Usted está aquí: jueves 26 de abril de 2007 Mundo Sepultan a Yeltsin con honores de Estado, ritual religioso y alabanzas

El pueblo ruso, ausente en el funeral; Clinton y Bush padre, entre los asistentes

Sepultan a Yeltsin con honores de Estado, ritual religioso y alabanzas

JUAN PABLO DUCH CORRESPONSAL

Ampliar la imagen En el extremo derecho, el ex primer ministro británico John Mayor, abraza a Naina, viuda de Boris Yeltsin, en la Catedral de Cristo El Salvador. Los ex presidentes estadunidenses, Bill Clinton y George W. Bush padre (al centro), entre los asistentes al funeral En el extremo derecho, el ex primer ministro británico John Mayor, abraza a Naina, viuda de Boris Yeltsin, en la Catedral de Cristo El Salvador. Los ex presidentes estadunidenses, Bill Clinton y George W. Bush padre (al centro), entre los asistentes al funeral Foto: Ap

Moscú, 25 de abril. Inhumados con honores de Estado, en una ceremonia de acusada solemnidad pero que careció acaso de lo principal: el reconocimiento mayoritario de sus compatriotas, los restos de Boris Yeltsin descansan a partir de este miércoles, declarado día de duelo nacional por el presidente Vladimir Putin, en el cementerio de Novodievichi.

A pesar de la cobertura apabullante de la televisión y radio en cadena nacional, que desde que se abrió el martes anterior la capilla ardiente en la Catedral de Cristo El Salvador, en contraste con la casi nula atención que le dedicaron en sus siete años de retiro de la política, llenaron sus espacios con programas de alabanza al difunto, Yeltsin tuvo una despedida que no fue la que cabría esperar para un ex gobernante querido por su pueblo.

Hizo recordar, más bien, el entierro de Konstantín Chernenko, el secretario general del partido comunista que precedió a Mijail Gorbachov al frente de la Unión Soviética. Y no sólo porque, desde marzo de 1985, no hubo en este país un funeral de un ex jefe de Estado, haya muerto en funciones o en calidad de jubilado.

Al margen de la equiparable pomposidad del protocolo soviético con el actual, saltan a la vista dos diferencias esenciales: en las exequias de Chernenko la Iglesia en nada participó y, aunque acarreados casi todos de acuerdo con las cuotas establecidas por los comités distritales del partido, los moscovitas desfilaron en masa junto al féretro y se volcaron a las calles de su ciudad para despedir el cortejo fúnebre.

En el funeral de Yeltsin, justo lo contrario: un papel preponderante de la Iglesia, poca gente en la capilla ardiente y sólo invitados especiales -aparte de los extranjeros, rostros muy conocidos de las élites política, empresarial e intelectual de Rusia, todos en mayor o menor grado con algo que agradecer al fallecido-, en la misa de cuerpo presente, en el cementerio y en la recepción fúnebre en el Kremlin, variedad ampliada de la reunión en que en este país familiares y amigos, siguiendo la tradición ortodoxa, comen platos especiales y beben vodka para recordar al difunto el día de su entierro.

Cerrada la Catedral a los ciudadanos de a pie, los invitados extranjeros y locales entraron -en estricto orden jerárquico- para dar el pésame a la familia de Yeltsin y ocupar sus lugares asignados.

Las representaciones foráneas fueron más bien de bajo perfil. Vinieron pocos jefes de Estado, entre ellos los presidentes de Alemania (no la canciller federal), Bielorrusia, Kazajstán, Estonia y Lituania. Por la Comisión Europea, asistió su comisaria de Relaciones Exteriores, al tiempo que por Gran Bretaña lo hizo un miembro de la familia real, el duque de York, y el ex primer ministro, John Major.

Estados Unidos mandó a dos ex presidentes, George Bush padre y Bill Clinton, rango que tuvieron también los enviados de varias repúblicas ex soviéticas.

Hasta tres Metropolitanos (arzobispos) ortodoxos oficiaron en la Catedral distintas fases de la liturgia, mientras decenas de popes (sacerdotes) se alternaron para cantar salmos a capella y echar el humo del incienso sobre el féretro de Yeltsin.

En el cementerio se celebró el último oficio del ritual religioso y, tras acercarse al ataúd la viuda y sus dos hijas para darle el último adiós a Yeltsin, se procedió a cerrar la caja y -con tres salvas de artillería y otros honores militares- se le dio sepultura.

Tras rechazar el sitio propuesto inicialmente por las autoridades, junto al sepulcro del general Aleksandr Lebed, quien en 1996 firmó la capitulación de Rusia en la primera guerra ruso-chechena, la tumba de Yeltsin, por deseo expreso de la familia, se cavó en una zona peatonal de la alameda central.

Aparte de competir en hacer el panegírico de Yeltsin, la televisión y la radio locales omitieron en sus informativos de hoy cualquier opinión o noticia contraria a los cánones del cristianismo ortodoxo en el sentido de que no se debe hablar mal de un muerto.

Por eso, ningún canal o emisora de Rusia reportó el intercambio de insultos que hubo esta mañana en la Duma, cuando todos los diputados del Partido Comunista, la mayor bancada de oposición, no sólo se negaron a participar en el funeral de Yeltsin, sino ni siquiera se pusieron de pie para guardar el minuto de silencio propuesto por el presidente de la Cámara baja del Parlamento.

 
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