sitios históricos y la existencia misma de los lugares sagrados.

El Congreso Nacional Indígena y una multitud de organizaciones campesinas e indias en frecuente confrontación con el poder político y militar, suman un polo de pluralidad nacional sin el cual México no podría existir y sin cuyo concurso ya nadie podrá gobernar este país sin mayoría ideológica, partidista, étnica ni religiosa (y donde pretender lo contrario sería puro y simple totalitarismo).

Algún día terminará la impunidad hereditaria de los poderosos y el pueblo mexicano detendrá la expoliación de estas tierras. Ese día no lejano los pueblos indios estarán allí, presentes de palabra y obra, y eso será bueno, futuro que no miente, vida que se defiende.

umbral

regresa a portada