Usted está aquí: sábado 28 de abril de 2007 Deportes En el boxeo femenil no debe importarnos el físico: Torres

La mexicana se quejó de la discriminación en este deporte

En el boxeo femenil no debe importarnos el físico: Torres

Las pugilistas no ganamos ni cinco por ciento de lo que los hombres, dijo

Juan Manuel Vázquez Soriano

Ampliar la imagen Torres tuvo al público de Dominicana en contra, pero al final la vitorearon Torres tuvo al público de Dominicana en contra, pero al final la vitorearon Foto: Ap

Fue, peleó y venció. Tal como lo había previsto, la boxeadora mexicana Ana María Torres retuvo el título mundial supermosca en República Dominicana ante la local Dahiana Santana, el pasado 16 de abril, en una función histórica por ser la primera pelea de campeonato femenil en aquel país.

Ante la escasez de contrincantes y debido al poco apoyo al pugilismo de mujeres en México, la Guerrera arriesgó el cinturón como visitante y tuvo que sobreponerse a las adversidades frente a seis mil aficionados apoyando a la rival.

"Fue una gran pelea -comentó Ana María en entrevista con La Jornada. Desde el primer round salí como si yo fuera la retadora, a presionar porque tenía todo en contra", y enumeró al público ajeno, dos jueces dominicanos y el clima caluroso de 35 o 40 grados.

En esas condiciones a la campeona no le quedó sino darse ánimos, y se dijo a sí misma en silencio: "No me vas a ganar. No eres mejor que yo. Chingue a su madre, sí puedo hacerlo, esta pinche vieja no me va a vencer".

Así empezó el combate, en el que puso en escena el trabajo riguroso de meses en el modesto gimnasio ubicado en el camellón de Eduardo Molina, el mismo de donde han salido otros campeones como Jhonny González y Edgar Sosa.

Al final, obtuvo la gloria. La mexicana ganó por decisión y el público la aclamó, los medios la entrevistaron. Todos la ovacionaron y reconocieron la tradición de los pugilistas mexicanos.

"Allá transmitieron a nivel nacional y luego al día siguiente la repitieron. Fue un gran apoyo. Muchas felicitaciones en la radio, televisión y la prensa", relató emocionada. Sin embargo, en México no despertó el interés de la televisoras y la función no fue transmitida.

"Estuvimos luchando para que pasaran mi pelea y desafortunadamente a nadie le interesó, todavía hay discriminación en ese aspecto", advirtió.

Ana María Torres no es ingenua, sabe que la vida del boxeador es de sacrificio y renuncia, pero también que la de una mujer sobre el cuadrilátero además implica pelear contra la desigualdad, contra el desinterés de los promotores y el morbo de la afición.

"Nosotras no ganamos las grandes bolsas como los hombres. Han de decir: 'para qué programamos a una mujer si no nos va dar a ganar nada'", dijo la peleadora, quien en su reciente defensa obtuvo una bolsa de 10 mil dólares, "ni el cinco por ciento" comparado con lo que ganan los hombres.

Pese a todo, Torres no se arrepiente de su decisión, en la que dejó de lado prejuicios y tabúes sobre la belleza y lo "femenino", porque "en este deporte no debe importarnos el físico, hay que arriesgar todo". En otros términos, en el box el cuerpo sólo es un instrumento de combate.

Así lo confirman los golpes en el rostro de Ana María, pero no importan porque en el pugilismo "es rutina" y el físico no interesa en una profesión en la que siempre existen riesgos:

"Te pueden quebrar la nariz, (hacer) una cortada o (tirar) un diente". Todo se sacrifica porque lo único que importa es ganar, y por lo demás, como concluyó la campeona, "para eso existen las operaciones".

 
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