Usted está aquí: viernes 27 de abril de 2007 Opinión Los muros y el canto

José Cueli

Los muros y el canto

Estados Unidos levanta un gran muro en el centro de Bagdad para aislar un barrio sunita. Estados Unidos levanta otro muro, un gran muro, para evitar el paso de los emigrantes mexicanos pobres. El muro que construye en Bagdad es para aislar el barrio sunita de Adhamya, del que parten muchos de los coches bomba, según afirman los estadunidenses. Esta decisión aumenta los temores de una balcanización de Bagdad. Se trata de dividir a la capital de Irak en cantones sectarios (etnias; chiítas, sunitas, cristianos y mezclas).

Qué lejos está Bagdad de la poesía de sus antepasados que todo lo invadieron con su canto. Don Fernando Quiñónes cita a Emilio García Gómez en el prólogo de su obra Poemas arábigoandaluces (Madrid, páginas 22 y 23) y que dice así: ''La poesía de Bagdad se difundía, en gran parte, en las trémulas ediciones musicales de las esclavas cantoras venidas a España, como Qamar y Achfa. Entre el entusiasmo que producía en los andaluces conocemos una pintoresca historia narrada por al-Argami vivida con Abul Saib, su amigo. Ambos fueron a la casa del dueño de la esclava y entraron en una habitación con sólo dos divanes que habían perdido la tela, quedando en pura urdimbre, rellenos de crin vegetal y dos taburetes cojos".

Salió al fin la famosa cantora a la que no habían visto nunca. ''Era rojiza y llevaba encima una tela de Harat de color amarillo, desteñido a fuerza de lavados. Sus piernas de sucias que estaban eran negras como la noche. Pero cuando templó el laúd y rompió a cantar -se acabó el disimulo. Donde quiera que te encuentres saldrá a la luz y se sabrá tu secreto...'', estancia y ejecutante se transformaron.

Los dos visitantes se revolcaron en los divanes cayendo al suelo, al-Argami decía: tiré mi taylasan, y cogiendo una colcha se la puso en la cabeza gritando como pregonaban las judías en la ciudad. Abul Saib se levantó, cogió una cesta que había en la habitación, llena de botellas de aceite, y se la puso en la cabeza. El dueño de la esclava, que hablaba en media lengua, gritaba ¡mis botenas! queriendo decir ¡mis botellas! Las botellas se tambalearon y se rompieron mientras el aceite corría por el rostro y el pecho de Abul Said. La esclava fue después adquirida por al Arman I.

Mientras tanto, helada y en llamas se queda Bagdad esperando la reconciliación que torne bombas en canto, poesía, vida, sensualidad... y que la gran potencia los deje. Bagdad, centro cultural de la humanidad, no se rinde, lucha por su libertad. No será sencillo acallar con estruendosas bombas ese canto enraizado en el alma y las entrañas, ese canto cargado de historia y emociones ancestrales que apunta al origen, a la vida y al erotismo, a lo pulsional más primario.

Pero no olvidemos que en lo más primario también se encuentra la pulsión de muerte en lucha constante con la pulsión de vida, y de ahí la bravura descarnada con la que las etnias se enfrentan entre sí y contra el enemigo. Sin embargo, no hay muro que detenga lo pulsional. Ese canto erótico que a la vez es gemido doloroso que emerge desde lo más profundo del ser no será tan fácilmente acallado por la brutalidad de la tecnología de guerra.

 
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